Batallas
eternas, guerras sin fin, ¿cuándo esto acabará? Tantas batallas se han escrito en
las páginas de la historia de la humanidad, teniendo como punto de partida una discusión
principal o un punto por el cual se pelea. En ocasiones las batallas no son
bastante justas, pues hay un bando que por sobre todo tiene el poder mayor para
sublimar a la fuerza contraria. En el caso del insecto del cual se hablará en
esta columna, un escarabajo que pelea por razones desconocidas dentro de las
casas será presentado. Pero realmente, ¿su batalla realmente debería de ser
librada contra ese enemigo? ¿No será acaso un ser más poderoso el cual le
tiende una trampa aun sin querer? ¿Acaso el humano tendrá un poco de culpa
dentro de esta disputa del centenario?
Soldado en contra de la opresión paredal |
¿Con cuántos
nombres se puede conocer a un simple insecto? Jicotillo, mayate, escarabajo
ciego, tantos nombres puede tener aquel que entra a invadir la casa humana con
maléficas intenciones, asesinar. Pero no se debe de tener bastante cuidado,
tampoco resguardar a los niños dentro del bunker nuclear debajo del sótano de
la casa, en cambio, la presa de este volador ruidoso son las paredes. Él no
dudará ni un poco en usar la enorme fuerza de todo su cuerpo ovalado para
golpear con impresionante fuerza la pared, en busca de derribar la misma y ser
un orgullo para los de su clase. Pocos, si no es que ninguno lo han logrado,
pero los suficientes lo han intentado sin cesar hasta caer en vergüenza sobre
su parte trasera y quedar totalmente en desventaja ante su enemigo.
La vergüenza
trae la muerte. En caso de la batalla que se libra dentro de la casa humana,
todo está en contra de éstos escarabajos, la pared es muy dura, la luz es muy
brillante, la bota es muy grande. Amigos jicotillos caen muertos uno tras otro
antes las condiciones poco favorables que en su guerra encuentran, embarrados
en el piso después de que su única debilidad les jugase su última oportunidad.
Algunos otros tienen una última oportunidad para desertar en su guerra del
centenario, pues una mano al contrario de la bota los ayuda a buscar la
libertad, la puerta o ventana de la salvación, del hogar.
Vergüenza
deberían de tener aquellos que se alían con las paredes. Al final la culpa de
la muerte del escarabajo derrumba-paredes no es suya, ni de su enemiga, si no
de aquel que confabula con la pared para detener el zumbido del grito de guerra
que anuncia el mayate; aprovechando su debilidad, su momento de desesperación,
su imploración de ayuda, su vergüenza, para así acabar con su vida, creyendo
que así se elimina el ruido. Por otro lado dichoso será aquel que con la mano
desnuda o junto a una herramienta se alíe al insecto ciego y lo lleve a la
gloria del aire fresco, pues si acaso todavía no es claro, estos pequeños son
atraídos por la luz blanca reflejada en la pared iluminada por la noche, son
atraídos por el ejecutor que no los desea por simplemente existir.
El
trabajo de un simple hombre, tratando de hacer a hombres no tan simples a
entender que los simples insectos, son amigos, no es tan simple. Desde el
inicio de ésta serie de columnas miercolecinas, un simple hombre ha tratado de
mostrar la belleza de insectos que por su apariencia son repudiados, pero en
este caso se apela a algo distinto, la debilidad de aquel que cae pidiendo
ayuda y siendo visto como un simple foco de ruido, es muerto por cualquiera que
n lo piensa dos veces. Por una vez se pide ponerse en las seis patas que aquel,
atraído por culpa de la vida nocturna del humano, muere desesperado buscando
reincorporarse a la tierra. Se pide, por el amor a la diversión espontanea que
conlleva ver a un bichito azotarse en una pared, la piedad del ser racional que
puede ayudar a uno que no lo es, manteniendo consigo, la honra de no atacar al
desvalido sea o no humano.
Enemigo casi natural del jicotillo Por: Aldo Arteaga Estrada |
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