Aproximaciones a Ingarden, Iser y Shklovsky; y el proceso en el receptor del sentido polisémico y la necesidad del extrañamiento en la obra literaria
En esta entrega abordaremos a grosso modo algunos elementos de las teorías presentadas por las inteligencias autorales antes mencionadas, con el objeto de posicionar al lector en el proceso de construcción del sentido polisémico, la experiencia estética y el extrañamiento a través de la obra literaria.
El valor estético en la obra de arte literaria
El valor estético de la obra literaria para Ingarden, refiere a que el total de los estratos que la constituyen, en suma; es aquello que dota la obra de tal valor. Sin que este valor sea la obra literaria en sí. El carácter estético debe estar presente en cada estrato que conforma la obra, de tal suerte, que la adición armoniosa de todos los estratos culmine en dicho valor. Siendo el receptor el punto terminal del proceso estético de la obra. Más adelante hablaremos de los procesos que obedecen al sentido polisémico de la obra de arte en el receptor desde una aproximación a Ingarden e Iser.
El proceso de concretización de la obra literaria
Sabemos que para Ingarden existe un proceso determinado cuando la obra literaria tiene un receptor, este proceso obedece a la continuidad del lector conforme los enunciados gramaticales, que en suma; para Ingarden constituyen el texto literario. Para el filósofo polaco la obra tiene una estructura básica común. De aquí se desprende la idea de que se trata de un objeto complejamente estratificado o multiestratificado; los estratos en su conjunto son su esencia, Ingarden distingue cuatro estratos, de ellos aquí nos interesan solamente dos: 1) estrato de los objetos representados, expuestos en las relaciones intencionales y proyectadas en la obra 2) estrato de los aspectos esquematizados, en el cual aparecen objetos de diverso tipo expuestos en la obra. Dichos estratos se relacionan entre sí. El estrato de los objetos representados es aquel con el que el lector se relaciona al realizar una lectura simple de la obra. En la medida en que el lector sigue las intenciones de sentido del texto, los objetos representados siempre son lo primero que le llega a la atención. Estos objetos representados propios de la obra de arte literaria son objetos puramente intencionales, proyectados por las unidades de sentido. En cuanto a los aspectos esquematizados, se definen en términos de aquello que un sujeto perceptor experimenta ante un objeto determinado. De aquí se desprende el sentido polisémico de que hablaremos más tarde. Existe, no obstante otro proceso que según Iser, es paralelo a la esquematización y a la concretización del texto y este versa en aquello que no está escrito.
Lo no dicho como diferencia fundamental de lo literario según Iser
Según el filósofo alemán Wolfgang Iser, en la relación entre los enunciados gramaticales intencionales de Ingarden va paralelo aquello que tales enunciados no dicen en sí mismos, es decir, que el lector al momento de leer comienza a presuponer o a llenar con sus expectativas lo que continua, lo que le falta por leer. De acuerdo con Iser, cuanto más un texto llene o cumpla con las expectativas del lector, o cumpla con la obviedad de la secuencia de enunciados; y cuanto más individualizada sea la lectura del texto literario, ésta obviedad evita el deseo de continuar la lectura. Iser plantea, así como lo hizo Ingarden, una interacción entre receptor (él lo llama lector) y el texto, de modo que la obra como tal no está terminada. Ésta contiene en sí misma espacios en blanco donde el lector completará o llenará con su subjetividad y referentes internos dicho espacio. Esta interacción sugiere un intercambio entre la obra y el receptor en tanto que la obra le ofrece enunciados concretos y el lector llena los vacíos de esos enunciados con su imaginario.
El lector en cuanto a recepción estética y el sentido polisémico de la obra
De lo dicho por Iser e Ingarden respecto a que cada receptor o lector tendrá una relación distinta con la obra, se deriva esto que llamaremos sentido polisémico de la obra. Este comienza con admitir la subjetividad como una individualidad singularizada misma que es propia de cada receptor. De este modo la relación entre obra- receptor será distinta. Dicho de otra manera, cada receptor dotará de un sentido singular a la obra; este sentido puede ser distinto incluso de aquel propuesto por la inteligencia autoral de la obra. De allí el sentido o valor polisémico, la obra tendrá tantos sentidos como receptores, desde luego; partimos del hecho de que la obra tiene una estructura común entre otras obras y entre copias de la misma. A saber, dependiendo del carácter de la obra tendrá una estructura común al resto de la obras con dicho carácter pero hemos de admitir que el carácter de la obra no se altera al momento de reproducirla.
La necesidad del extrañamiento en la obra literaria
Retomando lo dicho por Iser acerca de la individualización de la lectura de la obra, es decir, cuanto más obvia parece la relación de sucesos que el lector va llenando con su subjetividad en cada entrega de estos enunciados gramaticales Ingarderianos, menos será el deseo de concluir la lectura de la misma. Así, no podemos evitar llamar a la discusión al teórico ruso V. Shklovsky. En su ensayo El Arte Como Artificio propone un elemento que nos parece indispensable en esta relación receptor - obra, de la cual hemos estado hablando: el extrañamiento. Según Shklovsky, dicho extrañamiento proviene de una resignificación de la realidad, es decir, darle un valor distinto al hecho cotidiano. Dentro de la obra deben existir en la suma de los estratos de Ingarden el valor estético y es dicho valor aquello que re direcciona el sentido de lo dicho, para que al final de la obra o la suma de los estratos o como lo llama Shklovsky la suma de todos los artificios, doten de un nuevo sentido al hecho literario. De este modo cada receptor tendrá bajos sus propios referentes internos un sentido de la obra, así podrá concretarse la experiencia estética. Cabe decir que para Shklovsky, este extrañamiento proviene del modo en que la realidad está presentificada en la obra, en él como, en el método, estos elementos van a ser el conducto por el cual se de el extrañamiento y se concrete la experiencia estética, en la suma de todos los artificios en la obra literaria.
Rocío Berenice Ortiz García. "Rose"
Referencias:
Teoría de la Literatura de los Formalistas Rusos, Todorov, Madrid, 1978, Siglo veintiuno editores,s,a.
Estética de la Recepción, José Antonino Mayoral, compilador, Madrid,1987, ARCO/LIBROS. S.A.
La Obra de Arte Literaria, Roman Ingarden, México, 1998, Editorial TAURUS, coeditores Universidad Iberoamericana.
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