domingo, 29 de mayo de 2016

La mente del pez dorado

Una carta para el pez dorado



Se ha dicho que el español es un idioma más complejo que el inglés. Existen razones para no afirmar lo contrario: por un lado las variantes verbales; la presencia de las tildes (tal vez no tan complejas ni tantas como en el francés); asimismo, no se pueden dejar de lado las concordancias de género y número, y los escollos gramaticales. Debido a ello, el idioma español es complejo por sí mismo, entonces su ortografía lo es también. Los mismos hispanohablantes, sin embargo, se preocupan poco por la ortografía en la actualidad. Ésta se convirtió en un problema secundario cuando los celulares limitaron el número de caracteres a enviar y que, por ser creados en un país de habla inglesa, las tildes y demás signos eran inexistentes. No obstante, aunque los mensajes ya pueden realizarse de la manera adecuada, se siguen esparciendo estas formas de abreviaturas, sin importar que haya campañas contrarias igualmente virales, y pareciera que esta contaminación de la lengua no puede ser frenada.

            Bien es sabido que el uso hace a la lengua. Es decir que la lengua puede modificarse según el modo en la utilización de determinadas palabras. Tal es el caso de la evolución de género en la palabra “calor”, donde con antelación el uso se refería al femenino, para luego abrirse paso al uso masculino. Ejemplos como este hay muchos que sustentan la teoría primera; sin embargo, cabe resaltar que el modo escrito es algo complejo. Se supone que las grafías sirven para diferenciar el sentido que la oración guarda; es decir, “a” y “ha” no significan lo mismo en ningún momento. La importancia gráfica de las palabras es sumamente alta, pero esta importancia se vio menguada cuando los celulares cumplieron con la función de enviar texto.  Como ya se ha mencionado, los textos tenían un número limitado de caracteres a enviar; entonces, si se quería hacer una conjugación compuesta con “ha”, la hache parecía innecesaria. Palabras como “que” o “qué” se redujeron a la simple utilización de la q, para luego ser sustituida por la letra “k”, en una última transformación sin mucho sentido lógico. De cierta manera, la interpretación de estas abreviaturas implicaba un conocimiento alto de la pragmática[i] por parte del destinatario, ya que era imprescindible saber en qué casos diferenciar la utilización de una palabra que se representaba exactamente igual.

Por otro lado, los usos abreviados no cesaron aun después de la creación de las redes sociales y chats, donde la completud podía ser utilizada sin problema. Es posible que se deba a la facilidad y rapidez que estas abreviaturas podían guardar. Inclusive, las variaciones que sufrieron las “q” por las “k” se llegaron a complementar en distintos modos, exceptuando el convencional. Es decir, el espacio que brindaba este nuevo medio comunicativo permitía un complemento que en lugar de ser utilizado por escribir la palabra “que” en su totalidad, se escribió de distintos modos como “khe” o “kha”; a esto se le llamará “abreviaturas extensas”. En éstas, lo único que se comparte con la palabra original es el sonido y la significación, mas nunca el sentido estricto de la palabra en su modo gráfico. Posteriormente, con el surgimiento de los memes y la opción de compartirlos con el mundo, diversos tipos de “abreviaturas extensas” se esparcieron con ellos, dejando de lado las reglas convencionales que la lengua mantenía.

            Para combatir la existente pandemia ortográfica, nuevos memes y campañas salieron a la luz. Se trata de una pandemia tan arraigada que inclusive, por un tiempo, surgió una palabra coloquial que describía el uso excesivo de estas “abreviaturas extensas”: “moxo”. Tras investigar el surgimiento, se habla de personas que utilizaban dicha abreviatura para referirse a “hermoso”. Los “moxos”, a los que aquí se refiere, hacían uso de letras mayúsculas y números para darle cierta “hermosura” a sus usos de la lengua. La moda ha menguado en gran medida por las campañas ortográficas que infunden presión social en quienes utilizan aún estas formas inadecuadas. Se trata de una lucha encarnizada.  Por un lado existen los bombardeos del uso incorrecto y, por el otro, los ortodoxos que iniciaron una especie de contrataque ante esas atrocidades léxicas.

Una guerra que no tendría fundamentos lógicos si estos usos no se filtraran a lo formal. Y es que las “abreviaturas extensas” se abrieron paso hasta generar una confusión para los usos correctos de la lengua. Hay que tener en cuenta, entonces, que no siempre se debe hablar en modo coloquial y que para evitar que estas “abreviaturas extensas” invadan el léxico formal, se debe guardar una ortografía básica que por lo menos brinde una guía para la escritura fuera de las redes sociales. Si bien las variantes son aceptadas por la RAE y diversas instituciones dedicadas al estudio de la lengua, también se debe considerar que no es conveniente profanar el uso adecuado de ésta. De algún modo u otro, debe pensarse a la lengua escrita según la seriedad que se merece, y no olvidar nunca que, finalmente, el uso que se le dé terminará por definir al individuo, primero, y luego a la sociedad.

Adriana Gasca L.



[i] La pragmática es la rama de la lingüística que se dedica al estudio de la lengua, no a partir del significado literal de lo que se dice; sino a la significación que tiene lo que se dice respondiendo a un contexto determinado.

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