“Si algo he aprendido es que la suerte no existe, se crea.
Hay momentos que son decisivos para la vida y en los que todo está permitido
pues se toma conciencia de que lo que pase después se verá siempre afectado por
las decisiones que se hayan tomado en esos instantes. Cuando se es joven
cualquiera cree que cambiará al mundo independientemente de lo que se haga, en
la mente arrogante y pendenciera de la juventud se encuentra la idea de que
somos escogidos por cualquier de los dioses. Hacemos planes a futuro con tintes
extraordinarios y creamos historias que nos tiene como protagonistas y héroes,
no hay nada que pueda contra nosotros.
Pocas profesiones como la de un médico apoyan la idea de un
poder infinito. El recorrido comienza durante los estudios; una ingenua aspirante
ingresa a la prestigiosa facultad de medicina con el firme propósito de
convertirse en la mejor de su generación. Marcada por una tragedia familiar
está dispuesta a dedicar su vida en ayuda de los desahuciados y a no permitir
que la negligencia y corrupción de los hospitales de su país vuelvan a
arrebatarle un ser querido a nadie. Pasan los semestres y cada día se convence
más de que podrá lograr sus metas.
Pasan los años y se convierte en un nombre famoso en el área
de la cardiología, sin embargo, comienza
a realizar una serie de investigaciones con respecto a un raro virus. Poco a
poco sus intenciones cambian, el virus la tiene enajenada provocando que
abandone su prestigiosa carrera. En un determinado momento cae en la cuenta de
que es la única persona que mantiene un vivo interés por un descubrimiento que
ha sido opacado por otros más recientes, molesta por ser ignorada se pasa las
noches pensando en cómo lograr que la comunidad internacional mire su proyecto.
Sabe que el virus es mortal y que si se desata podría generar una pandemia
colosal, pero también sabe que pocas personas tienen acceso a él. Tiene
entonces una revelación y después de algunos años consigue crear el antídoto a
su mortal tesoro.
Para ese tiempo el virus es prácticamente un archivo más en
la base de datos de la OMS. Antes de ejecutar su plan su ética profesional le
atormenta provocando que se pregunte si lo que hará es lo correcto por lo cual
se promete hacer solo una prueba. Meses después, en un pueblo alejado de la
ciudad comienza una extraña pandemia que acaba con un cuarto de la población,
los gobiernos del mundo, temerosos de que la rara enfermedad se expanda piden a
la OMS que averigüe de que se trata, en poco tiempo aquel virus olvidado resurge
causando el pánico internacional. El plan de la doctora es un éxito, en menos
tiempo del que creía ya está viajando para compartir sus descubrimientos al
mundo, ocultando la existencia del antídoto da conferencias con respecto a las
medidas de precaución que deben tomarse.
Sin embargo, un sentimiento de poder ha nacido en ella, prácticamente
tiene a toda la comunidad médica a su servicio ya que es la única con el
conocimiento suficiente del virus que por cierto se ha extendido a diferentes
partes del mundo por la cuales ha pasado la doctora. Un par de años después
descubre el antídoto, por lo cual se le venera cual dios. Sin duda el nivel de
satisfacción del que es portadora le hace voltear la vista a aquellos
especímenes que se encuentra en laboratorios secretos, nuevos virus cada uno
más mortal que el otro, las posibilidades de que trabaje con ellos y pueda
crear los antídotos son infinitas. Podrá salvar al mundo aun a costa de algunos
sacrificios. Como ve, he tomado las decisiones que he creído correctas, gracias
a ellas llegue a la posición en que me encuentro y la cual no planeo dejar
nunca, aunque eso implique que deba generar nuevos virus. De cualquier manera,
el mundo comenzaba a sobre poblarse y quien mejor que una diosa para purgarlo.”
Andrea Hernández Álvarez
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