domingo, 5 de junio de 2016

Infierno grande


XIX
(Héctor)

Ya han pasado dos semanas del asesinato de Beto. Yo lo vi todo, toda esa escena fue frente a mis ojos. Lo único que no entiendo es como cientos de colibríes surgieron del techo de la casa de Anastasio y de Eloísa. No lo sé, la verda´.

Las balas se clavaron  en el cuerpo de Beto. Las balas tumbaron a Beto; todo su pecho y su panza estaba toda baleada. Cuando todos lo vieron en la tierra de la Higuera, Beto no le importaba morir, unos decían que lo estaba esperando, otros decían que era feliz de irse de este mundo de puritita basura. Pero lo que yo creo es que su muerte no le importaba en absoluto. Tenía la mirada donde aparecieron los colibríes. Y cuando estaba muertito en el suelo, había una sonrisa en su rosto y sus ojos brillaban muchísimo. Yo creo que le gustó ver tanto colibrí en ese momento.

Después de las detonaciones yo me fui directito a mi casa. La neta no quería que me dieran un plomazo, pues todavía me faltaba y me falta mucho que vivir. Estaba muy asustado, el miedo estaba en todo mi cuerpo y los sonidos secos de las balas no los olvidaba. Aún no los olvido. Fue muy feo. No me gusto ver a Beto así.

Dos horas después salí y ahí, alrededor del cuerpo muerto, había una muchedumbre viendo a Beto. Yo corrí y me hinqué, llorando muchísimo por mi cuate, para ver si todo era verdad o no. Todo mi pantalón se empapo de sangre y también mi cara, pues recosté mi frente en el pecho de Beto, chillando y moqueando mucho. Yo sólo veía su sonrisa y su mirada pues parecían más vivos que nunca.

Mi papá me quitó del cuerpo de Roberto y vi, por primera vez, a mi jefe romper en llanto. Un llanto desesperado y lleno de tristeza. Eso fue hace ya dos semanas. Y ahora el presidente municipal se peló de la Higuera. Nadie lo ha visto, ni siquiera sus ayudantes del rancho. Dejó todas sus trocas y cosas aquí. Todo eso está intacto, como dice mi papá: “Nosotros no robaremos sus cosas, nosotros no somos como ellos”. Tampoco hemos visto a Eloísa. La hemos buscado por todos lados y nada. Ni huella de ella. Nadie sabe a dónde se fue o dónde anda. A mí se me hace que los colibríes eran Eloísa. Pues yo la había visto tender la ropa y luego de los balazos, en el techo no había nadie, solo los colibríes volando.  Eso pasó hace dos semanas. Todo el mundo extraña mucho a Eloísa y a Roberto.

Mi papá antes de pastear a las vacas, dice al cielo: “Cuando Dios quita, Dios devuelve. Cuando un hombre quita, devuelve pero pura tristeza y pura muerte”. 


J.A.N.H.