domingo, 22 de mayo de 2016

La mente del pez dorado

Caña de pescar




Las herramientas que ha producido el hombre lo han llevado a su supervivencia. Desde la prehistoria, con la utilización de la lanza; hasta la invención del internet, para la mejora en sus comunicaciones. Si bien podría considerarse que este último avance no contribuye en gran medida a una supervivencia directa, sí lo hace el hecho de pensar en una supervivencia social: la rapidez del mundo avanza, y es la red una herramienta que permite la eficacia. Lo que en ocasiones olvida el ser humano es que no todo puede realizarse por medio de la red, por más que haya facilitado la realización de muchas actividades. Sin importar la simpleza de éstas, los individuos entrarán en desespero si no pueden hacer uso de sus herramientas, ya que depende en gran medida de ellas.

            Como ya se ha mencionado, las herramientas fueron creadas por el ser humano para poder facilitar ciertas actividades. Las primeras herramientas permitían sustentar una supervivencia próxima, estas herramientas le ayudaban al hombre a cazar o a realizar colectas, así como a la creación de refugios. Con el paso del tiempo, las herramientas fueron evolucionando para pasar de un nivel básico a uno secundario; es decir, de la supervivencia a la mejora en cuanto a calidad de vida, ayudando a los servicios de salud y la comodidad de una casa. Las tecnologías cibernéticas podrían clasificarse dentro de las que responden a una mejora en calidad de vida, como facilitadoras en actividades cotidianas a nivel social: comunicación, investigación, organización… y, gracias al mecanismo del ordenador, basta con un solo clic para poder realizar muchas de las actividades que anteriormente implicaban horas de extenuante trabajo.

            El tiempo pareciera ser crucial en nuestros días. Y es que, las herramientas también pueden jugar en contra su creador. Muchas de las que han sido construidas en las últimas décadas, se dedican única y exclusivamente a reducir tiempos. El hombre, por su parte, en su afán de realizar cualquier actividad en un dos por tres, no cae en cuenta de que no todas las actividades se pueden realizar a la velocidad de un clic; aun cuando se han logrado reducir los tiempos al máximo. Los trámites burocráticos son prueba de ello. Mientras que yéndonos a ejemplos más marcados, el estudio, la interiorización del conocimiento, no se puede garantizar con un simple clic en el ordenador.

            El computador se ha sobreexplotado en su uso, gracias a esa implacable búsqueda que mantiene el ser humano por acelerar tiempos lo más posible. A veces, sin importar cuán simple resulte una tarea, se depende de este artefacto (ya en escritorio, ya en portátil): se toman notas, se escucha música, se observa la hora e inclusive, se hacen operaciones matemáticas simples. El hecho de que estas tecnologías puedan realizar actividades varias por nosotros, puede provocar que se olvide lo simple que se antoja sumar o restar. En ocasiones las operaciones resultan tan complejas que es menester el uso de estos aparatos, pero cuando la simpleza toca a nuestros ojos, éstos están tan acostumbrados a que las herramientas les resuelvan la vida (más que solamente le sirvan como apoyo), que se antoja indescifrable la respuesta a la que, se supone, todos deberían saber llegar.

            Después de todo no hay que olvidar que los ordenadores son herramientas, y que las herramientas están ahí como facilitadores de la existencia. Sin embargo, hablar de facilitadores difiere mucho de hablar de solucionadores. Habrá que tener en cuenta la complejidad que representa cada tarea y considerar si el uso de estos facilitadores no peca de abuso. Finalmente lo que se pretende evitar es que la mente humana no se convierta, por sí misma, en la mente de un pez dorado.


Adriana Gasca L.

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