jueves, 5 de mayo de 2016

Divagaciones en la Geografía Metafísica: los de arriba

¡Oh genios de sombras!, ¡potencia malvada
que empañas la aurora con fúnebre velo,
y que gozas en ver separada
la abeja del cáliz, la estrella del cielo!
José Juan Tablada

Si realmente lo quieres, déjalo ir – dicen -, pero si no lo quieres, con mayor razón: ¡déjalo ir! Aun así, hay quienes prefieren retener a sus amigos en la Friendzone, alimentándolos de falsas esperanzas.  ¿Por qué lo hacen? Hace poco escuché de una amiga que desde que se inventaron los pretextos dejaron de existir los tontos: sea la razón que sea, todo se reduce a pretextos egoístas; no obstante, para los fines de esta columna dividiremos a quienes dejan a otros en la Friendzone en dos tipos: 1) Los que necesitan de un club de admiradores (o admiradoras) para sentirse importantes, y 2) Los que tienen miedo a quedarse solos. Si bien es cierto que da confianza sentirse del lado seguro, en realidad, al estar tan cerca de la zona de amigos es más probable terminar cayendo. ¡Cuidado con asomarse al precipicio! Cada quien por su propio peso.

Los más pesados son aquellos que necesitan que otros les recuerden lo maravillosos que son para mantener su autoestima en alto. En el caso de la Friendzone, muchas personas mandan a sus amigos a este lugar a fin de formar su propio club de seguidores o seguidoras que los hagan sentirse deseados e inalcanzables. Es la estrategia típica de quienes son populares y que, valiéndose de su atractivo o su carisma, coquetean con cuantos ingenuos se topen. Sin embargo, todo su galanteo es simple vanidad e infinito egocentrismo; no es que realmente tengan el corazón del tamaño de un hotel para dar hospedaje a cuantos quieran, sino que de hecho su corazón es tan chiquito que sólo caben ellos mismos. Este es el primer tipo, el de los ídolos que no brillarían de no ser por la luz que les dan sus admiradores.

El segundo tipo es el de los que necesitan que otros los quieran porque son incapaces de valorarse a sí mismos y, además, tienen miedo a quedarse solos. Para ellos, tener un amigo en la Friendzone representa algo así como tener un seguro de vida:  les da seguridad y la certeza de que si algo malo les ocurre habrá alguien no sólo dispuesto a ayudarlos, sino incluso ansioso por hacerlo. Las personas de este tipo son tan inseguras que optan por dejar a sus amigos en la Friendzone ya que no pueden asumir una decisión que los pueda comprometer (como sentar una relación formal) o que pueda ponerlos en una posición de igualdad cuando lo que realmente quieren es alguien que los obedezca sin cuestionarlos. Saber que hay alguien queriéndolos incondicionalmente les hace sacar fuerza de su inmensa debilidad, pero tan pronto como ese amparo desaparece, vuelven a hundirse en su miseria.

Mandar a todos a la Friendzone y hasta tener su propio club de admiradores allí puede hacer que a uno se le suban los humos a la cabeza; sin embargo, ser rey o reina de la zona de amigos es una dicha efímera. De la misma manera que el mundo gira, la vida da sus propios vuelcos. Hay un ejemplo (extraído directamente del formalismo ruso) que demuestra este punto: “A ama a B pero B no ama a A; cuando B empieza a amar a A, A no ama más a B.”1 En otras palabras, ser el primero en rechazar al otro no garantiza no ser el último en caer en el abismo de la Friendzone. El ejemplo es apenas una posibilidad, pero no la única. Esto no significa que tengamos que aceptar a todas las personas que nos quieren, incluso a quienes no nos gustan, sino que uno no debe encadenar a otro a la Friendzone mediante promesas falsas y coqueteos fingidos.


Si no te gusta no le des alas… ¿Para qué aferrarnos a algo que no queremos? Es injusto para ambos. No es necesario tener fans o admiradores atrapados como pajaritos enjaulados. ¿De qué sirve tanta vanidad? Vanagloriarse contando cuántos amigos ha dejado uno en la Friendzone es querer presumir lo que nos falta: amor de verdad. Depender de la apreciación de quienes están desesperados por las migajas de nuestro afecto solamente refleja deficiencia de amor propio, una autoestima enferma. De un momento a otro, esta carga será demasiado pesada para sostenernos del lado seguro y terminará arrastrándonos al abismo de la Friendzone, aunque quizás únicamente una caída de tales proporciones sea capaz de volvernos los pies al suelo y hacer que nos demos cuenta de lo egoístas que hemos sido. 


Ana Laura Bravo


1. Eichenbaum, B. (1978). Teoría de la literatura de los formalistas rusos (3rd ed.). México: Siglo Veintiuno Editores.

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