El cuento del jueves: ¡Diles que no me maten! (México)
ESPECIAL “EL LLANO EN LLAMAS”
De plegarias a mortales y destinos sin retorno.
“Desde entonces lo supo. Comenzó a sentir esa comezón en el estómago que le llegaba de pronto siempre que veía de cerca la muerte y que le sacaba el ansia por los ojos, y que le hinchaba la boca con aquellos buches de agua agria que tenía que tragarse sin querer. Y esa cosa que le hacía los pies pesados mientras su cabeza se le ablandaba y el corazón le pegaba con todas sus fuerzas en las costillas. No, no podía acostumbrarse a la idea de que lo mataran.” – Juan Rulfo (¡Diles que no me maten!)
Mi abuela decía que cuando a uno le llega su hora ni Dios ni el diablo pueden interceder, se sientan los dos desgraciados para ver a quien le cae el alma del difunto. Por eso ya no nos importa, por eso cuando nos dijeron que después de Juvencio Nava seguíamos nosotros ya ni ruido hicimos, ¿para qué? Cuando uno ya tiene el fusil en la garganta y oye como el pelotón se prepara, ni ganas dan de hablar… y todo por la huelga, porque ya le pusieron precio a las cabezas y porque a los que escriben no les va muy bien en ningún lado, ni en el campo ni en la ciudad. Ya ni ganas dan de hablar mientras uno espera bajo el sol y con las manos atadas, ya ni ganas dan de hablar, nada más de gritar tantito: ¡Diles que no me maten!.
Pedimos permiso para escribir nuestro último cuento, hasta en los momentos finales hay que ser responsables. Cuando uno se va a morir le dan muchas ganas de escribir tarugadas, debe de ser la emoción. ¡Diles que no me maten!, es uno de los cuentos más conocidos del escritor mexicano Juan Rulfo, diversos son los puntos que dotan de su popularidad al relato mexicano, desde la estructura narrativa, hasta la construcción de los personajes. En esta ocasión analizaremos tres elementos: el personaje principal, los juegos de tiempo y el desenlace.
“[…] Cada vez que llegaba alguien al pueblo me avisaban:
"-Por ahí andan unos fuereños, Juvencio.
"Y yo echaba pal monte, entreverándome entre los madroños y pasándome los días comiendo verdolagas. A veces tenía que salir a la media noche, como si me fueran correteando los perros. Eso duró toda la vida. No fue un año ni dos. Fue toda la vida."
Y ahora habían ido por él, cuando no esperaba ya a nadie, confiado en el olvido en que lo tenía la gente; creyendo que al menos sus últimos días los pasaría tranquilos. "Al menos esto -pensó- conseguiré con estar viejo. Me dejarán en paz"” (Juan Rulfo, 1953:104,105)
Para Juvencio Nava la vida después de matar a don Lupe Terreros jamás fue la misma. El autor consigue crear un personaje por el cual el lector puede sentir empatía o desprecio, el único capaz de juzgar las acciones del personaje. Mediante una historia presentada por dos narradores, uno omnisciente y otro en primera persona quien es nuestro personaje principal, es presentado el estilo anecdótico predominante en la literatura de Rulfo. La confidencialidad entre el lector y el personaje principal consiguen dotar al relato de un toque intimista.
¡Diles que no me maten!, cuenta con una estructura narrativa que comienza en reversa. En un primer momento nos encontramos con los diálogos entre Juvencio Nava y su hijo, posteriormente nos topamos con las razones que lo llevaron a cometer el asesinato de don Lupe y las consecuencias que esta acción ha ocasionado, para finalmente situarnos en el presente mientras espera su condena. La trama del cuento no es línea, a voluntad el narrador va al pasado o se sitúa en el presente para resaltar ciertos eventos o mencionar personajes relevantes.
“-¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad.
-No puedo. Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti.
-Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo haga por caridad de Dios.
-No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a de veras. Y yo ya no quiero volver allá.
-Anda otra vez. Solamente otra vez, a ver qué consigues.” (Rulfo, 1953: 101)
El cierre de ¡Diles que no me maten!, es el elemento que posee mayor peso en toda la narración. Se prepara al lector para llegar a este, sin embargo y sorprendentemente, no es un final esperado. El lector sabe que llegará pero cuando se encuentra frente a este debe regresar sobre las líneas para corroborar que su lectura no lo engaña. Dichos finales son característicos de la literatura norteamericana, su influencia en la narrativa de Rulfo es notable. El mayor impacto lo tiene el desenlace. Sería conveniente cerrar los ojos cuando nos lleguen las balas, los fusiles ya están enfrente, pero la vista es muy bonita… “¡Preparados!”. A las seis de la tarde, entre las hojas de los libros y el polvo de Jalisco, todo parece más bello… “¡Apunten!”. Si miramos a la izquierda ahí está… ¡”Fuego!”… El llano en llamas.
De plegarias a mortales y destinos sin retorno.
“Desde entonces lo supo. Comenzó a sentir esa comezón en el estómago que le llegaba de pronto siempre que veía de cerca la muerte y que le sacaba el ansia por los ojos, y que le hinchaba la boca con aquellos buches de agua agria que tenía que tragarse sin querer. Y esa cosa que le hacía los pies pesados mientras su cabeza se le ablandaba y el corazón le pegaba con todas sus fuerzas en las costillas. No, no podía acostumbrarse a la idea de que lo mataran.” – Juan Rulfo (¡Diles que no me maten!)
Mi abuela decía que cuando a uno le llega su hora ni Dios ni el diablo pueden interceder, se sientan los dos desgraciados para ver a quien le cae el alma del difunto. Por eso ya no nos importa, por eso cuando nos dijeron que después de Juvencio Nava seguíamos nosotros ya ni ruido hicimos, ¿para qué? Cuando uno ya tiene el fusil en la garganta y oye como el pelotón se prepara, ni ganas dan de hablar… y todo por la huelga, porque ya le pusieron precio a las cabezas y porque a los que escriben no les va muy bien en ningún lado, ni en el campo ni en la ciudad. Ya ni ganas dan de hablar mientras uno espera bajo el sol y con las manos atadas, ya ni ganas dan de hablar, nada más de gritar tantito: ¡Diles que no me maten!.
Pedimos permiso para escribir nuestro último cuento, hasta en los momentos finales hay que ser responsables. Cuando uno se va a morir le dan muchas ganas de escribir tarugadas, debe de ser la emoción. ¡Diles que no me maten!, es uno de los cuentos más conocidos del escritor mexicano Juan Rulfo, diversos son los puntos que dotan de su popularidad al relato mexicano, desde la estructura narrativa, hasta la construcción de los personajes. En esta ocasión analizaremos tres elementos: el personaje principal, los juegos de tiempo y el desenlace.
“[…] Cada vez que llegaba alguien al pueblo me avisaban:
"-Por ahí andan unos fuereños, Juvencio.
"Y yo echaba pal monte, entreverándome entre los madroños y pasándome los días comiendo verdolagas. A veces tenía que salir a la media noche, como si me fueran correteando los perros. Eso duró toda la vida. No fue un año ni dos. Fue toda la vida."
Y ahora habían ido por él, cuando no esperaba ya a nadie, confiado en el olvido en que lo tenía la gente; creyendo que al menos sus últimos días los pasaría tranquilos. "Al menos esto -pensó- conseguiré con estar viejo. Me dejarán en paz"” (Juan Rulfo, 1953:104,105)
Para Juvencio Nava la vida después de matar a don Lupe Terreros jamás fue la misma. El autor consigue crear un personaje por el cual el lector puede sentir empatía o desprecio, el único capaz de juzgar las acciones del personaje. Mediante una historia presentada por dos narradores, uno omnisciente y otro en primera persona quien es nuestro personaje principal, es presentado el estilo anecdótico predominante en la literatura de Rulfo. La confidencialidad entre el lector y el personaje principal consiguen dotar al relato de un toque intimista.
¡Diles que no me maten!, cuenta con una estructura narrativa que comienza en reversa. En un primer momento nos encontramos con los diálogos entre Juvencio Nava y su hijo, posteriormente nos topamos con las razones que lo llevaron a cometer el asesinato de don Lupe y las consecuencias que esta acción ha ocasionado, para finalmente situarnos en el presente mientras espera su condena. La trama del cuento no es línea, a voluntad el narrador va al pasado o se sitúa en el presente para resaltar ciertos eventos o mencionar personajes relevantes.
“-¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad.
-No puedo. Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti.
-Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo haga por caridad de Dios.
-No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a de veras. Y yo ya no quiero volver allá.
-Anda otra vez. Solamente otra vez, a ver qué consigues.” (Rulfo, 1953: 101)
El cierre de ¡Diles que no me maten!, es el elemento que posee mayor peso en toda la narración. Se prepara al lector para llegar a este, sin embargo y sorprendentemente, no es un final esperado. El lector sabe que llegará pero cuando se encuentra frente a este debe regresar sobre las líneas para corroborar que su lectura no lo engaña. Dichos finales son característicos de la literatura norteamericana, su influencia en la narrativa de Rulfo es notable. El mayor impacto lo tiene el desenlace. Sería conveniente cerrar los ojos cuando nos lleguen las balas, los fusiles ya están enfrente, pero la vista es muy bonita… “¡Preparados!”. A las seis de la tarde, entre las hojas de los libros y el polvo de Jalisco, todo parece más bello… “¡Apunten!”. Si miramos a la izquierda ahí está… ¡”Fuego!”… El llano en llamas.
Isadora Cabrera.
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