domingo, 27 de marzo de 2016

Retazos de existencia

El otro.


“Ocurrió en una noche de Enero; es sorprendente lo que el frío provoca en los seres vivos, aquella parte de la ciudad se encontraba totalmente desierta, mis pasos resonaban estrepitosamente contra los muros de las casas y locales, la nieve continuaba cayendo y mi vista se entorpecía cada vez más. Al mirar sobre mi hombro descubrí que aquella figura se había transformado en una mancha borrosa y mal contorneada, permanecía inmóvil, observando mi patético intento de alejarme. Las lámparas de la calle parpadearon y de un momento a otro mi cara impactaba contra la nieve.

Nunca llegué a sentir que encajaba, ni siquiera en mi persona. Exteriormente mostraba al mundo lo que querían ver pero internamente estaba lleno de dudas, cuestionaba todo y a todos. En algún momento de mi existencia perdí la conexión con mi falsa personalidad, mi familia, amigos y demás personas interactuaban con un ser que yo no reconocía y que controlaba mis acciones. Yo me encontraba atrapado, sintiéndome feliz en mi pequeña burbuja, sin ningún disturbio del exterior. Así pasó gran parte de mi vida, sin que me enterara de nada, hasta que ocurrió el evento que me reventaría aquella fantasía en que vivía.

Un día apareció un chico idéntico a mí a excepción de sus ojos, mientras los míos son de un café oscuro los de él eran azules; pues bien, este chico perturbó toda mi vida. No solo era mejor que y en absolutamente todo, sino  que también comenzó a ocupar mi lugar, me explico: a los pocos meses de conocerle las personas a mí alrededor comenzaron a ignorarme, primero fueron mis compañeros de trabajo, después mis amigos y aquel fenómeno contagió a mi familia. Era invisible, un cero a la izquierda y me sentía confundido.

Era extraño, en principio no me importaba nada ni nadie, me veía como alguien que había nacido en una época incorrecta, cuando ese sujeto aparecía me obligo a salir de mis cascarón, debía reclamar mi lugar en mundo aunque hacía mucho que yo mismo lo había destruido. Realice demasiadas cosas para hacerme notar, pero nada funcionaba. Después de algún tiempo decidí que empezaría de nuevo en otro lugar y me fui. No funciono por mucho tiempo, volví a repetir mi círculo vicioso.

Esa noche de Enero regresaba a mi casa después de embriagarme, mi sombra era mi única acompañante. Al doblar en una esquina me encontré de frente con mi doble, me dirigió una sonrisa burlona y se apartó para dejarme pasar. Al pasar de él comencé a sentirme débil y mareado, volví el rostro y noté que seguía en aquel lugar, el pánico se apoderó de mí y camine más rápido, sintiendo a cada instante su mirada clavada en mi espalda. Desperté al mañana siguiente cubierto de nieve y con el cuerpo entumido, con demasiado esfuerzo me levanté, mi vista se dirigió de inmediato a donde antes estuviese aquel sujeto. El lugar estaba vacío, como si todo hubiera sido un sueño, al volver a girar el rostro mis ojos toparon con el vidrio de un aparador y un reflejo azul proveniente de mis pupilas me sobresaltó, al parpadear me encontré de nuevo con mi color café. Como pude llegue a mi casa y me encerré, prometiéndome tomar el siguiente vuelo a cualquier lugar del mundo.”

                                                                                                      Andrea Hernández Álvarez

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