jueves, 7 de abril de 2016

Anagnórisis

Nrmal Fest o la ansiosa espera para ver a Slowdive (Parte última)

Qué tal, por fin cerraré esta crónica que, sorpresivamente incluso para mí, se terminó dividiendo en cuatro partes. Francamente no quisiera una quinta parte de esto, puesto que quiero dejar el recuerdo reposar un tiempo, para así regresar a él con más gratitud y alegría y no ahora, en esta caótica época de mi existencia, donde todo parece ir cada vez más rápido y absurdo. En fin, a lo que nos atañe: Despertamos en la casa de Señorongo y fue realmente un alivio que Charly me prestara su sleeping, mismo que utilizamos más bien como una colchoneta, pero la hospitalidad de señorongo nos sorprendió; nos auxilio para estar bien arropados. Vamos, gestos que sólo los padres o alguien a quien realmente le importas tiene. Nos desperezamos y nos dispusimos a buscar alimento, pensábamos en la posibilidad de llegar al festival un poco después y disfrutar de la tarde en algún punto agradable de la ciudad, pero el tiempo nos consumió y el único gusto que nos pudimos dar además del desayuno, fueron unos cuantos litros de pulque, ¿Grave error? Para nada, sus efectos fueron bien recibidos por nuestros cuerpos y reposamos como nunca. Estábamos listo para regresar al deportivo Lomas Altas.


Nuestra intención era la de llegar a tiempo para ver a The Body, pero nuestro arribo sucedió alrededor de las cinco o seis de la tarde. Llegamos y lo que vimos en los escenarios eran más bien actos enfocados al terreno de la música bailable y electrónica. Lo siento, no estaba en el mood y francamente optamos por sentarnos más que por bailar. Mark Fell se encargaba de hace algo de ruido con su computadora, la gente al mismo tiempo trataba de darle su atención, algunos muy entusiastas, otros tan indiferentes como nosotros. Me retiré con rumbo a la zona de Food trucks con la intensión de resguardar mis cosas como el día anterior y lo logré, sólo que ahora prometiendo comer en el vehículo de los comerciantes que me hacían el favor. No cumplí dicha promesa. Después de eso decidí deambular por mi cuenta, hacia el escenario aislado y me encontré una grata sorpresa: Jenny Hval, quien comenzó su show de forma lenta, con una ambientación que servía de colchón para la suavidad de su voz. Dijo que su intención era hacernos llorar y expresó su preocupación por una bola disco que estaba sobre todos, temiendo que cayera encima del público o algo. Su música resultó realmente agradable, su estilo es versátil y no pude evitar pensar en Laurie Anderson y su Spoken Word experimental al momento de escucharla. Fue buena decisión separarme de la manada por un buen rato desupés de todo.

Al termino de esto regresé a donde mis amigos se suponía que estaban, ellos seguían en el mismo punto y la música no había cambiado mucho, aunque admito que no le presté demasiada atención. Deambulamos por momentos, visitamos la tienda de productos oficiales, pero eran tan oficiales que su precio nos decepcionó. Fuimos a la zona de comida, pues el hambre asaltó a uno de nosotros, ahí tuve la fortuna de encontrarme con un amigo músico y cineasta al cual admiro mucho. Sólo cruzamos un par de palabras y nos despedimos. Después nos encaminamos de nueva cuenta al escenario pequeño, el mismo donde estuvo Jenny Hval; el acto prometido de ese momento era ni más ni menos que Piere Bastian. Admito que no sabía quien era esta hombre francés, cuya presencia pasaba al segundo plano otorgando todo el foco de atención a una serie de mecanismos y poleas frente a una pequeña pantalla, los cuales iban creando la música, atmósferas y un emotivo espectáculo visual. Quedé impresionado y hasta la fecha me quedo sin palabras, apenas soy capaz de describir los artilugios de los que se valió este hombre, pero sin duda uno de los más notorios e impresionantes por su sencillez y su bello sonido fue una trompeta, la cual adaptada a un pequeño frasco con agua lograba una especie de sonido acuático, mismo que se fue entremezclando con la música de copas musicales y del mecanismo para dar lugar a un emotivo cierre de concierto, ¿Cuánto tiempo estuvimos ahí? Al parecer apenas y treinta minutos, lo creyéramos o no. Al termino del acto la ovación no se hizo esperar, Piere Bastian lo había conseguido. Sin duda uno de los actos más interesantes y conmovedores Su música me hizo pensar en agrupaciones como The durutti column o incluso en el ambient de Aphex Twin, pero con artistas del tamaño de Bastian no vale la pena hacer comparaciones vacuas, ni con él ni con los anteriormente mencionados. Decidimos partir de regreso a los otros escenarios.

Slowdive estaba más cerca, la noche nos había alcanzado de nuevo. Aun profundamente tocados por Bastien nos movíamos entre el tumulto. Decidimos sacrificar lugares decentes para Battles a cambio de estar casi hasta adelante durante el show de Slowdive. La agrupación Mitú estaba casi despidiéndose y era hora de acaparar lugares. Lo único que esperábamos de dicha banda era que tocaran su último tema para así poder colarnos lo más cerca posible del escenario. No fue mucho tiempo de espera, Mitú se despidió y no pasaron más de 10 minutos para que Battles hiciera su esperadísima aparición. Con sus instrumentos puestos en una disposición por demás extraña, estos gringos hacen un enloquecido despliegue virtuoso, que a la vez puede recordar a los más finos ejecutantes del jazz y a los más osados experimantadores avant-garde de la música. Más de una hora escuchando a estos monstruos y la espera para ver a Slowdive era cada vez más dueña de mis ansias, la gente comenzaba apretarse y a querer robar lugares, duratne un par de minutos (Que me parecieron eternos) sudé frío y mis brazos se durmieron, pero mis ganas de ver a una de mis bandas preferidas me mantuvieron ahí aunque tuviera la sensación de que el desmayo era inminente. Battles terminó y Slowdive tardó más de lo usual, al parecer quienes se encargaron del soundchek queían que todo saliera perfecto, pero por desgracia no fue así. Desde la primer canción se notó lo mal ecualizado de la voz, tan mal que a algunos les dio la impresión de que el error provenía de Rachell Goswell y no del sonido, además cabe mencionar que Rachell se encontraba enferma, y aún así fue bastante profesional. Lo mismo Neal y el resto de la agrupación. Tristemente las fallas del sonido fueron constantes de principio a fin, pero eso no desanimó a todos quienes habíamos esperado verlos en vivo con tanto anhelo. Hubo momentos fantásticos en todas las canciones, pero si me dedicara a hablar sobre cada uno de ellos incurriría en el error de comentar sólo subjetividades, cual quinceañera emocionada y enamorada. Me quedo el show para mí mismo, pero comparto que uno de los momentos en los que no pude evitar humedecer mis ojos fue cuando tocaron “Dagger” y cuando finalizaron con “Goden hair”. Sin duda todos estábamos emocionados, jamás habría pensado verlos en vivo, fue demasiado grato, un concierto que nunca olvidaré.

Al terminar Slowdive estábamos de nuevo agotados, al igual que el día anterior decidimos ir a un sector cómodo y desde ahí presenciar el acto cerrador del festival: Acid Mothers Temple. La legendaria agrupación japonesa brindó un espectáculo visual y musical bastante ácido (en el sentido lisérgico de la palabra) en donde sus voces, a veces semejantes a cantos eclesiásticos o cosa por el estilo, parecían confundir a más de uno, pero también haciendo bailar a la gran mayoría. Cabe mencionar que horas antes se les podía encontrar en la zona de venta de discos y productos, donde muy humildemente montaron su changarro de discos colocando los precios en un pedazo de cartón. En fin, el festival había terminado ya. Nuestros amigos, aquellos que nos acompañaron durante todo el evento, se iban alegremente a su transporte que les esperaba, ¿Pero qué sucedería conmigo y mi amigo? Nos disponíamos a ir de regreso a los baños del festival cuando por un golpe de suerte vimos a Señorongo entre la gente. Lo saludamos y en el acto nos despedimos, agradecimos su gran hospitalidad y nos fuimos, pero al poco rato corrimos detrás de él para que no auxiliara a llegar lo más pronto posible a la central del de autobuses del norte. Señorongo nos dijo que fuéramos con él, salimos del deportivo y tomamos un autobús, al bajar estábamos en la estación de Tacubaya, corrimos hacia el metro y transbordamos tanto como pudimos, el punto más alto que alcanzamos fue Tlatelolco, ahí abordamos un taxi y en cuestión de minutos nos encontrábamos frente a la central. Compramos nuestros boletos y continuamos a la espera de nuestro autobus; la misión estaba casi finalizada y todo haía salido casi a pedir de boca. Finalmente el autobús llegó y lo abordamos; a las pocas horas ya estábamos de vuelta en Querétaro. Lo único que rondaba mi mente en aquel momento eran flashbacks de música, besos y y lágrimas. Tan sólo un día de ausencia y ya comenzaba a mirar ajena aquella pequeña urbe que a veces me ahorca. El ansia había desaparecido, ¿Con qué otra ansia habría de sustituirla ahora?
ANJ

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