Cautivadora Pequeñez
En el imaginario de Hans
Christian Andersen no sólo encontramos sirenitas con el corazón roto, sino
también niñas diminutas cuyo tamaño no las hace menos significantes para
quienes se dejan conquistar por sus encantos. Se trata de Pulgarcita, otro cuento clásico y casi tan popular como La Sirenita, en el cual encontramos un
par de ejemplos más sutiles de lo que actualmente es la Friendzone. Como se mencionó
en la columna anterior, cuando Andersen escribió estas historias, la zona de
amigos no existía como la conocemos hoy; sin embargo, los sentimientos no
correspondidos, la desilusión y el dolor han estado implícitos siempre. Si es
tan mal compensado, ¿por qué somos vulnerables al amor?
Las aventuras de Pulgarcita
comienzan a partir de que es secuestrada de su propia casa por un sapo que
pretende casarla con su hijo sólo por ser bonita. En realidad, la belleza de
Pulgarcita se vuelve su condena al hacerla una víctima tan deseable para los
bichos y otras criaturas pequeñas que quieren casarse o emparentar de alguna
forma con ella. Pero no todos sus pretendientes son tan déspotas como el feo
hijo del sapo; una mariposa (a quien la versión en inglés se refiere con pronombres
masculinos), atraída por Pulgarcita, se comporta de manera altruista al ayudarla
a escapar de su boda forzada, tirando de una hojita en que la niña flota por el
arroyo lo cual posteriormente ocasiona la muerte de la embelesada mariposa. Así
que si su amigo o amiga les parece atractivo ¡cuidado! Si esto no los arrastra
a la muerte, sí podría hundirlos en la Friendzone.
Una vez recuperada de la muerte
de la mariposa, Pulgarcita vive en el bosque hasta que llega el invierno y
entonces encuentra asilo en la madriguera de una ratona de campo. Todo funciona
perfectamente hasta que la señora ratona decide casar a Pulgarcita con su
vecino, un topo ciego que se enamora de ella al escuchar su hermosa voz. En uno
de los túneles que el topo cava para unir su casa con la de ellas, Pulgarcita
encuentra una golondrina (nuevamente referida con pronombres masculinos en la
versión inglesa) a quien cuida en secreto durante el invierno. Distinguir entre
compasión y amor es el siguiente punto que ilustra esta historia, los ilusos
terminan en la zona de amigos por malinterpretar actos de servicio abnegado que
realmente no son más que bondad.
Al siguiente invierno, la
golondrina vuelve a Pulgarcita con una propuesta decisiva:
¿Quieres
ir conmigo? Súbete a mi espalda, átate bien con tu cinturón y volaremos muy
lejos del feo topo y su oscura madriguera, lejos, muy lejos, a través de las
montañas, a regiones cálidas donde el sol brilla más que aquí; allí siempre es
verano y siempre hay flores. Por favor, vuela lejos conmigo, querida
Pulgarcita, tú que salvaste mi vida cuando estaba congelándome en un hoyo bajo
tierra.
Gracias a su amigo, Pulgarcita logra
escapar otra vez de un matrimonio arreglado. Al llegar a la casa de la
golondrina en las regiones cálidas, la niña conoce a un príncipe (guapo) de su
tamaño quien en cuento la ve le propone matrimonio y ella acepta
inmediatamente. Muchas personitas tan pequeñas como Pulgarcita se unen a
celebrar las nupcias y todos parecen felices con una excepción:
La golondrina
entonaba sus mejores canciones para los novios, aunque en lo profundo de su
corazón estaba triste porque Pulgarcita le gustaba tanto que no quería
desprenderse de ella nunca.
Hay muchas cosas que se pueden
confundir con el amor, especialmente entre amigos. El cuento de Pulgarcita
puede ilustrar al menos dos casos clásicos de la Friendzone. Hay que distinguir
entre la atracción física y el amor: que un amigo nos parezca guapo no significa
que estemos enamorados de él o ella; dejarnos cautivar por la belleza puede
llevarnos a cometer imprudencias, justo como la mariposa al dejarse atar por
Pulgarcita. Los sentimientos buenos tampoco deben confundirse con el amor: la
gratitud no es amor, la compasión no es amor, ni siquiera el cariño es amor de
la manera en que podríamos pensarlo. Quizá la golondrina no malinterpretó los
actos de bondad que Pulgarcita tuvo hacia ella, pero sí se dejó ilusionar
cuando la niña aceptó huir con ella; en realidad, Pulgarcita habría dicho sí a
cualquier otra opción con tal de no casarse con el topo. Los cuentos lo
comprueban: la Friendzone no es un final feliz.
Ana Laura Bravo
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