La Dinastía
Destronada.
Dancing bears,
Painted wings,
Things I almost remember,
And a song someone sings
Once
upon a December.
(Once Upon a December, Anastasia, 2000)
Había
una vez un reino en la gran Rusia, gobernado por la línea de los poderosos
Zares, siendo la Dinastía Romanov los últimos herederos de ellos. Pero incluso
los magníficos imperios tienen un fin. El Zar Nicolás II fue el último monarca de la Corona rusa, junto
a él gobernó su esposa, la Zarina Alejandra, y
juntos sufrieron la pena del arrebato al trono. La
derrocada familia sufrió del castigo y la prisión al perder el poder, siendo las cuatro hijas de la
Zarina quienes pasarían penurias a manos de los revolucionarios hasta el momento de su ejecución junto a sus padres y hermano menor. Décadas más tarde, el
mundo recordaría a la familia real con el misterio de la Gran Condesa Anastasia y su aparente supervivencia.
El apellido Romanov fue remarcado en la Historia por su trágico desenlace y los
misterios que rodearon a éste. Siendo los nombres de las mujeres Romanov
rememorados por la angustiosa experiencia que aconteció en sus últimos días en
vida.
Mientras
el Zar renunciaba a sus derechos al trono, la Zarina y sus hijos fueron
encerrados en un ala de su palacio. Alejandra se mantuvo integra y fuerte para
sus hijas, intentando mantenerlas ignorantes. Eso se volvió imposible cuando los
revolucionarios cortaron los servicios del lugar, condenándoles a la oscuridad
y al frío. Permanecieron cautivos en el palacio por poco tiempo, siendo
trasladados a Tobolsk, un pueblo aislado en Siberia. El invierno en el lugar
provocaba que la temperatura descendiese a cincuenta grados bajo cero, Nicolás mantuvo la casa caliente cortando leña
diariamente, mientras que Alejandra cosía y tejía para mantener a sus hijos
tibios. A pesar de las dificultades, eran libres de moverse por lo que su
estancia no fue incomoda. Cuando Lenin subió al poder, que llegaron los
días duros para los Romanov. Exiliados a Ekaterimburgo, donde estuvieron
encerrados a cal y piedra en una casa pequeña. No podían salir y siempre
estaban rodeados por soldados. Eran días de tensión donde se sospechaba que el
final estaba cerca. El 16 de Julio de 1918,
ocurrió la masacre de la Sangre Real Rusa.
Nicolás
y Alejandra cayeron al primer disparo, mientras que sus hijas fueron asesinadas
a golpes de bayoneta, ya que las balas no las travesaban por las joyas que escondían
entre los dos corsés que llevaban puestos. Olga falleció a la edad de veintidós
años; Tatiana, veintiuno años; María,
diecinueve años y Anastasia a los diecisiete. El pequeño Alexei murió desangrado
por múltiples heridas de bala. Los soldados quemaron y escondieron los restos de la
familia real. Años después, y ante la especulación de que la Gran Duquesa Anastasia
hubiese sobrevivido bajo el hecho de que faltaba su cadáver y sus posesiones, una mujer llamada
Anna Anderson alegó ser la princesa. Lo anterior desmentido mediante un
examen de ADN. En 2007, finalmente se encontraron todos los cuerpos, enterrados en distintas fosas
comunes, y fueron trasladados a la Catedral de San Petersburgo, donde hoy
descansan en paz.
La caída
de los Zares tuvo su causa en una serie de acontecimientos que provocaron el descontento del
pueblo y donde personas inteligentes supieron manipular a masas para cambiar a una nación.
El papel de la Zarina Alejandra fue lo esperado para una mujer de su época, su
posición y sus circunstancias. Siempre buscó mantener la filosofía de su
abuela, la Reina Victoria, incluso hasta el último día de su vida: “Dios, la
familia y el país”. Lo ocurrido a ella y su familia, sólo muestra las
consecuencias de perder el poder y lo que se hace para mantenerlo.
Esperanza del Refugio Aguilar Carrillo.
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