Hola amigos, han sido semana más que vertiginosas, con noticias y acontecimientos que hacen cimbrar nuestras mentes y que usualmente nos invitan a la reflexión. Sé que hace una semana en mi columna inacabada hablé a favor del derecho de huelga, pero aclarando de algún modo que mi postura no era a favor, sino neutra. Sinceramente prefiero mantenerme alejado del conflicto y continuar con la crónica del concierto al que asistí y al cual me fue más cómodo ir debido a la suspensión de actividades académicas. Simplemente puedo decir que me encuentro confundido, pero no sorprendido. No sería la primera vez que un movimiento obrero o de trabajadores resultará más bien en un tentáculo del gobierno de ultra derecha. En fin, como todos yo sólo me encuentro a la expectativa, sólo observo uno a uno los movimientos y trato de comprender su porqué, a veces fallando terriblemente. Esperemos que el conflicto termine de la forma más justa y no se tenga que recurrir a sacrificios económicos significativos.
Continuando con la historia: Mi amigo decidió bien y nos lanzamos a la incertidumbre. Durante todo el día antes del evento me dediqué a conseguir un ride que nos pudiera dejar en un punto cercano al deportivo Lomas Altas. Para nuestra fortuna el ride estuvo a pedir de boca, se trataba de un tipo agradable, de unos veinte años al cual, entre otras cosas, le fascinaban los deportes extremos como el alpinismo, también estaba en planes de montar una cafetería; todo un emprendedor el muchacho, mientras nosotros sólo eramos dos pránganas con la urgencia de ver a una de sus bandas favoritas, sin otros pensamientos de porvenir más que aquellos, los de la ansiada escucha del domingo por la noche. El joven emprendedor apeó su camioneta y nos dejó justo en la entrada del evento, sin importarle desviar su el camino hacia su propio destino. Lo habíamos conseguido y había sido más fácil de lo que pensamos. El deportivo Lomas Altas se encontraba ante nosotros, en una avenida tan concurrida como inclinada, la cual no parecía tener fin. Nos encontrábamos en algún punto cercano a Santa Fe. Listos para entrar, pasamos primero por una concurrida zona militar para llegar a los respectivos filtros donde te cambian tu boleto por una pulsera y revisan tus bolsillos para cerciorarse de que no seas un terrorista psicópata o en su defecto, un toxicómano menor.
Uno de los puntos que más nos preocupaban a la hora de llegar al evento era el de encontrarnos con otros amigos, los cuales fueron afortunados e inteligentes al apartar con tiempo su transporte redondo. Teníamos el plan de encontrarnos en la entrada a las dos de la tarde, pero cómicamente los encontramos de inmediato a unos metros del dichoso filtro de psiconáutas. Ellos serían también nuestra salvación, pues habían especulado de la posibilidad de un hospedaje en la noche del primer día del evento y efectivamente así fue, nos salvaron. Se trataba de un viejo amigo con el cual he compartido gustos tanto musicales como literarios desde hace algún tiempo e iba a compañado de otro colega, al cual había conocido hace apenas unos días, su nombre no era Manolo, pero así le decíamos todos. Fue grato conocerle y darse cuenta que en la ciudad y en el país hay una cantidad nada despreciable de melómanos, cuyo interés musical gira en torno a otras cosas aparte de los despliegues virtuosos o las ejecuciones acrobáticas. Dos días antes del evento me dejó ver algunos de sus viniles más preciados, entre los cuales puedo recordar algunos de This Mortal Coil, His Name Is Alive y Cristhian Death. Decidimos emprender un viaje de exploración alrededor del evento, sería cosa fácil, el lugar era más pequeño de lo que habíamos imaginado y apenas estaba por comenzar la primer banda (Eran casi las dos de la tarde). Procuramos estar juntos, pues sabíamos que dentro de algunas horas y al oscurecer habría una concurrencia mayor y sería más fácil perdernos. No fue posible, todos en algún momento nos dispersamos entre la masa, pero es cosa normal en los festivales.
Nos acercamos a donde se encontraban los dos escenarios principales, uno al lado del otro. Fue así como pudimos percatarnos que se trataría de una jornada de música continúa, la cual tendría al público desplazándose de izquierda a derecha para ver a las bandas que ahí se presenten. También había otro escenario, a unos metros de ahí en lo que parecía ser una especie de ruedo para caballos. Nos sentamos y observamos el panorama, la gente se encontraba totalmente relajada, de momentos parecía más un evento de productos artesanales con picnic que un festival. La primer banda en abrir canceló, se trataba de Haciendo el mal, una agrupación que tuve la oportunidad de ver en octubre del año pasado, pues fueron teloneras de CocoRosie en el teatro blanquita. Su propuesta me pareció interesante, pero de ratos aburrida, fueron quizás las ansias por escuchar a las hermanas Bianca y Sierra lo que no me permitió hacer una escucha más objetiva. Su cancelación se debió a un problema familiar o de saluda de uno de los integrantes, una lástima. Tuve la fortuna de poder dejar mis cosas encima de una food truck que se encontraba en la zona de comida. Los dueños del changarro móvil fueron bastante amables, pero me hicieron prometer que comería de lo lo que vendían por dejarme guardar mis cosas sobre su vehículo, promesa que no cumplí. Fui de regresó a donde los dos escenarios y ya estaba comenzando una de las bandas, se trataba de Camera, una agrupación que desconocía y que me dejó bastante satisfecho, con la esperanza de que los siguientes actos estarían orientados hacia una experimentación similar. Su sonido me recordó a bandas de Krauthrock como Can o Neu!. Todo parece ir viento en popa.
Después de eso, decidimos acercarnos más al escenario, fue sorpresiva la presentación del dueto (Sic), la cual dejó atónito a más de uno con su mezcla de sonidos industriales y voces/gritos guturales muy al estilo de Naked City o de agrupaciones mexicanas como La Función de Repulsa. Fue divertido ver a lo que parecían ser dos chicos en ácido en el público, algo malviajados por la ruidosa y aplastante presentación. Fue quizás la carencia de melodías alegres lo que ocasionó su mala experiencia, aún así muchos de los presentes supieron escuchar y dar su justo lugar al peculiar duo, oriundo de la ciudad de México, el cual no se presentaba en el festival sólo por que sí. En el escenario contiguo apareció después otra banda, Aloa Input, la cual no fue muy de nuestro agrado y decidimos dispersarnos a ver si encontrábamos algo mejor. La banda era demasiado alegre y fresca para lo que acabábamos de escuchar, todos tomamos caminos dispersos, el atardecer se aproximaba y Low se encargaría de musicalizarlo, fue ahí cuando nos reunimos de nuevo. La legendaria banda de Estados Unidos decidió tocar un setlist más bien relajado, pero el cual no dejó insatisfechos a sus fans, fue bastante emotivo y dejó preparado el terreno para lo que vendría.
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