“No tolero el silencio, en el transcurso de un día común y
corriente no puedo tener un solo momento, por pequeño que sea, en que no esté
escuchando música. Debido a ese ínfimo pero fundamental aspecto de mi
personalidad no llego a ser demasiado sociable o establecer relaciones que
duren más allá de unos cuantos meses, por lo general, las personas terminan
hartándose de no poder tener un “momento de paz” al estar a mi alrededor.
Obsesión, esa es la palabra con sentido más lógico que he
encontrado para explicar mi terrible apego a la música, personalmente prefiero
llamarle fascinación. De cualquier manera y como podrá intuir no siempre fui
así, aunque pensándolo mejor, desde el momento en que nací ya me encontraba
rodeado de notas musicales, instrumentos y acordes. Mi padre pertenecía a una
banda de rock por ende en mi casa siempre había música, ya fuera que compusiera
alguna canción, organizara alguna fiesta o simplemente para las actividades del
día a día. No voy a quejarme, crecí con Led Zeppelin, The Beatles, Pink Floyd,
The Who, The Doors, entre muchos otros y me encantaba.

La impaciencia me carcomía, faltaba solo un par de meses
para graduarme. Como parte de una actividad cultural mi grupo realizó una
excursión para un importante concierto de la sinfónica nacional, era la primera
vez que asistía a una presentación de música clásica. Recuerdo que me
encontraba bastante aburrido y deseando estar en cualquier lugar menos ahí, si
bien conocía del tema no me llamaba la atención, supuse que me quedaría dormido
antes de la mitad del concierto. El director levantó la batuta y al bajarla
sonó la primera nota. De inmediato me erguí en el asiento, la música me
envolvía y golpeaba mi mente de una manera totalmente desconocida. Sentimientos
que no sabía que podía experimentar se abultaron en mi pecho, el concierto duro
dos horas, para mí fue eterno y mágico.
Después de ese día no pode pensar en nada que no fuera
música clásica, vacié mi lista de reproducción y descargué todo lo que encontré
relacionado a Beethoven, Chopin, Mozart, Vivaldi y cualquier compositor que hubiera
existido. No me concentraba en los ensayos de la banda y terminé abandonándola,
aplique y entré a una universidad exclusiva en la materia y estudié para ser
Director de Orquesta. La música es mi vida, siempre tengo puestos los audífonos
y en la soledad de mi casa resuenan las baladas, los nocturnos, las óperas a
tope de volumen y todo el día, incluso durante la noche. Es algo sin lo cual no
puedo vivir, literalmente y no me imagino mi existencia de otra manera.”
Andrea Hernández Álvarez
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