La vida en el arrecife
El “mundo globalizado” ha dado mucho de qué hablar.
Ciertamente, este tema se ha convertido en un debate acalorado dentro de los
últimos años, en lo que respecta a su beneficio o perjuicio sobre la vida
humana. Sin embargo, pese a la actualidad de dicha palabra y la cotidianidad de
su uso, muchas veces se desconoce lo que realmente es, y el hecho de que los
medios audiovisuales han favorecido demasiado esta realidad en la que nos
encontramos, rodeándonos sin remedio de pruebas contundentes de su existencia.
La existencia de la globalización presume
su inicio desde las conquistas: un terreno conquistado y explotado, un imperio
satisfecho y explotador por la expansión de su terreno y por las riquezas
obtenidas. Entonces, se podría aseverar la exclusividad económica de este
fenómeno. Por un lado, en la actualidad, empresas que simulan grandes imperios,
emigran a países extranjeros donde la producción resulta más barata y los
precios del mercado más caros. Por otro lado, tanto la a migración antigua como
la actual, traen consigo una transportación no sólo económica sino cultural, en
la que ambas culturas se pierden y se mezclan hasta encontrar un equilibrio
social.
Equilibrio
social en el que, por supuesto, la sociedad imperante comanda desde un inicio.
Actualmente, pareciera que la presencia física de esa sociedad imperante dentro
de una nueva cultura no es totalmente necesaria para este fenómeno particular
de la globalización. Y es que, los medios audiovisuales se han encargado de que
la presencia de las empresas no sea el único detonante de compra, venta e
imitación cultural. Ahora también existen los comerciales, donde tanto modas,
como productos, acentos y comportamientos, se implantan en nuestros cerebros
como gusanos de los que no nos podemos deshacer.
Esos
gusanos aconsejan nuestro comportamiento diario. Por una parte, los productos
que compramos son preestablecidos por una marca lo suficientemente famosa y, en
general, extranjera. La comida rápida, influencias de la sociedad imperante
actual, así como las películas que se consumen. El ejemplo más claro es la
vestimenta: aun con pequeñas variantes, en cualquier país que tenga acceso a
las telecomunicaciones seguramente se vestirá de un modo similar a cualquier
otra persona en el mundo. Después de todo, no me atrevería a asegurar que hay
sociedades puras.
Inclusive
las sociedades indígenas originarias de algún sitio, han tenido influencias de
sus antiguos. La imitación y apropiación de costumbres parecieran ser lo único
puro en los seres humanos. Lo que cabe rescatar es que pese a esta imitación
globalizada y los cambios que se sufren en realidad se adaptan según el
contexto y que, si bien han surgido monopolios empresariales, sin importar la
invención de un idioma universal, o que el mestizaje ya no resulte un problema
tan conflictivo, aún falta mucho para conseguir un monopolio socio-cultural.
Adriana Gasca L.
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