sábado, 19 de marzo de 2016

Los caminos de la vida: crónicas de autobús

Por Wendy Ortiz


Es domingo a mediodía, puede adivinarse tan sólo mirando a la cantidad de señoras que abordan el autobús con sus coloridas bolsas del mandado; la parada del Cerrito está llena de personas que regresan del tepe después de comprar gran variedad de alimentos y otros productos; y los vendedores de aguas frescas, helados y garbanza, van abriéndose paso entre la multitud que sale de las banquetas, y que casi se junta con los autos de la carretera que el sol ha calentado.

Mientras la gente sube y va llenando los asientos del camión, me pregunto cuál será el personaje principal de este fin de semana, quién será hoy el actor de nuestro espectáculo, ¿será acaso el payaso desgraciado que cuenta chistes sin ápice de alegría en el rostro? ¿O la madre con el niño enfermo y la extravagante cantidad de dinero que requiere para curarlo? No puedo esperar para saberlo, y desde el fondo del autobús estiro el cuello tratando de adivinar quién se llevará las monedas del público mientras llegamos a la próxima parada.

Ha subido el último pasajero, debe ser ese nuestro personaje pues su curiosa mochila ha llamado de inmediato mi atención, es de esas que tienen una bocina integrada, como una especie de grabadora muy práctica. Todos se han acomodado en su lugar y el chofer pisa el acelerador; la actuación ha comenzado y la voz monótona de aquel sujeto comienza a escucharse ‒ ¡alabanzas para niños en CD! ¡Llévese ciento cincuenta canciones de alabanzas para niños por solo diez pesos!‒ y de la fascinante mochila, empieza a salir el sonido de canciones religiosas que sirven de fondo al insistente comercial del vendedor de discos, ‒ ¡Si usted desea llevar el CD de alabanzas para niños, hágame una seña y se lo llevo a su lugar! ¡Con solo diez pesos se va a llevar el CD de alabanzas infantiles! ‒.

Mientras observaba a aquel sujeto hacer su trabajo, me preguntaba si aún había personas que escucharan música en CD, y supongo que sí, pues de lo contrario muchos vendedores de piratería perderían su trabajo, pero en fin; por increíble que pareciera, mucha gente compró el disco, tal vez por ser domingo cercano a la semana santa tienen más ventas las alabanzas que las baladas en inglés, o tal vez solo fue casualidad… lo único que lamento es la suerte del niño al que le hayan comprado ese CD.

Por fin llegamos a la parada de Plaza del parque, el vendedor de discos apaga su mochila-grabadora, guarda la ganancia de las ventas, y baja del autobús para perderse entre la muchedumbre que espera aburrida bajo los rayos del sol.

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