Una carta para el pez dorado
Se ha dicho que el español es un idioma más complejo
que el inglés. Existen razones para no afirmar lo contrario: por un lado las variantes
verbales; la presencia de las tildes (tal vez no tan complejas ni tantas como
en el francés); asimismo, no se pueden dejar de lado las concordancias de
género y número, y los escollos gramaticales. Debido a ello, el idioma español
es complejo por sí mismo, entonces su ortografía lo es también. Los mismos
hispanohablantes, sin embargo, se preocupan poco por la ortografía en la
actualidad. Ésta se convirtió en un problema secundario cuando los celulares limitaron
el número de caracteres a enviar y que, por ser creados en un país de habla
inglesa, las tildes y demás signos eran inexistentes. No obstante, aunque los
mensajes ya pueden realizarse de la manera adecuada, se siguen esparciendo
estas formas de abreviaturas, sin importar que haya campañas contrarias
igualmente virales, y pareciera que esta contaminación de la lengua no puede
ser frenada.
Bien
es sabido que el uso hace a la lengua. Es decir que la lengua puede modificarse
según el modo en la utilización de determinadas palabras. Tal es el caso de la
evolución de género en la palabra “calor”, donde con antelación el uso se
refería al femenino, para luego abrirse paso al uso masculino. Ejemplos como
este hay muchos que sustentan la teoría primera; sin embargo, cabe resaltar que
el modo escrito es algo complejo. Se supone que las grafías sirven para
diferenciar el sentido que la oración guarda; es decir, “a” y “ha” no significan
lo mismo en ningún momento. La importancia gráfica de las palabras es sumamente
alta, pero esta importancia se vio menguada cuando los celulares cumplieron con
la función de enviar texto. Como ya se
ha mencionado, los textos tenían un número limitado de caracteres a enviar;
entonces, si se quería hacer una conjugación compuesta con “ha”, la hache
parecía innecesaria. Palabras como “que” o “qué” se redujeron a la simple
utilización de la q, para luego ser sustituida por la letra “k”, en una última
transformación sin mucho sentido lógico. De cierta manera, la interpretación de
estas abreviaturas implicaba un conocimiento alto de la pragmática[i]
por parte del destinatario, ya que era imprescindible saber en qué casos diferenciar
la utilización de una palabra que se representaba exactamente igual.
Por otro lado, los usos abreviados no
cesaron aun después de la creación de las redes sociales y chats, donde la
completud podía ser utilizada sin problema. Es posible que se deba a la
facilidad y rapidez que estas abreviaturas podían guardar. Inclusive, las
variaciones que sufrieron las “q” por las “k” se llegaron a complementar en
distintos modos, exceptuando el convencional. Es decir, el espacio que brindaba
este nuevo medio comunicativo permitía un complemento que en lugar de ser utilizado
por escribir la palabra “que” en su totalidad, se escribió de distintos modos
como “khe” o “kha”; a esto se le llamará “abreviaturas extensas”. En éstas, lo
único que se comparte con la palabra original es el sonido y la significación,
mas nunca el sentido estricto de la palabra en su modo gráfico. Posteriormente,
con el surgimiento de los memes y la opción de compartirlos con el mundo, diversos
tipos de “abreviaturas extensas” se esparcieron con ellos, dejando de lado las
reglas convencionales que la lengua mantenía.
Para
combatir la existente pandemia ortográfica, nuevos memes y campañas salieron a
la luz. Se trata de una pandemia tan arraigada que inclusive, por un tiempo,
surgió una palabra coloquial que describía el uso excesivo de estas “abreviaturas
extensas”: “moxo”. Tras investigar el surgimiento, se habla de personas que
utilizaban dicha abreviatura para referirse a “hermoso”. Los “moxos”, a los que
aquí se refiere, hacían uso de letras mayúsculas y números para darle cierta “hermosura”
a sus usos de la lengua. La moda ha menguado en gran medida por las campañas
ortográficas que infunden presión social en quienes utilizan aún estas formas
inadecuadas. Se trata de una lucha encarnizada. Por un lado existen los bombardeos del uso
incorrecto y, por el otro, los ortodoxos que iniciaron una especie de
contrataque ante esas atrocidades léxicas.
Una guerra que no tendría fundamentos
lógicos si estos usos no se filtraran a lo formal. Y es que las “abreviaturas
extensas” se abrieron paso hasta generar una confusión para los usos correctos
de la lengua. Hay que tener en cuenta, entonces, que no siempre se debe hablar
en modo coloquial y que para evitar que estas “abreviaturas extensas” invadan
el léxico formal, se debe guardar una ortografía básica que por lo menos brinde
una guía para la escritura fuera de las redes sociales. Si bien las variantes
son aceptadas por la RAE y diversas instituciones dedicadas al estudio de la
lengua, también se debe considerar que no es conveniente profanar el uso
adecuado de ésta. De algún modo u otro, debe pensarse a la lengua escrita según
la seriedad que se merece, y no olvidar nunca que, finalmente, el uso que se le
dé terminará por definir al individuo, primero, y luego a la sociedad.
Adriana Gasca L.
[i] La pragmática es la rama de la
lingüística que se dedica al estudio de la lengua, no a partir del significado
literal de lo que se dice; sino a la significación que tiene lo que se dice
respondiendo a un contexto determinado.
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