Estrella
10.
Barakamon, "Persona llena de energía"
“¿Qué significa ser uno mismo? Diferenciarse de los demás”, es lo que vi escrito en una revista de aquella tienda, resaltando en la portada. ¿Qué significa ser uno mismo? Es algo que no me preocupaba cuando era un niño, no me importaba enojarme cuando las cosas no salían como quería y honestamente decir cuando algo me gustaba. Pero cambiamos con el tiempo, al igual que las cosas que queremos proteger.
Desde algo que no necesita ser explicado, hasta actuar para ser aceptados. Cuanto más crecemos tendemos a ser criaturas con más arrepentimientos. Pero aun así, incluso así, hay algo que aprender de todo ello. Es por eso que estoy siendo yo mismo y tú sigues siendo tú. No tenemos que empezar de nuevo para poder encontrarlo. Después de todo yo no soy como tú, así como tú no eres como yo. Siendo diferentes y tomándonos de las manos; así es como funciona.
Me pregunto ¿qué significa ser uno mismo? Tenemos algo irremplazable. No hay nada malo en una vida en constante cambio.
--1:30 de la canción de inicio de Barakamon “Rashisa”,
interpretada por Super Beaver.
Me supongo
que en cualquier disciplina, pero necesariamente debe ser la escritura uno de
los escaños complicados de escalar y encima de ello, permanecer. Es necesario
mucho trabajo duro, esfuerzo y constante práctica. Entonces el respetado lector
que venga de pasada por acá entenderá la frustración y el estrés inmiscuido en
un ejercicio como la redacción. Habrán ocasiones en las cuales uno tenga la
necesidad de recostarse en su cama, hacerse bolita y comenzar a sudar por los
ojos; de pensar en rendirse o incluso posponer tareas complejas, como, sólo por
poner un ejemplo, una columna semanal. ¿No dan unas gigantescas ganas de volver
a la infancia? Ser niño representaba vivir sin preocupación alguna en el mundo,
jugar todo el día y vivir pensando apresuradamente en la adultez, como una
especie de sueño inalcanzable. Pues una vez que llega ese suceso tan inesperado,
¿qué se supone que hay por hacer? ¿Incluso los propios adultos sabrán la
respuesta de esa pregunta existencial?
Barakamon,
bajo el género de shonen, comedia y slice of life; es un manga, escrito e
ilustrado por Satsuki Yoshino, todavía en emisión. Además se lanzó un anime en
el verano del año 2014, salido del estudio Kinema Citrus (Tokio Magnitude 8.0);
sumamente corto al abarcar una sola temporada de sólo 12 episodios y sin espera
de una segunda entrega, lamentablemente. Sin embargo, al ser considerado uno de
los títulos recientes de estas series japonesas, es necesario resaltar las
diferencias que lo hacen relucir de sus contemporáneos. La historia retrata la
llegada de Seishuu Handa, un calígrafo profesional de apenas 23 años, a una de las
Islas Gotō, un ambiente pueblerino totalmente opuesto a la concentración urbana
de Tokio, su antiguo hogar. Handa ha sido mandado a esa isla por órdenes de su padre,
después de haber cometido el desfiguro de golpear a una autoridad predominante
en el mundo de la caligrafía, solamente por recibir una mala crítica y señalar
su estilo como aburrido, mediocre y falto de personalidad. Después de recibir
una opinión tan mala y devastadora, decide aislarse de todo y todos, para
dedicarse a su caligrafía.
¿Y
ya? Pues uno puede pensar que no hay sinopsis más aburrida como ésta. Detenerse
a observar caligrafía ajena y contraria a la occidental, como lo es la
japonesa, podría ser algo poco atractivo para el consumidor de habla hispana,
con letra molde como la de ahorita mismo. Una profesión… prácticamente inexistente
en occidente resulta digna de admiración; además, con un protagonista tan
serio, estresado, caprichoso y sumamente recto, es curioso toparse con momentos
en los que consiguen arrancarte una clara e inevitable risa, sí o sí. Entonces,
es hora de decir que este anime no lo debe todo a Handa y sus increíbles
esfuerzos por hacerse de un estilo propio. La isla no es nada parecido a una
ciudad sobrepoblada como Tokio, sin embargo en ella reside un pueblo pequeño y
muy unido. Los habitantes reciben al “maestro” como si ya lo hubiesen conocido mucho
tiempo antes y desde el principio tratan de incluirlo en sus círculos sociales.
Mediante la interacción (oportuna o no deseada) de estos personajes, el
protagonista aprenderá de diversas experiencias que nunca antes pudo tener,
gracias a la sobreprotección de sus parientes y el entorno urbano que lo
asfixiaba. Descubrirá que no sólo su caligrafía mejorará, sino también su
propia integridad humana y su sentido en la vida misma.
La agradable sorpresa de encontrarse con una fuente limitada de diversión y relajación es gracias a la buena vibra que esta serie esparce sobre cualquier público. No es una serie llena de sangre, conflictos y fanservice. El elemento reprobable de lolicon se hace totalmente a un lado aquí, a pesar de tener elementos infantiles como coprotagonistas. Y resta un humor blanco, que ni uno mismo sabía que necesitara alguna vez en su vida. En ningún episodio llega a pensar uno en la falta o el simple relleno en la historia. Las risas, la reflexión y los cambios están ajustados correctamente e incluso podría ser que el mismo anime genere una introspección personal en cada consumidor, pensándose como una “persona llena de energía”, como el título traducido trata de transmitir. Tanto Handa como uno mismo presencia las pequeñas y cotidianas aventuras de los habitantes, logrando un lugar espiritual, algo parecido a un locus amoenus individual, término referenciado a un lugar idealizado, apartado del ruido y de distracciones; y repleto de encanto. Todo es como recostarse en esa silla de masajes que están en algún lugar de los supermercados, cerrar los ojos y presenciarlo… esa animación de colores tan suaves y detalles resaltados, como el cabello y la eterna belleza del mar; la voz de Daisuke Ono, exasperándose con las voces cristalinas de niños de verdad; y la tenue acústica, que entra en la misma trama, llena de entretenimiento ligero pero de gran calidad. Finalmente, saber que nada mal puede haber en este mundo y que la felicidad está a la vuelta de la esquina.
Naru Kotoishi
Como
si esto fuera un platillo y un servidor fuera su chef, el principal ingrediente
se guarda celosamente hasta el desenlace y/o la entrega del servicio. En Barakamon
este elemento tiene por nombre Naru Kotoishi, una pequeña y simpática niña de
tan sólo siete años. Sin mencionarla a ella es como hacer una reseña de un
anime genérico, sin situaciones sosas y personajes estereotipados, o sea, como
algo sin sentido y sin razón. La pequeña infante hace esta serie lo que es, su tierna
voz, el diseño cristalino de su personaje, la esencia de la personalidad de acuerdo
a su edad y, sobre todo, la interacción que mantiene con un hombre como Handa,
es lo que resulta en un título optimista, ameno y de buen gusto, sin tener que
recurrir a personajes totalmente atractivos, escenas eróticas y seriedad
absoluta. Esto llega, susurrando suavemente al oído de uno, diciendo “No te
tomes la vida tan en serio”. Divertirse, impresionarse y convivir con los
pequeños componentes de la vida, ser feliz y dejar la preocupación a un lado,
sin darle muchas vueltas al asunto.
Barakamon
te enseña a ser un niño otra vez.
No estoy seguro. Ahora mismo estoy completamente a ciegas, pero tarde o temprano, encontraré la luz.
10/10
NBA
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