domingo, 24 de enero de 2016

Infierno grande


I

La serie de noticias que en esta columna relatare, son sólo unas pequeñas gotas de todo un enorme mar de historias que se esconden en cada esquina del poblado llamado la Higuera. Los eventos que presencié aún me provocan una serie de emociones contrariadas. La Higuera se ubica a 36 kilómetros al norte del municipio de Tequis. Las rocas amontonadas, los ópalos extraordinarios, los cactus de longitudes exorbitantes, el bello cantar de los grillos, los pirules torcidos y el metal oxidado de los automóviles en desuso son los trazos que pintan cada rincón del poblado.

La Higuera es el punto medio entre Ojo Caliente y Tierra Firme. Si Ud., querido lector, se encuentra en el pueblo de Ojo Caliente y desea ir a Tierra Firme debe recorrer 27 kilómetros al sureste para llegar a La Higuera. Atravesar la aldea y recorrer casi treinta kilómetros al este, atravesando el Cerro del Quemado, para llegar a Tierra Firme. Este mismo trayecto se toma de regreso si desea ir a Ojo Caliente.

De estas tres localidades, el más pobre y sin recurso alguno es la Higuera; Tierra Firme es el menos peor y Ojo Caliente es el mejorcito ya que a pocos kilómetros de su plaza principal se encuentra la minera Portezuelo. El manantial Mercedes es lo único que conecta a estos tres puntos, ya que inicia su recorrido cerca de la minera, pasa a unos cuantos kilómetros de la Higuera, atraviesa totalmente el pueblito de Tierra Firme y desemboca en la laguna de la Media Luna.

La primera vez que escuche hablar de los eventos que acaecían y la existencia misma de la Higuera fue gracias al conserje del periódico, Anastasio, originario del mismo poblado que se vino a la capital a probar suerte puesto que la vida allá no es muy gratificante en cualquier aspecto. Desde que entré a trabajar al periódico, Anastasio me ha tratado con respeto y cortesía. Seis meses pasaron y él me relataba algunos acontecimientos sorprendentes de su tierra natal. Cada mañana me comentaba algo: memorias, eventos (tanto horribles como hermosos); de todo pues. Lo escuchaba con gran paciencia y con mucho gusto. Finalmente, me decidí visitar la Higuera.

Después de varias platicas con mi jefe, suplicas y todo aquello, me permitió ir pero con la condición de exponer columnas frescas y llenas de visión,  ya que decía: "estamos hasta la coronilla de las noticias fabricadas por el gobierno. Pura basura con esos pen…” Aquel fin de semana, la última del mes de abril, gracias a las indicaciones de Anastasio, llegué a la Higuera. El conserje me comentó que podía estar en su hogar pero que en la casa vivía su hermana, Eloísa. Ella me recibió con todos los honores posibles. La belleza de Eloísa me envolvió.

En fin, me entristeció ver el paisaje tan vivaz, limpio y colorido, y contemplar las calles y las casas tétricas, desoladas, pobres. Todo aquello me indignó pero no tanto como lo que me ocurrió en la madrugada del domingo.

Por: J.A.N.H.

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