viernes, 13 de mayo de 2016

Sobre insectos y arácnidos, reflexiones de un simple hombre: Entre canciones tristes y viudas


                Prestando mucha atención en las esquinas más obscuras, se puede escuchar la tocata en violín más triste y mortal que toca la viuda despechada. Viudas negras y arañas violinistas son las que se presumen como las más mortíferas arañas o inclusive seres vivos, que con un veneno fulminante pueden acabar con la vida de otros entes más grandes que ellas. Arañas, todas provocan pavor a una gran mayoría, pero incluso podría ser posible que la no pacífica muerte provocada por estos dos temibles arácnidos sea poesía para algunos, una poesía de ocho patas. Una de estas dos ataca sin medir consecuencias, mientras que la otra puede tranquilamente caminar sobre la piel de un temerario que la sostenga, mientras su paz no sea alterada con una vibración terrorífica. Arañas, tantas variedades, millones, pero solo dos provocan esta clase de escalofríos.

                Tanto la viuda como la violinista poseen el veneno suficiente como para romper el corazón de cualquier hombre. Cuando un corazón es roto, normalmente no hay problema, pues el dolor puede parar después de que el herido se relaje y piense un poco, pero la forma de romper corazones de estos dos arácnidos puede resultar muchísimo más doloroso que el desamor. Entrar en detalles acerca de la sintomatología de la picadura de estas damas podría llegar a resultar una experiencia nada agradable para el lector de esta columna, especialmente porque no se desea sentir aún más repudio o miedo por estas terroríficas pero hermosas criaturas. Dolor y muerte anuncian los pasos de patas delicadas de estas arañas, tal vez los humanos provocamos ese mismo sentimiento en otros seres vivos con nuestro caminar.

                Miles son los que tienen miedo, ¿qué pasa con los que no tienen miedo? Fanáticos e investigadores de arañas existen ahí afuera, escondidos en sus propios rincones obscuros disfrutando de la semejanza que pueden compartir con las ya mencionadas. Posiblemente solamente haya sido una descarada hipérbole lo dicho hace un momento, pero en algún lugar de este mundo se han reportado muertes de aquellos que decidieron dar un salto en dirección al amor de una araña viuda negra o violinistas. Tanta elegancia engatusa a varios que por el poco cuidado cayeron en el rojo reloj de arena que anuncia muerte por la viuda negra.

                El hogar es imperturbable, en caso de estas pequeñas de ocho patas, aquel que ose molestar en su hogar, será acreedor de un castigo bastante severo. Por un lado tenemos a la viuda negra, la cual prefiere vivir en pequeños rincones tejiendo una tela que servirá como su hogar; mientras que la araña violinista vive en lugares obscuros y calientes, lugares peligrosos para aquel que no le importe colocar una parte de su propio cuerpo en ese lugar. Ante la presencia del peligro, estas pueden actuar de diferente forma, pues mientras que la viuda negra finge morir para ser dejada en su tranquila paz, su contraria atacará sin piedad lo que sea, con movimientos rápidos y deseos de acabar con el enemigo. Por último se puede denotar que los encuentros con estas dos son poco probables, pues si bien la violinista proviene de México, la viuda negra habita principalmente en Estados Unidos, pero jamás está demás el mirar dos veces a esa misteriosa sombra que corrió cerca de la orilla de una pared a altas horas de la noche.


                Desde comezón por todo el cuerpo, hasta el sentimiento de que un insecto corre por la piel desnuda, son los síntomas que provoca el leer un poco sobre dos arañas extremadamente venenosas. El veneno es hermoso cuando se mira el contenedor que lo posee, pero a pesar de que cualquiera puede ser seducido por el miedo provocado en patas de estas dos, siempre se debe de velar por la seguridad de la calma indolora del no enfrentamiento contra una de estas dos pequeñas. Al final siempre se puede hacer la pregunta al aire, no esperando una respuesta ¿Vale más la vida del invasor que del agresor?, y en caso del deseo de responder, también se puede preguntar ¿Quién es el agresor  y quién el invasor?

         Por: Arteaga Estrada Aldo

Columna debió de ser publicada el día 10 de mayo del 2016

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