domingo, 1 de mayo de 2016

La mente del pez dorado

La vida en el arrecife



El “mundo globalizado” ha dado mucho de qué hablar. Ciertamente, este tema se ha convertido en un debate acalorado dentro de los últimos años, en lo que respecta a su beneficio o perjuicio sobre la vida humana. Sin embargo, pese a la actualidad de dicha palabra y la cotidianidad de su uso, muchas veces se desconoce lo que realmente es, y el hecho de que los medios audiovisuales han favorecido demasiado esta realidad en la que nos encontramos, rodeándonos sin remedio de pruebas contundentes de su existencia.

La existencia de la globalización presume su inicio desde las conquistas: un terreno conquistado y explotado, un imperio satisfecho y explotador por la expansión de su terreno y por las riquezas obtenidas. Entonces, se podría aseverar la exclusividad económica de este fenómeno. Por un lado, en la actualidad, empresas que simulan grandes imperios, emigran a países extranjeros donde la producción resulta más barata y los precios del mercado más caros. Por otro lado, tanto la a migración antigua como la actual, traen consigo una transportación no sólo económica sino cultural, en la que ambas culturas se pierden y se mezclan hasta encontrar un equilibrio social.

            Equilibrio social en el que, por supuesto, la sociedad imperante comanda desde un inicio. Actualmente, pareciera que la presencia física de esa sociedad imperante dentro de una nueva cultura no es totalmente necesaria para este fenómeno particular de la globalización. Y es que, los medios audiovisuales se han encargado de que la presencia de las empresas no sea el único detonante de compra, venta e imitación cultural. Ahora también existen los comerciales, donde tanto modas, como productos, acentos y comportamientos, se implantan en nuestros cerebros como gusanos de los que no nos podemos deshacer.

            Esos gusanos aconsejan nuestro comportamiento diario. Por una parte, los productos que compramos son preestablecidos por una marca lo suficientemente famosa y, en general, extranjera. La comida rápida, influencias de la sociedad imperante actual, así como las películas que se consumen. El ejemplo más claro es la vestimenta: aun con pequeñas variantes, en cualquier país que tenga acceso a las telecomunicaciones seguramente se vestirá de un modo similar a cualquier otra persona en el mundo. Después de todo, no me atrevería a asegurar que hay sociedades puras.

            Inclusive las sociedades indígenas originarias de algún sitio, han tenido influencias de sus antiguos. La imitación y apropiación de costumbres parecieran ser lo único puro en los seres humanos. Lo que cabe rescatar es que pese a esta imitación globalizada y los cambios que se sufren en realidad se adaptan según el contexto y que, si bien han surgido monopolios empresariales, sin importar la invención de un idioma universal, o que el mestizaje ya no resulte un problema tan conflictivo, aún falta mucho para conseguir un monopolio socio-cultural.

Adriana Gasca L.

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