domingo, 31 de enero de 2016

La mente del pez dorado

La vida tras la ventana



Las ventanas, esos pequeños espacios cuadrados, rectangulares o redondos, cualquiera que sea su forma; cubiertos por cristales que permiten la vista al exterior desde cualquier habitación. Las ventanas son, igualmente, aquéllas que, en el ordenador, expanden un pequeño cuadro a una red de banalidades; mientras que la ventana televisiva abre sus cristales a la curiosidad natural del humano que es ajeno, provocando que éste deje su propia vida encerrada tras un cuarto oscuro en el que sólo se contempla un plano y no todo el panorama.
Los reality-shows en la televisión, la contemplación de las vidas de los youtubers a través de sus canales personales se han utilizado como un mero canal de entretenimiento del espectador, convirtiéndolo precisamente en eso: en un simple espectador de la vida y no partícipe de ella. El mundo que esa ventana expone, en ocasiones resulta tan embriagador que uno corre el riesgo de perderse dentro, transformando a esas imágenes en una suplantación de nuestra vida.
Entonces, los reality-shows televisivos, en su mayoría, consisten en exposiciones de la vida sexual de las personas en cuestión, volviendo una cosa frívola el cortejo y lo que antes solía llamarse “romántico” (entre comillas porque puede significar muchas cosas esa palabra). Asimismo, de viajes a lugares a los que seguramente una persona promedio jamás ha visitado. También existen “realitys” de concursos en los que se pelea, o mejor dicho, se “compite” por dinero; hay algunos otros en donde se ven reflejadas condiciones un tanto más miserables que las condiciones que cualquiera viviría. En cualquier caso, dichos reality-shows son expuestos sobre una teatralidad que sólo difunde la estupefacción poblacional en situaciones banales.
Por otro lado, las vidas expuestas por la mayoría de los youtubers, sus viajes, aquellos vídeos con duraciones aparentemente insignificantes, pero con la inmensa cantidad de ídolos en la lista de reproducción que tiene una persona aficionada a ellos, los minutos se convierten en horas y las horas consumen el día, lo que deja poco tiempo de vivir una vida propia, alejada de las propias experiencias, de los propios fracasos, de las luchas constantes por una existencia en un sitio en el que, se supone, existimos individualmente entrelazando destinos, no tratando de vivir los de otros.
Ahí radica precisamente el problema, ya que en las nuevas generaciones se ha adelgazado en extremo la línea de la vida real y la vida en segundo plano, o lo que es lo mismo, lo real y lo real alternativo; siendo lo real alternativo aquello que se vive a través de otros: no por ello deja de ser real, pero no se está viviendo exactamente algo. Esa línea se está cruzando debido a la teatralidad con la que se abordan dichos “realitys”, dichas experiencias ajenas y que nos llama la atención por nuestra curiosidad natural. Esa teatralidad que nos entretiene y que, yendo al extremo, consume lo poco que nos queda de nuestra realidad.



Adriana Gasca L.

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