domingo, 20 de marzo de 2016

Infierno grande


VIII

“El día de ayer en la localidad de La Higuera, en el municipio de Tequis, se encontró sin vida al párroco del pueblo, el señor Ángel Eduardo Córdova. El suceso ocurrió aproximadamente antes de las once de la mañana ya que a las diez el padre iba a celebrar las bodas de cristal entre Felipa Morales y Benito Ocampo, contando con la presencia de los padrinos, la madre de Felipa, la señora Antonia, y la hija de la joven pareja llamada Constansa.

La pareja conoció, como todos los habitantes de la Higuera, al padre Eduardo cuando llego al poblado, hace ya cuatro años. Su antecesor, el sacerdote Prieto, falleció por causas naturales y a Córdova le fue asignada esta plaza para fortalecer la fe entre todas las personas y el bienestar social de la localidad. Sin embargo, su labor fue un cúmulo de actos inaceptables que termino con su vida.

Según las personas de la Higuera, la labor de Eduardo Córdova era pobre, puesto que cancelaba varios horarios de misas, pedía limosnas para el mejoramiento de la iglesia y de la escuela primaria del pequeño poblado, pero los donativos no se veían reflejados en ninguna parte; no tenía las atenciones debidas ante las personas necesitadas, se le conocía con la fama de tomador y poseía una vaga idea de su profesión eucarística. Conjuntando, también, que nadie sabía cómo había llegado al frente de la parroquia, era inminente que su trabajo ahí terminaría de una u otra manera.

Felipa Morales le confesó a su esposo que el padre Córdova abusaba de ella y de Constansa, cuando Benito se encontraba trabajando en la minera de Ojo Caliente. Los abusos fueron prolongándose por más de medio año, ya que Felipa no le contaba a nadie acerca de los actos del padre porque éste mismo la amenazaba por medio del poder de Dios. Le decía, lo cito textualmente: ´Si se lo cuentas a alguien, Dios no se apiadará de ti ni de ningún ser querido que tengas. El poder de Dios recaerá en tus hombros.´ Pero estas confesiones salieron a la luz, antes de celebrar el 25 aniversario de matrimonio, cuando ella se lo reveló todo.

La ira fue una bomba en el interior de Benito e instantáneamente perdió el control acabando con la vida del párroco. Lo subió hasta el campanario ´para que todos vieran que el enemigo del pueblo había muerto´, relata Benito. Momentos después de colgarlo, la gente empezó a tirarle piedras, gritando blasfemias al cuerpo sin vida. Sin embargo, todo esto deja inmensas dudas tanto para la iglesia como para la sociedad. ¿Es comprensible lo que hiso Eduardo Córdova?, ¿lo es para las personas de la Higuera?”

Envié esta columna al periódico para que lo publicaran. Dos días después me comunicaron que no lo habían publicado. 

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