domingo, 31 de enero de 2016

De lo Estético y lo Bello



Retomando un poco lo dicho la semana pasada hablaremos de lo bello según Aristóteles. Lo bello es bueno por sí mismo y preferible por sobre otras cosas, eso es lo que hace bello al objeto. Lo bello por sí mismo, ¿Cómo encontrar aquello que no requiera de otra cosa para ser? Como aspirante a poeta parte de las obligaciones morales con las letras, de ésta que escribe, es encontrar lo bello en lo escrito y de ahí la inclinación a reflexionar sobre ello en este espacio.

Parte de tal reflexión me motivó a modificar la entrega de hoy para compartir una experiencia en el aula. Como parte de un ejercicio de escritura creativa, se nos pidió hacer una lista de aquellos 100 recuerdos que son indispensables en el universo personal, parte del ejercicio consistía en tomar el listado y definir arbitrariamente algunos recuerdos; como última instrucción se nos pidió tomar distancia de aquello que parecía significante,  pretender que lo había escrito algún desconocido; el resultado fue desconcertante: aquello que era un bello recuerdo parecía completamente prescindible, allí no había belleza porque todo era explicable sólo con la ayuda de quien lo escribió, significante, sí, en gran medida, pero ¿expresado bellamente?, no. ¿Qué habría hecho de aquello algo bello? aquello no era un bien preferible sobre los otros, era entendible sólo para quien sabía de la experiencia, entonces no hay belleza allí.


Claro que en un primer encuentro con los conceptos Aristotélicos se puede persuadir a cualquier neófito en el arte de la escritura a dedicarse a otra cosa, o a pensar que, tal pareciera que estamos rodeados de cosas feas, pero no hay que ser tan extremistas, aquello que es bello, como dijo Kant, depende en buena medida del receptor; sin embargo, sí existen en lo escrito aquellas piezas que contienen todo para ser bellas.


Entonces ¿son bellos los recuerdos? quien pudiera elegir recordar que vivir. Los recuerdo son bellos en sí mismos sólo para quien los ha vivido y retenido, escribir acerca de ellos requiere entonces los preceptos aristotélicos, porque tal evocación debe ser independiente de quien escribe para que quién no ha sido partícipe de la experiencia, no requiera explicación para que tenga un sentido.
 Qué hace que lo escrito sea algo bello, algo preferible en sí mismo: la intención estética, la poesía en buena medida es la evocación de una experiencia, expresada con fines estéticos, es decir, se busca que aquello escrito sea preferible por sí mismo porque en el albergue todos lo elementos para ser entendido sin la ayuda de quien escribe y así lograr la belleza.
   
Con esta reflexión un poco personal basada en el concepto aristotélico de lo bello concluimos  la entrega de hoy, sin que con ello concluya la búsqueda de lo bello en lo escrito. 

Rocío Berenice Ortiz García “Rose”  

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