La enfermedad
del amor.
En la Realeza Europea del siglo XV, los matrimonios concertados
eran una tradición, estos servían como alianzas políticas. La princesa Juana I
de Castilla tenía su destino marcado desde el día que nació. La joven destacó
en los estudios, las artes y fue alumna aventajada en el estudio de la
teología, mostrando un deseo de convertirse en religiosa. Pero a pesar de sus
deseos, los reyes de Castilla y Aragón ya habían decidido que la princesa
contraería nupcias con Felipe de Austria, la razón de ello era la búsqueda de una
alianza entre España y el Sacro Imperio Romano Germánico.
A la edad de dieciséis años, Juana fue enviada a
Austria a conocer a su futuro esposo. Se dice que en el momento en el que
cruzaron la mirada, Juana sufrió de la enfermedad más bella del mundo, el amor.
Sea cierto o no, la boda entre Felipe y Juana se adelantó. Pero el hecho de que
estuvieran casados no detuvo a Felipe de tener aventuras, otra práctica común
entre los nobles. Dichas prácticas provocarían en Juana conductas que le
ganarían el apodo de Juana La loca.
El amor que profesó a su marido le consumió. Primero con ataques de celos que
ponían en duda su estabilidad mental, llegando atacar a una mujer con unas
tijeras y a dar a luz en un baño cuando se empeñó acompañar a su esposo a una
fiesta. Y después con la muerte de Felipe, Juana sufrió de una fuerte
depresión, descuidándose. Ese descuido y sus conductas pasadas solo le trajeron
más dolor cuando su padre, preocupado por la opinión pública, le encerró, dejándola
consumirse en soledad. Y, de igual manera, su hijo Carlos, bajo el consejo de
la Corte Española, la trató con menosprecio y no permitió que ocupará la
regencia cuando murió el padre de ella, manteniéndola encerrada.
Puede que el apodo que tuviese Juana no fuese del todo
cierto para los psiquiatras actuales. Y que su mala fama fuera parte de una
confabulación política de su padre, la Corte y su propio hijo. Pero el amor
apasionado que Juana demostró a Felipe fue algo inusual dentro de un mundo donde el matrimonio era solo una alianza entre países
y no un asunto emocional. Hoy descansan los restos de Juana junto a los de
Felipe, junto al amor de su vida.
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