Caña de pescar
Las herramientas que ha producido el hombre lo han
llevado a su supervivencia. Desde la prehistoria, con la utilización de la
lanza; hasta la invención del internet, para la mejora en sus comunicaciones.
Si bien podría considerarse que este último avance no contribuye en gran medida
a una supervivencia directa, sí lo hace el hecho de pensar en una supervivencia
social: la rapidez del mundo avanza, y es la red una herramienta que permite la
eficacia. Lo que en ocasiones olvida el ser humano es que no todo puede
realizarse por medio de la red, por más que haya facilitado la realización de muchas
actividades. Sin importar la simpleza de éstas, los individuos entrarán en
desespero si no pueden hacer uso de sus herramientas, ya que depende en gran
medida de ellas.
Como
ya se ha mencionado, las herramientas fueron creadas por el ser humano para
poder facilitar ciertas actividades. Las primeras herramientas permitían
sustentar una supervivencia próxima, estas herramientas le ayudaban al hombre a
cazar o a realizar colectas, así como a la creación de refugios. Con el paso
del tiempo, las herramientas fueron evolucionando para pasar de un nivel básico
a uno secundario; es decir, de la supervivencia a la mejora en cuanto a calidad
de vida, ayudando a los servicios de salud y la comodidad de una casa. Las tecnologías
cibernéticas podrían clasificarse dentro de las que responden a una mejora en
calidad de vida, como facilitadoras en actividades cotidianas a nivel social:
comunicación, investigación, organización… y, gracias al mecanismo del
ordenador, basta con un solo clic para poder realizar muchas de las actividades
que anteriormente implicaban horas de extenuante trabajo.
El
tiempo pareciera ser crucial en nuestros días. Y es que, las herramientas
también pueden jugar en contra su creador. Muchas de las que han sido
construidas en las últimas décadas, se dedican única y exclusivamente a reducir
tiempos. El hombre, por su parte, en su afán de realizar cualquier actividad en
un dos por tres, no cae en cuenta de que no todas las actividades se pueden
realizar a la velocidad de un clic; aun cuando se han logrado reducir los
tiempos al máximo. Los trámites burocráticos son prueba de ello. Mientras que
yéndonos a ejemplos más marcados, el estudio, la interiorización del
conocimiento, no se puede garantizar con un simple clic en el ordenador.
El
computador se ha sobreexplotado en su uso, gracias a esa implacable búsqueda que
mantiene el ser humano por acelerar tiempos lo más posible. A veces, sin
importar cuán simple resulte una tarea, se depende de este artefacto (ya en
escritorio, ya en portátil): se toman notas, se escucha música, se observa la
hora e inclusive, se hacen operaciones matemáticas simples. El hecho de que
estas tecnologías puedan realizar actividades varias por nosotros, puede
provocar que se olvide lo simple que se antoja sumar o restar. En ocasiones las
operaciones resultan tan complejas que es menester el uso de estos aparatos,
pero cuando la simpleza toca a nuestros ojos, éstos están tan acostumbrados a
que las herramientas les resuelvan la vida (más que solamente le sirvan como
apoyo), que se antoja indescifrable la respuesta a la que, se supone, todos
deberían saber llegar.
Después
de todo no hay que olvidar que los ordenadores son herramientas, y que las
herramientas están ahí como facilitadores de la existencia. Sin embargo, hablar
de facilitadores difiere mucho de hablar de solucionadores. Habrá que tener en
cuenta la complejidad que representa cada tarea y considerar si el uso de estos
facilitadores no peca de abuso. Finalmente lo que se pretende evitar es que la
mente humana no se convierta, por sí misma, en la mente de un pez dorado.
Adriana Gasca L.
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