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El mundo no arderá porque no puedes forzar una sonrisa
La depresión apesta. Es como vivir con una masa amorfa encima de los hombros, diciendo a uno lo mal que vive la vida, lo feo que se es y lo insignificante que representa la existencia de un solo individuo para el resto del mundo. Si se le alimenta de otros pensamientos como esos, va a estallar en cualquier momento. Y no es culpa de nadie exclusivamente, porque esta enfermedad es tan importante como una lesión en el tobillo, que si no se trata y procura, probablemente seguirá doliendo y encima, si alguien pretende correr una maratón bajo ese estado, horribles resultados le depararán. Excepto que la depresión puede llevar a una persona al suicidio, y entonces ya no es tan parecida a una dolencia corporal y a fin de cuentas curable. Un tema tan delicado como el que nos convoca requiere un trato abierto, en definitiva. Nunca se sabe quién sea presa de un mal semejante, además de las personas capaces de prevenir el estado depresivo ante la exposición de síntomas tempranos. La serie de esta semana convoca el regreso del drama (si alguna vez se fue), de las sensaciones que nos dejan por ahí, tirados y con ganas de abrazar a nuestra mamá. Pero que finalmente nos mostrará un maravilloso crecimiento personal; reflexiones concernientes a los jóvenes y no tan jóvenes, de la mano de una mujer británica muy peculiar, el acoso escolar y las apariencias personales. My Mad Fat Diary, una tragicomedia del Reino Unido, cuenta con tres temporadas desde el año 2013 y un final inesperado en 2015.
La historia, basada en la autobiografía de Rae Earl, titulado My Fat, Mad Teenage Diary; habla de una adolescente de dieciséis años con el mismo nombre (interpretada por Sharon Rooney). Se nos vincula de inmediato en un Lincolnshire de 1996, ajustándonos en el preciso momento donde la joven sale del psiquiátrico, después de cuatro meses y un intento de suicidio. Apenas se encuentra con el exterior, se topa con su mejor amiga, Chloe (Jodie Comer), en compañía de sus nuevos amigos: Izzy (Ciara Baxendale), Chop (Jordan Murphy), Archie (Dan Cohen) y Finn (Nico Mirallegro; Spike Island, Hollyoaks), con los que convive a expensas de Chloe, tratando de encajar y presumir un poco de su “estadía” en París, porque ninguno de ellos se ha enterado de su condición mental y sus problemas corporales. Nuestra protagonista pesa alrededor de ciento cuatro kilos, se reconoce la impotencia e inseguridad en cada uno de sus pasos y a pesar de haber salido ya del hospital, el tortuoso camino como el personaje de Rae apenas ha empezado. La tenacidad y todas las fortalezas de esta mujer se manifiestan hasta cuando respira, es divertida, creativa, conocedora de la música de su época y gran conversadora; ¿Qué parece estar tan mal si es así? Los demás. En compañía de su terapeuta, Kester (Ian Hart; La piedra filosofal, Bates Motel), Rae tendrá estas altas y bajas, aunque en esta ocasión no está sola.
Sin embargo, nada llega a ser absolutamente deprimente en la serie. Cargada de la correcta proporción entre la comedia y el drama, se palpa un ambiente ya visto en programas británicos del mismo corte como Skins (2007) y Misfits (2009), acompañado de garabatos al estilo “videojugabilístico” de Scott Pilgrim vs The World, pero tal como si se tratara de un diario escrito por Rachel, llevado a la vida real. La percepción narrativa corre por parte de la protagonista casi por completo, pero ese es un acierto más en la trama, ya que de esa manera logra reconocerse con mayor facilidad el progreso de ésta, la visión de su mundo y el cambio de opinión, la reconsideración de ciertos temas y/o personas, recalcando algo importante: La apariencia no lo es todo. Mantenerse tan enajenada en una visión radical de las cuestiones físicas y los menosprecios a sí misma, también la hace pecar de inocente, creyendo firmemente en que las personas atractivas tienen lo suyo de superficiales y cuentan con una vida arreglada. El egoísmo resulta obvio al momento de visualizar un punto de vista subjetivo por completo, con sus opiniones, creencias y pensamientos bien arraigados; consideración fascinante u odiosa, dependiendo del ojo crítico particular. A diferencia del par de series nombradas, MMFD reluce por méritos propios, aunque sea menos reconocida que éstas.
Toparse con una serie representa adecuar ciertas creencias y usanzas a la misma. Ser testigos de una mujer tan fuerte es algo imprescindible, incluso para la misma vida. Representa tener presente una figura diferente como modelo para el resto, una adolescente al rojo vivo, en conjunto con problemas fuertes y una actitud sin tendencia a amedrentrarse. La dicotomía de una persona depresiva sin estereotipos, con defectos y capacidades. Padecimientos en tantos matices es propio del día a día de cualquiera. Tener una presencia con las características de Rae es una ayuda enorme para ese pequeño grupo con enfermedades mentales, por lo que de inmediato representa un progreso entre la diversidad y extensión de temas de los que se hablan. Una meta importante para cada historia del mundo es llegar al otro de alguna manera. Extender los horizontes en cuestión de público y trama, representa un logro y un punto de vista válido. Así se cuenten con las características del personaje o adecuarse a su forma de ver las situaciones, es una experiencia introspectiva, rara de conseguir cuando se trata de una historia parcialmente ficticia. Ya se busque o se quiera entender a Rae o sufrir como ella, la lección se considera aprendida. ¿Y no es satisfactorio?, que al final permanezca algo, no sea una serie más y uno necesite un par de clics más a la que sigue, para quitarse el mal sabor.
¿Qué más resta decir?, las series británicas contemporáneas son reconocidas por mantenerse entre un público joven, con esos "devastadores cambios", la cosa con MMFD es que aquí lo vuelven común y hasta gracioso. Se habló de la depresión y la terrible experiencia para las personas aludidas a ella; la censura, la incomprensión y el malestar que ello genera, parecido a una dolencia física y el deber de tomar a la enfermedad "invisible" como algo demasiado serio, antes de que sea muy tarde. Se puede ver la vivencia de Rae Earl, una mujer con la cual se puede romper esquemas en todo sentido, dejar de lado ese miedo, ese rastro tan dramático y pesado en una persona depresiva, tal vez al restarle el arquetipo para las personas como ella, anteponer su personalidad sobre todo, humanizar a la enfermedad y no observarla con ojos prejuiciosos; así como la necesidad de empatizar, recordando la verdadera importancia de las apariencias corporales. Finalmente es ese ideal, lo que debería pasar en cualquier situación depresiva, resanar las grietas, mantenerse de pie y continuar en este mundo, las veces que sean necesarias.
“Estaba llegando al punto en el que ya no soportaba estar sola, es lo que pasa con la soledad, se arrastra y crece dentro tuyo como un silencio inmenso.”
—Rae
“Mis métodos de tortura son pedirte que confíes en la gente, pedirte que pierdas el control, pero si yo hubiera sido tratado de la forma que la gente te ha tratado a ti, también querría sentarme en el baño y esconderme del resto del mundo.”
8/10
Nadia B. A.
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