domingo, 27 de marzo de 2016

La mente del pez dorado

Le picaron un ojo al pez dorado y mira lo que sucedió



Bocanadas de aire fresco son las que se sienten cuando uno encuentra material que valga la pena en el internet. Que si soy culpable, al igual que todos, de ingresar horas enteras a la red sin ninguna utilidad más que estar simplemente ahí; me declaro culpable. Sin embargo, también habrá que culpar a aquellos contenidos que se propagan como buenos e interesantes, cuando en realidad se tratan de cosas sin sentido alguno, que ni siquiera divierten. Una gran bocanada de aire fresco resultó hace unos días mientras pasaba el tiempo viendo a los famosos youtubers. Fue entonces cuando encontré un término que me llamó la atención: “viralidad”. Situación a la que estamos expuestos sin caer en la cuenta de que se trata de un hecho masivo.

¿Acaso alguien está a salvo? Primero habrá que definir “viralidad”. Tras una investigación relativamente rápida, para no errar en el término; la viralidad consiste en la propagación masiva, como un virus, de un contenido en específico (vídeos, artículos, fotografías) con un sentido más bien cómico o controversial. Con la viralidad, dicho contenido alcanza gran parte de los rincones de la red, pero se extinguen después de un corto plazo. Su principal propagación se realiza mediante las redes sociales. En ocasiones, esta propagación es directa; sin necesidad de la apertura de alguna otra página, mas también se realiza mediante la apertura de ciertos links que guían al cibernauta a una nueva página con el contenido deseado, o no.

¿Qué parte de la viralidad realmente lo es? Es cierto que la mayoría de las personas están activas en las redes sociales, por lo que estos contenidos llegan a ellas con gran facilidad. Sin embargo, en muchas ocasiones sólo se trata de contenidos que no valen la pena, sobre todo, en aquellos que requieren abrir otra ventana. La publicidad juega parte importante en estos casos, y hay que admitir que el internet se ha convertido en una nueva manera de hacer negocios, por lo que llamaremos a esto “estafas de entretenimiento”. Entre más visualizaciones tiene una página patrocinada, más dinero tiende a ganar. Dichas páginas, por lo regular se valen de la curiosidad de los cibernautas para ganar dinero, cuando en realidad no se trata del contenido esperado. Inclusive, algunas veces, la estafa va más allá cuando la “viralidad” adquiere un significado más literal y los virus se hacen presentes en el ordenador del cibernauta.  Efectivamente, se pueden sufrir estafas aun sin ser monetarias.

La viralidad ha otorgado una nueva manera de enajenación. Dentro de los contenidos que cumplen lo que prometen, existen temáticas realmente vacías, desde alguna caída graciosa hasta la explotación de los ridículos humanos. Es claro que estos contenidos se inclinan a la comedia, pero habrá que preguntarse la calidad de comedia a la que uno se enfrenta. Banalidades como el color de un vestido provocan controversias aún más grandes que las elecciones en el país más influyente de nuestra era. Los famosos “memes” que han alcanzado una gran popularidad, se asemejan cada vez más a la comedia barata, aunque también pueden llegar a cumplir la función de los nuevos “caricaturistas” de la red, debido a la carga de crítica que algunos “memes” mantienen. La viralidad nos aleja cada vez más de temáticas con contenidos realmente interesantes. Un nuevo modo de enajenamiento, un nuevo modo de caer en el vacío que tanto caracteriza a nuestras generaciones actuales.

Lo relevante y lo entretenido siempre habrán de enfrentarse. Si bien, es cierto que dentro de las viralidades existen temas interesantes, también lo es que la mayoría radican en genuinas estupideces. Lo realmente importante es distinguir entre lo que es relevante y lo que simplemente se antoja entretenido. La viralidad se encontrará siempre en cada uno de los rincones de la red, sin embargo, queda en las manos del cibernauta elegir entre aquello que revisará y lo que pasará por alto. El bombardeo siempre estará presente, pero la elección sigue en las manos de cada una de las personas que visualizan los famosos contenidos “virales”.

Adriana Gasca L.

Fuentes:

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