miércoles, 13 de abril de 2016

Sobre jueguitos: Free-to-Play

Al vivir en una sociedad capitalista estamos conscientes, desde la década de los treinta del siglo XX, que las crisis económicas son algo que puede ocurrir en cualquier momento y sin el menor aviso. Eso provoca que, para que las compañías pierdan la menor cantidad de dinero posible, suban el precio de sus productos. Los videojuegos, siendo una forma de arte, un mero entretenimiento o un medio terapéutico, no deja de ser un lujo, una compra trivial. Al ser un producto de naturaleza banal, es un gasto prescindible, y por lo tanto, durante los momentos más duros de las depresiones, tienden a encarecerse.

Tal vez, en la cultura reciente del internet, nos damos cuenta de que el grupo social que más consume estos productos son los adultos, los veinteañeros que crecieron con esos pequeños lujos que ahora tienen empleos con los que son capaces de solventar tales gastos; pero en realidad, quien compra más juegos son los niños y los adolescentes. Como son menores, hacen menos ruido en internet cuando tienen uno nuevo, pero sí, son ellos; y al no tener empleos, su capacidad de adquisición es un poco más irregular que el de la gente mayor. Dependen de los padres, incluso yo aun depende de mi madre en el caso de que quiera jugar algo nuevo. Y cuando uno es adolescente es peor porque se quiere comprar algo casi por impulso. Gracias a este publico nació una mecánica de ventas.

Actualmente hay muchos y gracias a las redes sociales más. Hablo de los juegos Free-to-Play. Son gratis, sí, pero no del todo completos. Son juegos que no tienen ningún costo al iniciar, pero hay pequeñas cosas que se pueden comprar con dinero real para hacer una experiencia más completa. Es un excelente negocio, por supuesto, igual que los traficantes con la primera muestra de droga, el problema es cuando se abusa de esta mecánica. Hay casos como el de Hearthstone, en el que uno lucha contra otros oponentes con cartas en un modo similar al de Yu-gi-oh, en donde todo está disponible si se es constante jugando y consiguiendo oro en los duelos; el pago con dinero real es solamente si uno quiere adelantar el progreso o si quiere tomárselo más competitivamente. Sin gastar una sola unidad monetaria nacional, uno puede tener la experiencia completa sin problemas. Hearthstone es uno de los casos raros en donde las palabras “Free-to-Play” se honran en todo su sentido. Es gratis y libre de jugar, pero hay algunos en donde solamente se dan los niveles básicos y, para mejorar o llegar a los mejor del juego hasta el punto máximo, se necesita de hacer un pago bastante despiadado. Pero eso, aun siendo demasiado una acción demasiado cruel, no es lo peor.

A muchísimos les gusta Star Wars. Es innegable que es una de las franquicias más redituables de toda la industria. A los fans les gusta por distintas razones, pero una de las principales es su alto contenido que va más allá de solo las películas. Los videojuegos de la Guerra de las Galaxias son parte importante de esta saga, porque, ¿Quién no quiere ser un jedi? ¿Quién no quiere enfrentarse al imperio? O, ¿Quién no quisiera luchar del lado del imperio contra los rebeldes? A finales del año pasado salió a la venta el más reciente de los que permiten hacer todo eso y más: Star Wars: Battlefront (Xbox ONE, PS4 y PC). Yo mismo lo jugué, lo probé y me gustó. El problema es que está en la situación completamente opuesta al de Hearthstone; tiene precio de un juego completo cuando, para que lo esté de verdad, es necesario pagar una cantidad similar a la total para tener todo lo extra. Es la mitad de un juego con precio de dos.

Hay una forma muy simple para evitar que se cometan esta clase de abusos, y es simplemente no comprándolos. Los juegos completos son muy caros, de verdad muy caros. Ni siquiera he comprado uno desde el año pasado. La situación económica es muy impredecible y, muchas veces, es mejor dejar pasar un pequeño lujo si es más prioritario comer. Por eso he notado que los videojuegos gratis han ido creciendo. Son fáciles de jugar, son fáciles de entender y, si es necesario comprar algo, no se siente como un gasto muy grande. Hay veces en las que prefiero comer que comprar el nuevo de Mario, pero hay veces también en las que prefiero batirme en duelo contra algún desconocido que comer. Nadie puede vencer a mi maso de “brujo”.

Sir Erick Ayala

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