domingo, 31 de enero de 2016

El rincón del cinéfilo


Never Let Me Go / Nunca Me Abandones


Cuando perdíamos algo precioso, y buscábamos y buscábamos por todas partes y no lo encontrábamos, no debíamos perder por completo la esperanza. Nos quedaba aún una brizna de consuelo al pensar que un día, cuando fuéramos mayores y pudiéramos viajar libremente por todo el país,
siempre podríamos ir a Norfolk y encontrar lo que habíamos perdido hacía tanto tiempo.
KAZUO ISHIGURO

La película inicia en el presente, la protagonista, Kathy H, está fuera del quirófano viendo a través del cristal a Tommy D, su amado. Kathy, al observar a Tommy, hace hincapié en que ya no piensa en el futuro pues no tiene sentido, no hay tiempo ni esperanza para ello. Lo único en lo que puede pensar es el pasado. Kathy se transporta a sus recuerdos en 1978, cuando era niña y, de ahí, se nos muestran todos los hechos, todo lo que vivío junto a sus amigos, todo lo que sufrieron hasta llegar al punto final, el presente. En el quirófano, sus miradas se cruzan. Se miran fijamente y, con sólo observar la escena puede sentirse el amor que se tienen pero también puede notarse que es el final.

Esta película provoca en mí una incógnita: ¿debemos dejar ir a aquella persona de la cual estamos enamorados? O, ¿debemos esperar por ella? Existe un dicho que dice: “si amas algo, déjalo ir. Si regresa, es tuyo y, si no, nunca lo fue.” El filme es una representación de ese dicho. Los protagonistas, Kathy y Tommy, estuvieron enamorados desde la infancia pero diversas situaciones provocaron que no consiguieran entablar una relación hasta que ambos llegan a la adultez. A pesar de que el destino parece dispuesto a separarlos, ambos protagonistas nunca olvidan su amor. Aunque en ciertos momentos de la historia parecen alejarse cada vez más, el amor que tienen el uno por el otro, se mantiene firme.

Un amor que trascienda, así es el amor entre Tommy y Kathy. Con el paso del tiempo, con el correr de los años, su amor se fortalece. “-Ruth, ¿sabes?, creo que a veces, cuando tienes pareja, no puedes ver las cosas tan claramente como quizá pueda verlas otra persona desde fuera. Bueno, sólo a veces.” El amor, a veces, nos vuelve un tanto “estúpidos”, pasamos cosas por alto, perdemos la noción del tiempo, cometemos locuras. Quizá, por eso, Tommy y Kathy deciden emprender un viaje en su adultez (cuando por fin el destino les concede unos momentos juntos) en busca de la Madame, dueña del “internado” en el que vivieron para suplicarle que pospusieran las donaciones de Tommy. Ambos saben que es una locura pero piensan que su amor todo lo puede, eran jóvenes, claro.

La noción del tiempo es, diría yo, lo más importante en la película. Se nos muestran distintas épocas en la vida de nuestros protagonistas. La enseñanza es que: a pesar de que corra el tiempo y el reloj jamás se detenga, el amor perdura (el verdadero amor). Si dos personas han sido destinas para estar juntas, aunque parezca que el mundo pone miles y miles de obstáculos para impedirlo (incluyendo personas), encontrarán el momento para reunirse, estar juntos y consumar su amor, si sus almas están conectadas, encontrarán el camino a casa: “nunca se dejarán ir.” Ni la muerte puede acabar con el amor de dos personas.

La música es un factor que quiero resaltar. La compositora, Rachel Portman, consigue erizar la piel de aquel que esté viendo la cinta. Consigue llegar a los sentimientos más profundos y, quizá, si nos podemos sensibles y nos dejamos llevar, podremos soltar una lágrima que rodará por nuestras mejillas. La música se acopla perfectamente a cada escena, cada mirada, cada movimiento, cada palabra. Las notas musicales, en verdad provocan un vuelvo en el corazón dejando un profundo vacío. 
Oseguera.

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