sábado, 30 de enero de 2016

Cajón de sentidos ochentanianos para viajeros

Primera parada: 1980
Hemos aterrizado a salvo. Nuestra tripulación aun se adapta a la atmósfera de smog, causada por el aerosol para el cabello. Los teléfonos inteligentes, que al final no soportan un insignificante viaje en el tiempo, han muerto; se están desintegrando ante nuestros ojos, han desaparecido. En fin, nada sorprendente, todo ha pasado como tenía que pasar; el futuro no puede viajar al pasado, a excepción de nosotros, claro.

Bajamos con cuidado de la máquina, todo está obscuro, somos el blanco de miradas molestas y de varios ¡Shhh! Miramos atrás y descubrimos que hay una pantalla empotrada en una pared amplia. Parece que estorbamos la vista de una proyección. Estamos en un cinema. Como personas honestas, salimos de la sala, no son antes recibir varios abucheos y una que otra lluvia de palomitas; fuimos a la taquilla y pagamos las entradas, volvimos a la sala, tropezamos unas cuantas veces de susto al escuchar los gritos de los espectadores. Vaya, vaya, hemos de ver una película de terror, a la mitad además. Una vez en nuestros asientos, veo a Jack Nicholson en la pantalla, al menos es un filme que es de mi agrado, lástima que me perdí el principio; en caso de que no se sepa de qué filme estábamos viendo, es El Resplandor, película basada en el libro de Stephen King; dirigida por Stanley Kubrick.
Llegamos a una de las escenas más memorables y emocionantes de toda la película. Jack Torrence está en busca de Wendy y Danny, su esposa e hijo, para matarlos a causa de un desorden mental que adquirió por la maldición del hotel que tenían que cuidar durante el invierno ¿qué locura, no?. La escena se vive así en la sala de cine: reina un silencio abrumador en cada asiento que sólo es roto por los gritos de la protagonista de la pantalla. Los espectadores de mantienten al borde de sus bancas, ojos abiertos a más no poder, respiraciones entrecortadas; mientras los unos se muerden las uñas, los otros le aprietan la mano a vecino, o se tapan los ojos. Todo ésto ocurre cuando en el baño encerrados Wendy y Danny tratan de escapar, pero solo el pequeño cabe en la rendija de la ventana y escapa, mientras que Jack da hachazos a la puerta y al lograr romperla asoma su rostro demente...
Al salir del cine, nos dimos cuenta de que era Navidad; asistimos al estreno de la película en México el 25 de diciembre de 1980, deberíamos de haber llegado al principio del año, no al final. Sin importar éstos errores técnicos regresamos a la máquina pues aun teníamos las ropas de nuestra época, al menos no llamamos la atención. Abrigos fosforescentes por aquí, ombligueras y donitas por allá, pantalones de tiro alto, converse. Teníamos atuendos para la ocasión.
Buscamos un taxi para recoger la ciudad. En la radio sonaba "Another one bites the dust" de Queen, algunos la coreamos y el chofer se nos unió. En la calle veíamos grupos de beat box. Bailaba, rapeaban; las luces de aquella enorme grabadora hipnotizaban, pronto nos unimos a su fiesta. Llego el capitán de la máquina por nosotros, sus escasos pasajeros, y nós llevó de vuelta. Debíamos de ir más atrás, nuestro itinerario aun no se cumplía. Antes de irme me gustaría comprar una "Polaroid" pero no recuerdo si ya están a la venta...

Jessica Fortanell N. 

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