Antes
de entrar en materia de lo que se refiere al tema de esta columna, sería
prudente hablar levemente del título que ha sido escogido para la misma. “Maricas”,
de alguna forma suena como aquella palabra despectiva utilizada, anteriormente
de su prohibición penada por la ley en México, para describir a una persona,
más precisamente a un hombre, al cual le atraen otros hombres o simplemente tiene
gustos enfocados a lo que usualmente es considerado material femenino. ¿Pero
por qué se ha escogido un nombre así para esta columna? No hay ninguna otra
razón más que un guiño a la relación de esta palabra con la comúnmente conocida
como mariquita.
Pero
por otro lado comenzaremos a hablar de aquellas que tomarán el protagonismo de
ésta columna. Aquellos insectos conocidos más que nada por aquel color rojo
como manzana y múltiples puntos distribuidos con perfecta simetría en su impenetrable
armadura. No sería necesario mencionar el nombre de los mismos si no fuera para
simplemente mencionar los diferentes nombres con los que se les hace llamar,
los cuales solo cabría mencionar los
coloquiales, para de esta forma evitar adentrarnos al campo científico que poco
nos interesa en ésta columna: mariquita y catarina.
¿Qué
escudo sería más resistente que el de una Catarina? De alguna forma siempre
llegamos a pensar que los pequeños bichos siempre son los más frágiles y poco
aptos para un mundo donde es “comer o ser comido”, pero solo hay que prestar
atención a ese escudo casi perfectamente circular que carga este singular
escarabajo, el cual evita que le tomen con pinzas otros insectos más grandes,
hace que resbalen hormigas y protege a la perfección alas delicadas y grandes.
No solo es una preciosa obra de simetría, sino que también es el escudo
perfecto en contra de las adversidades de la naturaleza.
Últimamente,
para un observador de pequeños detalles en hojas verdes, es difícil divisar a
alguna de estas pequeñas criaturas; es como si repentinamente todas aquellas
que adornaban el árbol navideño en verano se fuesen a buscar su navidad en
diciembre a algún otro lado de nuestra vista. No se podría dar datos exactos
para resolver esta atrevida hipótesis, pero por simple deducción uno podría
concluir diferentes cosas, como por
ejemplo la urbanización acelerada de nuestras ciudades, la contaminación que no
afecta las típicas citadas “agua aire y tierra”, si no su hogar entre la
vegetación donde comían y dormían; o incluso nuestro contante amor por su
simetría y odio por su verdadero ser.
Sea
como sea, la mariquita, esa dama de rojo que pocos creen que es una más entre
la familia de los escarabajos, ese insecto amado por agricultores y odiado por
los que repudian las seis patas en seres vivos; esa criatura, obra de la
naturaleza, protectora de todo lo que es “bueno”, debería de ser más recordada,
simplemente por existir junto a nosotros, por posarse en nuestras narices en un
pequeño paseo por el campo (o parque) o incluso por ser la que adorna las hojas
verdes de un árbol después de que una pequeña llovizna nos alegre con su
frescura.
Por:
Aldo Arteaga Estrada
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