Y de nuevo nos vemos, nos leemos, mejor dicho. Esta semana me he encontrado con un artefacto peculiar en mi cajón, una lata reflejante; la cual solía segregar un rocío por su pequeño dosificador blanco. Pero, ¿Cuál era el contenido de dicha lata? Y ¿Por qué es importante su mención en el cajón de sentidos ohentanianos? En breve hablaremos de ello. Se dice que esta pócima era usada por el 99.99 por ciento de la población en la década de los ochenta. Su uso se reducía a la necesidad del cabello en mantenerse fijo, cual masa inmóvil en las cabezas humanas; seguro que aquello trajo más consecuencias que un simple tortícolis…
Seguro la mayoría tenemos a una madre que guarda las fotos de su juventud. Si uno se fija bien puede notar algo extraño, algo de otro mundo quizás; no, no es un sombrero ni un gorro excéntrico, es cabello: su cabello “natural”. Ciertamente acomodado en algo conocido como peinado y ¡vaya qué peinados! Al parecer a ellos no les caía de la patada el friz, lo adoraban: ¡arriba los chinos, abajo los lacios! Buscaban conseguirse en look lo más electrizante posible, con crepes y copetes esponjosos. Si lucía desarreglado, con cabellos aquí y allá sin un orden aparente, ¡listo! estabas a la moda. Quizás en la mente sólo tengamos una pregunta ¿Por qué? La respuesta es muy simple: porque podían. Además lo importante del asunto no es el por qué o el para qué lo hacían, sino el cómo ¿Cómo podían arreglárselas en ese entonces para tener el cabello tan fijo cual peluca rígida prefabricada?
¿Han oído hablar de la laca, el aerosol o el spray para el cabello? Poniénsomos científicos, les puedo decir que Joseph Dallal y Colleen Rocafort, quienes escribieron en 1997 el libro Laca del cabello/Productos fijadores y del cuidado del cabello, dicen: “Es una fina vaporización de compuestos químicos que son propulsados de una lata de aerosol o contenedor de bomba. Los químicos o polímeros (resina) hacen que las raíces del pelo se peguen juntas […]”. Este spray fue inventado en 1950 por Helen Curtis y para 1955 se vendía en todo el mundo. El aerosol tuvo sus momentos de gloria en los cincuenta, bajó su demanda en los sesenta con la llegada del periodo hippie y volvió a aumentar en los ochenta para mantener esos pelos bien parados. A pesar del revuelo con este tan satisfactorio producto para el cabello, en 1970 se encontró que los aerosoles con propulsores de clorofluorocarbonos (CFC), componente también usado en refrigerantes, disolventes y en la fabricación de espumas, resultaban ser seriamente dañinos para la capa de ozono. Desde entonces las empresas suprimieron el uso de CFC en sus latas.
Las consecuencias de aquellas sustancias una vez usadas por “necesidad estética”, dejaron casi al desnudo al planeta frente a los peligros de la naturaleza. Aquella capa puesta en la estratósfera, escudo de los rayos mortales del sol y protector de vida, se vio lacerado. En el año de 1985 fue descubierto en la Antártida el fenómeno del agujero en la capa de ozono. El orificio es comparado con la extensión de los Estados Unidos y con una profundidad como la altura del Everest, la cual ha crecido todos los años desde 1979. La causa, como ya la he mencionado, son en mayor parte los productos y maquinaria en donde se usan compuestos de CFC, aunque claramente no son los únicos. En 1987, se firmó un acuerdo entre varios países: el Tratado de Montreal, en el cual se pactaba reducir la producción de CFC a la mitad, al menos por diez años. Al parecer la situación demandaba más que eso, el protocolo no fue lo suficiente para lo que la capa necesitaba para recuperarse, puesto que las partículas de CFC podían mantenerse activos en la atmósfera hasta cien años para seguir descomponiendo las moléculas de ozono.
En diciembre del año pasado (2015) hubo nuevas investigaciones en la Antártida, coordinadas por los Drs. Raúl Cordero y Alessandro Damiani, donde se concluyó que el agujero en la capa de ozono había llegado a niveles récord con una extensión de más de 10 millones de kilómetros cuadrados; más del doble de lo que se esperaba para esas fechas según las estadísticas. Definitivamente aquello es para alarmarse. Los países más afectados por este fenómeno son Argentina, Chile y Uruguay. Esto, junto con una serie de desastres de los cuales hemos sido capaces de conocer por los medios de comunicación, es consecuencia de atender primeramente nuestras “necesidades superficiales” a costa de cualquier otro ser vivo que consideremos inferior; incluido nuestro hogar, nuestro planeta. Qué importa la manera en que lucimos si la capa que nos protegía amorosamente de los rayos UV ahora sufre desnutrida y aún faltan décadas para que sane parte de su espesor. Ayer viernes 22 de abril de 2016 se conmemoró el día de la Tierra ¡Qué bueno que nos acordemos de ella!
Jessica Fortanell
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