Estimado lector, en esta entrega me he tomado la libertad de
interrumpir las narraciones que se la han venido presentando. Considero necesario
aclarar algunos cuantos puntos que pudieron haber quedado como ambiguos
respecto a la naturaleza de este proyecto. Quizá lo había olvidado, pero las pequeñas
historias expuestas son el resultado de una serie de entrevista, las cuales
tiene como único y primordial objetivo conseguir un trabajo, aún no ha llegado
el tiempo de revelar la naturaleza del mismo, pero le aseguro que representa una
oportunidad de oro. Estos relatos han sido generosamente donados por un
servidor, quien espera haber logrado fascinarlo como en un momento lo hicieron
conmigo.
Probablemente, amable lector, había olvidado mi participación,
pero no se angustie ni permita que el remordimiento carcoma su conciencia,
después de todo, los relatos era los principales protagonistas. A propósito de
historias de vida, se ha pedido que enuncie la mía, ya que la persona que
dirige este proyecto considera necesario que usted tenga conocimiento de mi
proceder y de cómo es que termine dedicándome a un trabajo que me ocupa desde
hace ya muchos años. Sin más que añadir,
le ofrezco, de la manera más humilde, mi propia crónica.
Cuando obtuve este empleo yo era un novato sin experiencia
que no sabía realmente lo que estaba haciendo en una corporativa tan famosa, quizá
la más importante. Estaba convencido que comenzaría en el nivel más bajo, sin embargo,
a pocos segundos de firmar mi contrato e ingresar a las oficinas centrales, se
me presento un joven anunciándome que mi oficina se encontraba lista. Fui conducido
al último piso, el cual estaba reservado para los dirigentes de la empresa, me
hicieron entrega de un traje, unos cuantos elementos de oficina y por último,
un par de expedientes.
Eso fue todo, no tuve ninguna clase de curso u orientación acerca
de lo que debía hacer, ni siquiera estaba seguro de cual era mi puesto. Días después
se me anunció que estaría al frente del departamento de Recursos Humanos, o
dicho de otra manera, era el único empleado de esa división. Aquello implicaba
que me encargaría de entrevistar a los candidatos y seleccionar a los que
cumplieran un perfil específico. Junto con esta noticia, recibí una orden en
una pequeña tarjeta, la cual anunciaba: “Pregunta, analiza y aprueba”, del otro
lado estaba escrita la única pregunta que yo realizaría.
Esa misma tarde recibí a los dos primeros candidatos y más
de 10 expedientes nuevos. Si bien me sentía nervioso, cuando las entrevistas
comenzaron todas mis dudas se disiparon, de inmediato me sentí cómodo y me fue
sencillo discriminar entre los contendientes. El trabajo estaba diseñado para
mí, nunca he fallado y ciertamente no me aburro (como lo comente al inicio de
estas entregas). No puedo decir mucho más acerca de mí, no por ahora, pero, queridísimo
lector, si usted aguarda tan solo una semana más, le prometo no decepcionarlo.
Andrea Hernández Álvarez
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