jueves, 28 de abril de 2016

Divagaciones en la Geografía Metafísica: entrampado

¿Cuál es la probabilidad de que a una persona le caiga un piano? Después de buscar infructuosamente la respuesta a dicho planteamiento, concluyo que lo que realmente se necesita son estadistas enfocados en las nimiedades de la vida, por ejemplo, ¿cuál es la probabilidad de ser correspondido y aún así quedarse en la Friendzone? Les propongo una ecuación sencilla: primero, un chico más extravagante que tímido, incapaz de distinguir los sueños de la realidad; a eso hay que sumar una chica insegura y con gustos raros. Como dirían en francés, voilà: ésta es la historia de La science des rêves o La ciencia del sueño, una película surrealista de Michael Gondry (quien también dirigió Eternal Sunshine of the Spotless Mind). Ilustración de enamoramiento patético, esta película deja ver ciertos comportamientos que tienden a alejarnos de quien amamos.

Para llegar a la Friendzone, lo primero que hay que vencer es la timidez, puesto que sólo los amigos son admitidos en este infierno VIP. En esta película, Stéphane, el protagonista, trata de superar su cobardía para llegar hasta Stéphanie (la vecina a quien conoce accidentalmente debido a un incidente con un piano…). Sin embargo, Stéphane no sólo es prisionero de su propia timidez, sino particularmente de su fantasía; una fantasía subversiva e invasora, origen de su creatividad artística que además proporciona un foro de ensayo para enfrentar ese mundo que lo intimida, por ejemplo, al interactuar con alguien del sexo opuesto. El problema es que sus sueños a todo color no se limitan a la privacidad de su mente, sino que incluso se mezclan con la realidad irremediablemente.

¿De qué están hechos los sueños? De acuerdo con Stéphane, bastan unos cuantos pensamientos aleatorios, reminiscencias del día, ciertas memorias del pasado, sentimientos, música, imágenes, etcétera. Quizás los sueños de Stéphane son tan vívidos que no logra distinguir cuando está dormido o despierto, lo cual lo lleva a cometer actos imposibles si fueran conscientemente. Por un lado, su fantasía lo vuelve osado, por otro, le provoca muchas confusiones. En la mente de Stéphane, una palabra o un gesto, cobran significado, aunque a veces pueden ser distorsionadas al punto de provocar malentendidos en la vida real; la manera en que Stéphane desconfía del mundo es únicamente un reflejo de su desconfianza en sí mismo debido a su incapacidad de entender el mundo claramente.

Su falta de confianza es el abismo más grande que separa a Stéphane de Stéphanie: siembra su cabeza de dudas y no lo deja ver lo que realmente significa para su amiga. La fantasía se complica, se enreda con la realidad, como un laberinto viviente e interminable. Es cierto que Stéphane no quiere ser más el amigo de Stéphanie, que tiene miedo del día que ella le presenta a su novio, pero tiene más miedo de ser sincero con ella. Trata de abrir su corazón y lo único que le sale son confesiones obscenas. En un momento crítico de la historia, Stéphanie lo recrimina diciendo que aún si Stéphane recibiera la prueba de amor más grande, seguiría sintiéndose rechazado.

La ciencia del sueño no es una historia de amor ni de desamor, sino simplemente sobre la necesidad de amar y las barreras que nos ponemos a nosotros mismos. Una vez rebasada la timidez, queda la fantasía. ¡Cuántos enredos no tejemos en nuestra mente! Tendemos a pensar tanto en quien nos gusta que a veces hasta inventamos cosas que nos lastiman, sospechas que merman nuestra relación, así como Stéphane era capaz de creer lo peor de Stéphanie, pasando por alto las cosas como eran en realidad. Desvariamos, dudamos, enloquecemos.  Al final, el último refugio para Stéphane era su imaginación, el único lugar donde podía alcanzar sus anhelos sin miedo a lastimarse (o miedo a caer en la Friendzone). Sin embargo, por más que lo irreal se confunda con la realidad y hasta llegue a afectarla, no se puede vivir a base de fantasía. 


Ana Laura Bravo

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