domingo, 24 de abril de 2016

La mente del pez dorado

¡Burbujas, burbujas!




¿Quién no habrá de recordar aquel pequeño pez en “Buscando a Nemo”, aquel pez que espera ansiosamente a que las burbujas salgan de un cofre? Ese pequeño pez pasaba sus horas contemplando el cofre en espera de esas burbujas, olvidaba su entorno con el único fin de observarlas flotar al final de la pecera y se olvidaba que simplemente estaban ahí para oxigenar un poco más el agua. El consumo y la adicción distan de un solo paso. La pregunta realmente importante consiste en la verdadera longitud de dicho paso, qué es lo que difiere  entre el consumo y la adicción. En cuanto a la existencia del nuevo medio audiovisual como lo resulta la red, es importante considerar la posibilidad de la generación de adicciones y, siendo de ese modo, si es que las curas y prevenciones son compatibles con ello. La información nunca está de más, por lo que el formato de esta columna en específico será un poco distinto a los anteriores. Después de todo, la obsesión y la adicción no difieren en demasía.
Con anterioridad se creía que las sustancias que nos hacían sentir un placer momentáneo, podían tornarse en posibles adicciones futuras. Después de un tiempo, los humanos dependían de dichas sustancias para poder sentir el placer que tanto ansiaban. Ese placer se volvía su único fin de existencia y se olvidaban del entorno, de su trabajo, de su familia… Actualmente se sabe que las adicciones no difieren mucho de esta descripción, sino en el punto en que ya no se trata solamente sustancias las que pueden enajenar a un ser humano. Entonces se dirá que surgieron las “adicciones comportamentales”, o mejor denominadas, adicciones psicológicas. Sin embargo, algunos especialistas no consideran una clasificación válida a esta especie de adicciones, sino como un trastorno de control de impulsos; pues no se requiere sustancia alguna para ser saciada la ansiedad.
Sin embargo, dicha ansiedad nunca habrá de saciarse por  más que se intente. En eso consisten las adicciones psicológicas, se requiere de una acción que sacie ese hueco .Al tratarse del internet, se supone un problema grave, pues no se logra definir a qué es a lo que se hacen adictas las personas, a qué clase de contenidos. Después de un tiempo se llegó a la conclusión que se trata de una adicción tanto hacia el medio como hacia el contenido, sin inclinarse en específico por ninguno. La adicción al internet no difiere en demasía de otras adicciones, lo que se quiere es saciar un pozo que nunca se llena, cada vez es más el tiempo que se consume en esta herramienta olvidándose del mundo. Cuando el adicto se separa de este medio, sufre el síndrome de abstinencia, como en cualquier otra adicción. El placer después de todo, es la clave para la adicción.
Claro es que el placer nunca llega y que la infelicidad se hace presente. Los conflictos empiezan en ese momento. Por ello existen grupos de ayuda en EEUU que tratan de recuperar de una manera muy similar a Alcohólicos Anónimos, a los pacientes con este problema de adicción cibernética (como también se ha llegado a denominar). Siendo efectivo, igualmente, la terapia conductual en la que se limita al paciente para su ansiedad mengüe lentamente sin riesgo a la recaída. Al ser, la adicción al internet, poco distinta a otras adicciones psicológicas, el tratamiento radica en el autocontrol, ya que se trata de una herramienta útil de la que no se puede prescindir.
            Finalmente, internet es parte de nuestras vidas contemporáneas, uno no se puede deslindar de su uso con extrema facilidad. En su lugar, cada día pareciera más indispensable. Lo importante es comprender cuando el uso pasa a lo obsesivo y tomar cartas en el asunto. Si la abstinencia resulta un problema, identificar cual sería una posible solución. Una solución que evite el complejo “burbujil”.
Adriana Gasca L.

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