sábado, 9 de abril de 2016

Estudiando el escarlata - La Quintrala


Varios han sido ya los asesinos que se han enlistado en las últimas entradas de esta sección, y si algo han tenido en común todos ellos, además de su implacable crueldad homicida, es que ninguno de los previamente mencionados ha sido un personaje originario del continente americano. Pues, bien, es el turno entonces de Latino-américa de tener los reflectores en esta entrada con su siguiente protagonista, viajando hacia el sur de la América hispanohablante, durante el siglo XVII, en el Chile de la época colonial. Es ahí donde la historia toma lugar, a manos de Catalina de los Ríos y Lisperguer, mejor conocida como “La Quintrala”.

Esta mujer fue una terrateniente chilena, hija del matrimonio formado por el noble Gonzalo de los Ríos y Encío con Catalina de Lisperguer y Flores, famosa por su belleza y por la descorazonada crueldad con la que se sabía trataba a sus sirvientes. Fue por esto que se convirtió en un icono del abuso y la opresión coloniales; perteneciente a la rica familia de los Lisperguer, su reconocida figura, grandemente mitificada con el paso de los tiempos, pervive en la cultura popular de su país como el epítome de la mujer perversa y abusadora.

Desde muy joven, se manifestaron en ella los instintos sanguinarios, pues fue en 1623 que asesinó a su propio padre, envenenando su comida. Apenas pasado un año de este evento, se dice que Catalina invitó a un rico feudatario de Santiago mediante una carta amorosa – detalle cuestionable, ya que se presume que Catalina no sabía escribir –, y que, al tenerlo finalmente en sus brazos, lo mató a cuchilladas sin piedad alguna y culpó del crimen a una esclava suya, que fue ajusticiada en la Plaza de Armas. Asimismo, la Quintrala fue encausada por el asesinato de un antiguo amante, Enrique Enríquez de Guzmán, caballero perteneciente a la Orden de San Juan que la pretendía en matrimonio; asegurando que éste hubo jugado con sus sentimientos, e indignada ante tal pretensión, Catalina encomendó a un esclavo que lo matara a palos; el esclavo recibió pena de muerte, y a ella, por su parte, se le impuso una multa en dinero.

Más tarde, habría contraído nupcias con el soldado Alonso Campofrío y Carvajal, quien si bien no poseía bienes, recibió un dote importante que incluida una hacienda en La Ligua; allí vivió la pareja, y se convertiría en el nuevo escenario criminal de La Quintrala, cometiendo una serie de barbaridades, varias de las cuales su marido sería cómplice. Entre sus víctimas, se encontró un cura doctrinero de indígenas, que los hubo defendido de los malos tratos por parte de la terrateniente; se dice también que cercenó la oreja izquierda de Martín de Ensenada y que mató a un caballero de Santiago. Pero, principalmente, la servidumbre era quien padecía sus crueldades: castigos con el látigo, en el cepo y diversas torturas eran empleadas en ellos, sin importar edad o sexo.

Finalmente, tras largos años de impunidad, se envió una misión secreta que investigó el caso y encontró los fundamentos suficientes para juzgarla. Para 1660, fue sometida a proceso en la Real Audiencia de Santiago, y el juicio duró cuatro años debido a sus influencias para aletargarlo. De mentalidad enfermiza y contradictoria, La Quintrala era devota del Cristo de la Agonía que existía en la iglesia de San Agustín, y fue por ello que en su testamento pidió ser enterrada vistiendo los hábitos agustinos en dicho lugar. Arrepentida, donó seis mil pesos para costear una procesión anual el 13 de Mayo de forma perpetua por la expiación de sus pecados, además de otras sumas dedicadas a la realización de misas en pos de su alma y la de los indios a quienes maltrató. A final de cuentas, no somos más que mortales.






Por: Marissa Sigala A.

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