XIX
(Héctor)
Ya han pasado dos semanas del asesinato de
Beto. Yo lo vi todo, toda esa escena fue frente a mis ojos. Lo único que no
entiendo es como cientos de colibríes surgieron del techo de la casa de
Anastasio y de Eloísa. No lo sé, la verda´.
Las balas se clavaron en el cuerpo de Beto. Las balas tumbaron a
Beto; todo su pecho y su panza estaba toda baleada. Cuando todos lo vieron en
la tierra de la Higuera, Beto no le importaba morir, unos decían que lo estaba
esperando, otros decían que era feliz de irse de este mundo de puritita basura. Pero lo
que yo creo es que su muerte no le importaba en absoluto. Tenía la mirada donde
aparecieron los colibríes. Y cuando estaba muertito en el suelo, había una
sonrisa en su rosto y sus ojos brillaban muchísimo. Yo creo que le gustó ver
tanto colibrí en ese momento.
Después de las detonaciones yo me fui
directito a mi casa. La neta no quería que me dieran un plomazo, pues todavía
me faltaba y me falta mucho que vivir. Estaba muy asustado, el miedo estaba en
todo mi cuerpo y los sonidos secos de las balas no los olvidaba. Aún no los
olvido. Fue muy feo. No me gusto ver a Beto así.
Dos horas después salí y ahí, alrededor del
cuerpo muerto, había una muchedumbre viendo a Beto. Yo corrí y me hinqué,
llorando muchísimo por mi cuate, para ver si todo era verdad o no.
Todo mi pantalón se empapo de sangre y también mi cara, pues recosté mi frente
en el pecho de Beto, chillando y moqueando mucho. Yo sólo veía su sonrisa y su
mirada pues parecían más vivos que nunca.
Mi papá me quitó del cuerpo de Roberto y vi, por primera vez, a mi jefe romper en
llanto. Un llanto desesperado y lleno de tristeza. Eso fue hace ya dos semanas.
Y ahora el presidente municipal se peló de la Higuera. Nadie lo ha visto, ni
siquiera sus ayudantes del rancho. Dejó todas sus trocas y cosas aquí. Todo eso
está intacto, como dice mi papá: “Nosotros no robaremos sus cosas, nosotros no
somos como ellos”. Tampoco hemos visto a Eloísa. La hemos buscado por todos
lados y nada. Ni huella de ella. Nadie sabe a dónde se fue o dónde anda. A mí
se me hace que los colibríes eran Eloísa. Pues yo la había visto tender la ropa
y luego de los balazos, en el techo no había nadie, solo los colibríes
volando. Eso pasó hace dos semanas. Todo
el mundo extraña mucho a Eloísa y a Roberto.
Mi papá antes de pastear a las vacas, dice
al cielo: “Cuando Dios quita, Dios devuelve. Cuando un hombre quita, devuelve pero pura tristeza y pura muerte”.
J.A.N.H.
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