Por Wendy Ortiz
Es domingo a mediodía, puede adivinarse
tan sólo mirando a la cantidad de señoras que abordan el autobús con sus coloridas
bolsas del mandado; la parada del Cerrito está llena de personas que regresan
del tepe después de comprar gran variedad de alimentos y otros productos; y los
vendedores de aguas frescas, helados y garbanza, van abriéndose paso entre la
multitud que sale de las banquetas, y que casi se junta con los autos de la
carretera que el sol ha calentado.
Mientras la gente sube y va llenando los
asientos del camión, me pregunto cuál será el personaje principal de este fin
de semana, quién será hoy el actor de nuestro espectáculo, ¿será acaso el
payaso desgraciado que cuenta chistes sin ápice de alegría en el rostro? ¿O la
madre con el niño enfermo y la extravagante cantidad de dinero que requiere
para curarlo? No puedo esperar para saberlo, y desde el fondo del autobús
estiro el cuello tratando de adivinar quién se llevará las monedas del público
mientras llegamos a la próxima parada.
Ha subido el último pasajero, debe ser ese
nuestro personaje pues su curiosa mochila ha llamado de inmediato mi atención,
es de esas que tienen una bocina integrada, como una especie de grabadora muy práctica.
Todos se han acomodado en su lugar y el chofer pisa el acelerador; la actuación
ha comenzado y la voz monótona de aquel sujeto comienza a escucharse ‒ ¡alabanzas
para niños en CD! ¡Llévese ciento cincuenta canciones de alabanzas para niños
por solo diez pesos!‒ y de la fascinante mochila, empieza a salir el sonido de
canciones religiosas que sirven de fondo al insistente comercial del vendedor
de discos, ‒ ¡Si usted desea llevar el CD de alabanzas para niños, hágame una
seña y se lo llevo a su lugar! ¡Con solo diez pesos se va a llevar el CD de
alabanzas infantiles! ‒.
Mientras observaba a aquel sujeto hacer su
trabajo, me preguntaba si aún había personas que escucharan música en CD, y supongo
que sí, pues de lo contrario muchos vendedores de piratería perderían su
trabajo, pero en fin; por increíble que pareciera, mucha gente compró el disco,
tal vez por ser domingo cercano a la semana santa tienen más ventas las
alabanzas que las baladas en inglés, o tal vez solo fue casualidad… lo único
que lamento es la suerte del niño al que le hayan comprado ese CD.
Por fin llegamos a la parada de Plaza del
parque, el vendedor de discos apaga su mochila-grabadora, guarda la ganancia de
las ventas, y baja del autobús para perderse entre la muchedumbre que espera aburrida bajo los rayos del sol.
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