viernes, 22 de enero de 2016

Anagnórisis


Instrucciones para usar mini falda (Manual de uso)

En los trabajos de lo que concebimos como arte, ya sea teatro, música, pintura u otra vertiente resulta indispensable conocer o por lo menos tener un vago interés con respecto a los referentes de los que la obra en sí está compuesta, para así poder tener una apreciación más completa y un disfrute mayor de lo que se presencia.
Y afirmo de este modo que todo trabajo artístico se compone directa o indirectamente de lo que otros trabajos antes realizados inspiraron en los autores de nuevas creaciones. Es bien conocida la idea de la imitación como un rasgo natural de los seres humanos, natural y necesario para el aprendizaje y el crecimiento personal. En los días que vivimos resultaría risible y absurdo el hecho de concebir una idea o crear algo y proclamarse como el primero en haberlo pensarlo o el único al que se le hubiera ocurrido, sin embargo y aunque parezca contradictorio, la imitación nos puede ayudar a hacer lo mismo que los otros mas uno nunca podrá imitar el proceso emocional e intelectual que atravesó el autor original al momento de concebir su nueva creación, la imitación está en todos lados y eso no significa el fin de lo original o lo nuevo, sino todo lo contrario; es por eso que si prestamos atención a una canción, una puesta en escena o alguna otra forma de expresión automáticamente percibiremos estos elementos que nos llegan a recordar otros trabajos artísticos anteriormente presenciados, detalles colocados ahí como pequeños ganchos o señales que nos pueden guiar a una comprensión más profunda de lo que miramos. Puede ser que en una obra de teatro aparezca cierta música, una canción de significado importante, con una letra acorde a la escena la cual conduce nuestra emociones y nuestro intelecto a lugares no imaginados dentro de la ficción que se mira. Puede ser también que el capítulo de una novela que se está leyendo lleve el nombre de una canción, un poema o haga referencia incluso a una obra pictórica, o bien podría ser que la obra pictórica esté nombrada del mismo modo que una canción, poema o novela. Con esto quiero dar a entender que el arte se nutre del arte mismo para lograr ser lo que es. Claro ejemplo de esto es el teatro; que une fuerzas con la música, el arte plástico y el audiovisual para lograr un efecto más contundente en el espectador, esto sin contar el elemento literario que obviamente reside en la dramaturgia.
El arte es ecléctico por naturaleza.

En esta columna pretendo señalar dichos referentes, indagar dentro de obras teatrales que he visto o leído, trabajos musicales que he podido escuchar u otro tipo de formas de expresión que resulten de mi agrado o desagrado en las que encuentre algún referente literario o que su historia sea digna de narración o remembranza. No pretendo plantear verdades absolutas, las cuales a mi parecer son algo ilusorio y polémico, sólo serán perspectivas muy personales tratadas desde una subjetividad que de ratos no parezca tan absurda. En cuanto al nombre de la columna, su origen se puede encontrar en la Poética de Aristóteles, en el teatro griego la anagnórisis no era otra cosa que el momento en que un personaje cae en cuenta repentinamente acerca de datos personales o ajenos que antes ignoraba y a partir de los cuales pretende cambiar, provocando así un cambio significativo tanto en la trama como en el personaje que experimenta dicha sacudida escénica. Ahora bien, dicho lo anterior y explicado un poco de qué va, me dispongo a hablar de una obra de teatro que tuve la oportunidad de ver el fin de semana pasado, para ser más exactos, el sábado. Se trata de la obra “Instrucciones para usar mini falda” escrita y dirigida por Enrique Olmos de Ita, dramaturgo que se ha hecho notar en la escena contemporánea.

Me enteré de la obra por mera casualidad, el anuncio fue claro: Museo de la ciudad, sólo dos funciones, viernes quince y sábado dieciséis; el sábado resultó más fácil para mí asistir, por fortuna estuve a buena hora y pude comprar mi boleto sin problema alguno. En un recinto como lo es el museo de la ciudad, nunca se sabe qué foro será ocupado y si el cupo por ende será reducido y privilegiado. Vale la pena hacer un paréntesis para reconocer al museo de la ciudad como una importante cede y plataforma para artistas nuevos, es el único lugar en la ciudad que presta las facilidades para que en él puedan presentarse un sin número de artistas tanto emergentes como con trayectoria. Me atrevo a decir que un espacio de este tipo es algo que no se ve comúnmente en el país y que se trata de un lugar privilegiado el cual no hay que dejar de visitar, pues siempre hay algo nuevo no sólo en el ámbito teatral, sino que también hay exposiciones y talleres que vale la pena checar. Se trata de un lugar tan viejo como la ciudad misma, un ex convento que en sus paredes encierra una cantidad de historia proporcional a una considerable cantidad de misterio. Un sitio hermoso y fascinante, como ya he dicho.

Ahora bien, la obra comenzó puntual y fuimos conducidos al foro más grande del museo, ubicado justo al fondo, detrás de dos grandes portones color rojo, en frente de lo que quedó de un vetusto y ancho árbol. Tomé asiento y lo único que podía ver era un panel, detrás del cual se encontraban dos pares de piernas femeninas en lencería, en poses sugerentes. De pronto, los murmullos del público impaciente fueron callados por el sonido frenético de silbidos lascivos y piropos subidos de tono, a la par que estos sonidos se escuchaban e incrementaban, sólo dichas piernas eran visibles. Al poco rato aparece un tercer personaje, Neto; un hombre velludo vestido con ropa femenina que luce una mini falda sugiriendo al público no hacer ruido, pues su personaje se encuentra en un sueño recurrente y el despertarlo podría ser muy malo. Es entonces cuando nos ubicamos en el espacio, la primer escena surge ni más ni menos que en los sueños de este Neto Quien de inmediato lanza al público una interrogante de tintes existenciales, con una respuesta no muy existencial: ¿Qué sostiene al mundo? Cosa que algunos espectadores intentaron adivinar. Las respuestas del público fueron por demás variadas y hasta cierto punto predecibles: Dinero, sexo, poder, pero todas estas respuestas se vienen abajo cuando el personaje deja en claro que hablaba de tornillos, a lo que sigue una disertación acerca de las máquinas y los tornillos como sostén de nuestra civilización. Esto sirve como preámbulo para conocer al personaje y su curiosa obsesión por los tornillos, de los cuales presume una colección. Después de su disertación las piernas femeninas finalmente abandonan su posición detrás del panel y pasan a primer pano dos mujeres jóvenes en lencería, cuyos personajes serán más adelante revelados; se trata de Adelaida y Vera las cuales piropean y lanzan comentarios lascivos al macho con minifalda, el cual no se inmuta.
Después de lo anterior narrado las dos chicas adoptan poses y voces mecánicas, una voz en off anuncia que se dará la primera lección del manual del uso correcto de la vestimenta y gestos femeninos si es que se quiere atraer al sexo opuesto; instrucciones para usar mini falda, que recuerdan a aquellos textos instructivos de Cortázar en los que enseña desde cómo llorar hasta cómo darle cuerda a tu reloj. A lo largo de la obra estas escenas en forma de instructivo aparecerán, mostrando de una manera un tanto cínica los preceptos bajo los cuales las mujeres están sometidas para ser socialmente “aceptadas” y principalmente acosadas. La obra de teatro gira entorno a esta temática, el acoso sexual femenino, el acoso laboral y las dificultades de oportunidades y ofertas de trabajo para las mujeres en la gran ciudad de México. La trama gira en torno a estos tres personajes; Ernesto, Vera y Adelaida. Ernesto es un trabajador del metro de la ciudad de México, encargado de una de las estaciones más grandes. Poco a poco el verdadero temple del personaje sale a flote dejando ver que se trata de un pervertido que no sólo acosa a sus compañeras de trabajo, sino que realiza la enferma tarea de seguir y clasificar a las pasajeras del metro a quienes ve todos los días desde las cámaras de seguridad dirigirse a su destino, podría decirse que se trata del personaje más fársico en la obra, cosa que resulta necesaria pues de lo contrario sería un personaje más que aborrecible, incluso repulsivo debido a su naturaleza. Es ahí que entran Vera y Adelaida. Vera es una madre soletra Colombiana, trabaja como boletera en el metro y tiene que soportar las insinuaciones de Ernesto, quien le anuncia su posible despido al ser reemplazada por una máquina que expende boletos y sugiriéndole que puede salvar su empleo a cambio de sexo. Adelaida en cambio es una actriz joven y acomplejada, viviendo en el frenesí de la ciudad de méxico y buscando algún nicho en el incierto mundo de la actuación en México. Toma los trabajos que puede y se encuentra en crisis, recibe el acoso de un misterioso encapuchado que la sigue hasta casa y le grita improperios. Más adelante se revela que dicho pervertido no es ni más ni menos que Ernesto. La obra transcurre de esta manera, el elemento multimedia ayuda a sentirse en los subterráneos de la capital, se puede sentir la tensión y lo frenético de la gran ciudad. Una canción de Rockdrigo en una de las transiciones ayuda a que esta sensación vaya en incremento. No podría ser de otro modo, los acorde de “Solares baldíos” llenan el silencio y el momentáneo vacío del espacio invitando a la reflexión de lo que en esa vieja ciudad de hierro sucede. La obra me pareció excelente, desde el texto hasta la dirección. Se puede apreciar una dirección efectiva en las composiciones que logran los actores en cuanto al espacio. Hay varios momentos brillantes en que los personajes crean imágenes hermosas y poéticas, dignas de cuadros. Las actuaciones verosímiles y contundentes. El espacio entre el público y los actores está delimitado de manera simple y la escenografía o consiste más que en un par de paneles donde aparecen proyecciones, una máquina de palomitas y un asiento que recuerda al de los operadores del metro o bien, al de un boleador de zapatos. Al final y gracias a una carta que con valor escribe Vera, Neto termina fuera de su trabajo y rindiendo cuentas a las autoridades debido a su perverso hobbie de seguir a las mujeres. En algún momento Vera y Adelaida se enemistan, pero terminan uniendo fuerzas contra Ernesto y se olvidan de su pequeño conflicto. La obra de teatro finaliza de modo esperanzador, la cuarta y última lección en el manual de uso de la minifalda termina por explicar su correcta coloccación, pero advirtiendo que su uso no es recomendable si uno se encuentra en países retrogradas y machistas como el nuestro. Es de agradecerse que haya buenas puestas en escena en la ciudad, auque provengan de otros lares... Cabe mencionar que la obra fue hecha a partir de diversos testimonios de mujeres que han sufrido acoso. Querétaro no se queda excento de estas faltas y hasta me atrevo a decir que son tan frecuentes y fuertes como en la capital, sin duda una problemática enorme que termina siendo cruelmente minimizada otorgandole poca importancia como a todas las problemáticas del país. Por suerte el teatro está ahí para darnos una bofetada de realidad dentro de la ficción que nos imponen, una vez más.



Posteriormente y como ya había dicho me dedicaré a analizar otros textos o puestas en escena así como trabajos musicales con valor o inspiración literaria o referencias artísticas importantes (para mí), en estos momentos el tiempo me debora, los dejo con esta escueta crítica teatral como una primera embarrada de lo que viene, se agradecen las mentadas de madre y disculpen las posibles erratas. Sean bienvenidos pues a Anagnórisis.
Cambio y fuera.

                                                                                                                                              -ANJ-

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