Los cuentos infantiles no son exclusivos
para los niños ya que, si leemos con atención, en ellos podemos encontrar
lecciones incluso para los adultos más maduros y experimentados porque, como
bien dicen, nunca es tarde para aprender. Entre los cuentistas infantiles más
reconocidos encontramos al señor Hans Christian Andersen, un danés a quien el
paso del tiempo y el peso de la fama de sus cuentos ha ido dejando un poco en
la sombra; para quienes no lo conozcan por nombre, posiblemente les resulte
familiar al saber que él escribió cuentos clásicos como El patito feo, Pulgarcita
y El soldadito de plomo. A pesar de
que nació en el siglo XIX y vivió en una época distinta a la nuestra, en sus
cuentos podemos encontrar casos típicos de la Friendzone, aunque cuando Andersen
escribió sus historias seguramente no lo hizo con eso en mente y el termino como
tal ni siquiera se había inventado.
El caso más conocido entre los que
Andersen recopiló en sus historias probablemente sea el de la Sirenita, pero no
es el único. En la versión original de esta historia, y no en la película con
final feliz que Disney nos vendió a finales de los ochenta, aquella niña
inocente, hija del poderos rey del mar, se enamora de un príncipe humano, a
quien salva la vida durante un naufragio. Este príncipe, cuyo nombre no se
menciona en el cuento al igual que el de la sirenita, representa no sólo el
misterio de la vida en la superficie, sino incluso la posibilidad de poseer un
alma inmortal; es por eso que la Sirenita se enamora de él: porque es todo lo
que ella quisiera ser, su anhelo por un mundo distinto al suyo, un mundo que prácticamente
desconoce.
Al igual que muchos de nuestros desafortunados
camaradas en la Friendzone, la sirenita se deja llevar por su corazón y se
somete a sacrificios tan grandes como la ilusión que persigue. Cede su voz a la
bruja del mar y abandona para siempre su hogar y su familia, su mundo entero,
con tal de ir en busca del príncipe. Cuando él la encuentra en la playa, a las
afueras de su palacio, la ampara, la llama su niña perdida y le dice que se
quedará con él para siempre. Aunque su amor por ella crece cada día, en el
cuento leemos textualmente: “la quería como se quiere a una niña buena y
cariñosa, pero no mostraba intención alguna de casarse con ella y convertirla
en reina”. En un monólogo posterior, el príncipe le explica a la sirenita algo
que a los chicos de la Friendzone podría sonarles conocido:
̶ Sí,
tú eres a quien más quiero ̶ decía el
príncipe ̶ , pues tienes el corazón más
generoso de todas las muchachas que conozco, y me muestras más cariño que
nadie, y te pareces a una joven que vi una vez y que probablemente no volveré a
ver nunca […] Ella es a quien yo podría amar, pero tú te pareces mucho a ella.
Tú ocupas casi el mismo lugar en mi corazón… ¡Nunca nos separaremos!
Sin embargo, la sirenita tenía
que casarse con el príncipe porque, de acuerdo con lo pactado con la bruja, si
el príncipe se casaba con alguien más ella se convertiría en espuma de mar. Pero
la historia debe continuar, y unas líneas más adelante leemos que los reyes
hacen arreglos para que su hijo, el príncipe, contraiga matrimonio con una princesa
que él no conoce pero que, casualmente, resulta ser la misma de quien se
enamoró aquella única vez que la vio. “¡Alégrate por mí,” le dice a la
sirenita, “tú que me amas más que nadie!” Y la sirenita siente su corazón romperse,
pero, incluso cuando la oportunidad de vengarse y salvar su vida se presenta,
ella la rechaza porque su amor por el príncipe es real y es más fuerte que cualquier
sufrimiento que pueda ocasionarle.
Ninguno de nosotros se convertirá
en espuma de mar sólo por ser rechazado, después de todo, La sirenita es un cuento para niños. No sabemos si las sirenas
realmente existen o existieron alguna vez, pero esta columna no es para hablar
sobre criaturas fantásticas, sino sobre historias de las que podemos aprender.
A pesar de que el final de este cuento puede resultar triste, nos deja una
lección importante sobre la Friendzone: la amistad es más importante que
cualquier sentimiento egoísta. Si un personaje de cuento estuvo dispuesto a
morir y dejar que su amigo fuera feliz, ¿por qué no podemos hacer lo mismo? ¿A
caso la vida no puede superar a la fantasía? La Friendzone no es un cuento.
Ana Laura Bravo
No hay comentarios:
Publicar un comentario