miércoles, 9 de marzo de 2016

Sobre insectos y arácnidos, reflexiones de un simple hombre: Maricas



                Antes de entrar en materia de lo que se refiere al tema de esta columna, sería prudente hablar levemente del título que ha sido escogido para la misma. “Maricas”, de alguna forma suena como aquella palabra despectiva utilizada, anteriormente de su prohibición penada por la ley en México, para describir a una persona, más precisamente a un hombre, al cual le atraen otros hombres o simplemente tiene gustos enfocados a lo que usualmente es considerado material femenino. ¿Pero por qué se ha escogido un nombre así para esta columna? No hay ninguna otra razón más que un guiño a la relación de esta palabra con la comúnmente conocida como mariquita.

                Pero por otro lado comenzaremos a hablar de aquellas que tomarán el protagonismo de ésta columna. Aquellos insectos conocidos más que nada por aquel color rojo como manzana y múltiples puntos distribuidos con perfecta simetría en su impenetrable armadura. No sería necesario mencionar el nombre de los mismos si no fuera para simplemente mencionar los diferentes nombres con los que se les hace llamar, los cuales  solo cabría mencionar los coloquiales, para de esta forma evitar adentrarnos al campo científico que poco nos interesa en ésta columna: mariquita y catarina.

                ¿Qué escudo sería más resistente que el de una Catarina? De alguna forma siempre llegamos a pensar que los pequeños bichos siempre son los más frágiles y poco aptos para un mundo donde es “comer o ser comido”, pero solo hay que prestar atención a ese escudo casi perfectamente circular que carga este singular escarabajo, el cual evita que le tomen con pinzas otros insectos más grandes, hace que resbalen hormigas y protege a la perfección alas delicadas y grandes. No solo es una preciosa obra de simetría, sino que también es el escudo perfecto en contra de las adversidades de la naturaleza.

                Últimamente, para un observador de pequeños detalles en hojas verdes, es difícil divisar a alguna de estas pequeñas criaturas; es como si repentinamente todas aquellas que adornaban el árbol navideño en verano se fuesen a buscar su navidad en diciembre a algún otro lado de nuestra vista. No se podría dar datos exactos para resolver esta atrevida hipótesis, pero por simple deducción uno podría concluir diferentes cosas,  como por ejemplo la urbanización acelerada de nuestras ciudades, la contaminación que no afecta las típicas citadas “agua aire y tierra”, si no su hogar entre la vegetación donde comían y dormían; o incluso nuestro contante amor por su simetría y odio por su verdadero ser.

                Sea como sea, la mariquita, esa dama de rojo que pocos creen que es una más entre la familia de los escarabajos, ese insecto amado por agricultores y odiado por los que repudian las seis patas en seres vivos; esa criatura, obra de la naturaleza, protectora de todo lo que es “bueno”, debería de ser más recordada, simplemente por existir junto a nosotros, por posarse en nuestras narices en un pequeño paseo por el campo (o parque) o incluso por ser la que adorna las hojas verdes de un árbol después de que una pequeña llovizna nos alegre con su frescura.
                                                                                                              Por: Aldo Arteaga Estrada


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