domingo, 22 de mayo de 2016

Retazos de existencia.

Orígenes. Parte 1

Estimado lector, en esta entrega me he tomado la libertad de interrumpir las narraciones que se la han venido presentando. Considero necesario aclarar algunos cuantos puntos que pudieron haber quedado como ambiguos respecto a la naturaleza de este proyecto. Quizá lo había olvidado, pero las pequeñas historias expuestas son el resultado de una serie de entrevista, las cuales tiene como único y primordial objetivo conseguir un trabajo, aún no ha llegado el tiempo de revelar la naturaleza del mismo, pero le aseguro que representa una oportunidad de oro. Estos relatos han sido generosamente donados por un servidor, quien espera haber logrado fascinarlo como en un momento lo hicieron conmigo.

Probablemente, amable lector, había olvidado mi participación, pero no se angustie ni permita que el remordimiento carcoma su conciencia, después de todo, los relatos era los principales protagonistas. A propósito de historias de vida, se ha pedido que enuncie la mía, ya que la persona que dirige este proyecto considera necesario que usted tenga conocimiento de mi proceder y de cómo es que termine dedicándome a un trabajo que me ocupa desde hace ya muchos años.  Sin más que añadir, le ofrezco, de la manera más humilde, mi propia crónica.

Cuando obtuve este empleo yo era un novato sin experiencia que no sabía realmente lo que estaba haciendo en una corporativa tan famosa, quizá la más importante. Estaba convencido que comenzaría en el nivel más bajo, sin embargo, a pocos segundos de firmar mi contrato e ingresar a las oficinas centrales, se me presento un joven anunciándome que mi oficina se encontraba lista. Fui conducido al último piso, el cual estaba reservado para los dirigentes de la empresa, me hicieron entrega de un traje, unos cuantos elementos de oficina y por último, un par de expedientes.

Eso fue todo, no tuve ninguna clase de curso u orientación acerca de lo que debía hacer, ni siquiera estaba seguro de cual era mi puesto. Días después se me anunció que estaría al frente del departamento de Recursos Humanos, o dicho de otra manera, era el único empleado de esa división. Aquello implicaba que me encargaría de entrevistar a los candidatos y seleccionar a los que cumplieran un perfil específico. Junto con esta noticia, recibí una orden en una pequeña tarjeta, la cual anunciaba: “Pregunta, analiza y aprueba”, del otro lado estaba escrita la única pregunta que yo realizaría.

Esa misma tarde recibí a los dos primeros candidatos y más de 10 expedientes nuevos. Si bien me sentía nervioso, cuando las entrevistas comenzaron todas mis dudas se disiparon, de inmediato me sentí cómodo y me fue sencillo discriminar entre los contendientes. El trabajo estaba diseñado para mí, nunca he fallado y ciertamente no me aburro (como lo comente al inicio de estas entregas). No puedo decir mucho más acerca de mí, no por ahora, pero, queridísimo lector, si usted aguarda tan solo una semana más, le prometo no decepcionarlo.

Andrea Hernández Álvarez

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