La guarida del pez dorado
No se puede saber todo sobre todos, ni siquiera de uno
mismo. Bien se puede explicar con la Ventana de Johari que conforma al ser
humano: por un lado, lo que nadie puede saber del individuo, ni siquiera él
mismo; por otro, lo que solamente él sabe; lo que solamente externos pueden
saber y el individuo no; y lo que el individuo sabe de sí mismo y permite que
los demás sepan. La privacidad ha sido crucial para la supervivencia humana,
consiste justamente en esa censura de lo que se permite que el otro sepa. Pero,
¿qué pasa cuando el individuo no se percata de lo que está compartiendo con
externos? Resulta que en ocasiones, el ser humano olvida que la red está sumamente
ligada con la realidad, y olvida también que es necesaria esta censura llamada
privacidad. Es por eso que los “stalkers”,
pueden obtener la información que ansían con una facilidad impresionante. Sin
embargo, este conocimiento de la persona no siempre se utiliza en modo
adecuado, sino que puede resultar en el agravio de quien, sin querer, comparte
su intimidad con el resto.
En la vida real, hay cosas que evitamos
decir en público, cosas que resultan íntimas. Sin embargo, es común ver en las
redes sociales fotografías de eventos importantes del usuario, así como sus
gustos, sus opiniones… Pareciera que la virtualidad quita la seriedad de lo que
se dice, como si quien viera la información que se brinda fuera un confidente
cercano. Se cree, quizás, que no todo el mundo está interesado en lo que se
vive en realidad; mas puede que existan personas que, interesadas en la
persona, no les cueste demasiado obtener información. Es posible que más que un
descuido, se trate de una fama tácita que se quiere encontrar en una realidad
virtual, que creemos más bien un juego.
No
obstante, el juego es lo que hacen los acosadores virtuales que buscan
información gracias a los medios virtuales, ésa es precisamente la definición
de un stalker. El juego del stalker consiste en saber todo lo
posible de una persona en unos cuantos minutos. Por supuesto que los stalkers podemos ser cualquiera desde el
momento en que nos vemos interesados en una persona a la que no conocemos en
demasía. Seguramente en sus redes sociales se encontrarán datos como sus gustos
o fechas importantes. Mientras esa información solamente puede utilizarse como
era introducción al conocimiento de la persona en cuestión, hay que considerar
que igualmente existen los stalkers
profesionales, aquellos que hasta podrían jactarse de ser hackers. Estas
personas tienen la capacidad de saber todo sobre la vida que se propongan, mas
aún cabe preguntarse cuánto les estamos facilitando el trabajo.
Seguramente
la nueva pregunta data del trabajo que éstos tienen. Pues bien, a veces se
antoja más cómodo saber direcciones, teléfonos, familiares… por medio de la virtualidad.
Esta información puede resultar útil para grupos delictivos, fuera y dentro de
la realidad virtual. Se han dado casos de secuestros a partir de este medio,
por ejemplo. Asimismo, la información que se obtiene de los perfiles de las
redes sociales, permite ubicar a familiares cercanos y hablarles de eventos
relevantes en la vida del individuo y, gracias a ello, realizar estafas
importantes. Después de todo, la transparencia de una persona ya no depende tanto
de sus confidencias.
En
ocasiones, el adivinar la vida de una persona basta con un simple clic. Por lo
regular, la gente se olvida de que lo que se publica en una red social,
efectivamente resulta público. Lo complicado viene cuando no se sabe qué clase
de “público” verá la información. Se debe tener en cuenta el riesgo que puede
causar la no utilización de esta privacidad virtual. Acaso, por más que se
proteja la información y por más que trate de censurarse, habrá personas
hábiles que puedan llegar a lo más recóndito de nuestra existencia gracias a
esta realidad virtual que no creemos tan real. Pero es de suma importancia
comprender que, así como no le mostramos nuestra identificación a cualquier
extraño en la calle, hay cosas que en la red se deben callar.
Adriana Gasca L.
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