¿Cuál es la
probabilidad de que a una persona le caiga un piano? Después de buscar
infructuosamente la respuesta a dicho planteamiento, concluyo que lo que
realmente se necesita son estadistas enfocados en las nimiedades de la vida,
por ejemplo, ¿cuál es la probabilidad de ser correspondido y aún así quedarse
en la Friendzone? Les propongo una ecuación sencilla: primero, un chico más
extravagante que tímido, incapaz de distinguir los sueños de la realidad; a eso
hay que sumar una chica insegura y con gustos raros. Como dirían en francés,
voilà: ésta es la historia de La science des rêves o La ciencia del sueño, una película surrealista de Michael Gondry (quien
también dirigió Eternal Sunshine of the Spotless Mind). Ilustración de enamoramiento
patético, esta película deja ver ciertos comportamientos que tienden a alejarnos
de quien amamos.
Para llegar a la
Friendzone, lo primero que hay que vencer es la timidez, puesto que sólo los
amigos son admitidos en este infierno VIP. En esta película, Stéphane, el
protagonista, trata de superar su cobardía para llegar hasta Stéphanie (la
vecina a quien conoce accidentalmente debido a un incidente con un piano…). Sin
embargo, Stéphane no sólo es prisionero de su propia timidez, sino
particularmente de su fantasía; una fantasía subversiva e invasora, origen de
su creatividad artística que además proporciona un foro de ensayo para
enfrentar ese mundo que lo intimida, por ejemplo, al interactuar con alguien
del sexo opuesto. El problema es que sus sueños a todo color no se limitan a la
privacidad de su mente, sino que incluso se mezclan con la realidad
irremediablemente.
¿De qué están
hechos los sueños? De acuerdo con Stéphane, bastan unos cuantos pensamientos
aleatorios, reminiscencias del día, ciertas memorias del pasado, sentimientos,
música, imágenes, etcétera. Quizás los sueños de Stéphane son tan vívidos que
no logra distinguir cuando está dormido o despierto, lo cual lo lleva a cometer
actos imposibles si fueran conscientemente. Por un lado, su fantasía lo
vuelve osado, por otro, le provoca muchas confusiones. En la mente de Stéphane,
una palabra o un gesto, cobran significado, aunque a veces pueden ser
distorsionadas al punto de provocar malentendidos en la vida real; la manera en
que Stéphane desconfía del mundo es únicamente un reflejo de su desconfianza en
sí mismo debido a su incapacidad de entender el mundo claramente.
Su falta de
confianza es el abismo más grande que separa a Stéphane de Stéphanie: siembra
su cabeza de dudas y no lo deja ver lo que realmente significa para su amiga.
La fantasía se complica, se enreda con la realidad, como un laberinto viviente
e interminable. Es cierto que Stéphane no quiere ser más el amigo de Stéphanie,
que tiene miedo del día que ella le presenta a su novio, pero tiene más miedo
de ser sincero con ella. Trata de abrir su corazón y lo único que le sale son confesiones obscenas. En un momento crítico de la historia, Stéphanie lo
recrimina diciendo que aún si Stéphane recibiera la prueba de amor más grande,
seguiría sintiéndose rechazado.
La ciencia del sueño no es una
historia de amor ni de desamor, sino simplemente sobre la necesidad de amar y
las barreras que nos ponemos a nosotros mismos. Una vez rebasada la timidez,
queda la fantasía. ¡Cuántos enredos no tejemos en nuestra mente! Tendemos a
pensar tanto en quien nos gusta que a veces hasta inventamos cosas que nos
lastiman, sospechas que merman nuestra relación, así como Stéphane era capaz de
creer lo peor de Stéphanie, pasando por alto las cosas como eran en realidad.
Desvariamos, dudamos, enloquecemos. Al
final, el último refugio para Stéphane era su imaginación, el único lugar donde
podía alcanzar sus anhelos sin miedo a lastimarse (o miedo a caer en la
Friendzone). Sin embargo, por más que lo irreal se confunda con la realidad y
hasta llegue a afectarla, no se puede vivir a base de fantasía.
Ana Laura Bravo
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