jueves, 28 de abril de 2016

Cuéntame un cuento, cuéntame qué hay.


El cuento del jueves: Últimos atardeceres en la tierra (Chile)
De recesos tropicales y familias contrarias.
Las vacaciones familiares siempre han sido espantosas. ¿La razón?, uno nunca hace lo que quiere. El poeta visceral Arturo Belano* es el mártir que encarna dicha situación durante un viaje con su padre; mientras que el viejo quiere ir a buscar mujeres y alcohol, B sólo quiere leer sobre el poeta surrealista Gui Rosey. ¡Padres!, nunca entienden nada. Últimos atardeceres en la tierra es un cuento creado por la sorprendente pluma del escritor chileno Roberto Bolaño. Integrante del libro Putas asesinas (2001), el cuento que protagonista nuestra entrada de esta semana contiene elementos que valen la pena considerar si se ha pensado en salir con el padre a vacacionar en alguna playa del Pacifico.
Al referirnos al estilo narrativo de Últimos atardeceres en la tierra, nos encontramos con un narrador omnisciente, el cual posee características singulares. Al igual que en algunos otros de sus textos**, Bolaño expone una narración que se inmiscuye en la intimidad de su protagonista, dando paso a la reflexión sobre sus pensamientos e inquietudes a lo largo de la historia. En contraposición a lo anterior, nuestro narrador partirá de enunciados simples, casi científicos, y de un lenguaje frío que contribuye al ritmo de la historia.
El viaje vacacional que deciden emprender padre e hijo con destino al Acapulco de 1975, resulta la excusa perfecta para el desarrollo de la historia en nuestro cuento. El choque generacional entre nuestro protagonista el veinteañero B y el patriarca, resulta ideal para observar las conductas que expone cada uno. Mientras que B desea pasar el tiempo inmerso en su lectura sobre poesía surrealista mientras fuma y se enfrasca en pensamientos reflexivos sobre la vida; el progenitor desea ir a bares, beber, divertirse y, por supuesto conseguir algunas prostitutas. La contraposición de ambos personajes conduce al lector hacía el fenómeno de los opuestos, éste será el detonante del final que es anunciado por B mucho antes de su llegada. 

“Después de cenar, su padre le propone salir a divertirse. B rechaza la invitación. Le sugiere a su padre que vaya solo, que él no está para divertirse, que prefiere quedarse en la habitación y ver una película en la tele. Parece mentira, dice su padre, que a tu edad te estés comportando como un viejo. B observa a su padre, que se ha duchado y se está poniendo ropa limpia, y se ríe.
.......... Antes de que su padre se marche B le dice que se cuide. Su padre lo mira desde la puerta y le dice que sólo va a tomarse un par de tragos. Cuídate tú, dice y cierra suavemente.” (Bolaño, 2001)

El cierre de Últimos atardeceres en la tierra, se encuentra directamente relacionado con él título mismo. A lo largo de la trama nos encontramos con un especial énfasis frente a aquellas descripciones que nos enfrentan con el atardecer, dicho patrón se repetirá en diferentes ocasionales. Finalmente, cuando nos encontramos con los cuadros finales, entre juegos de cartas, sexo oral y el presagio de la catástrofe, la oración: Comienzan a pelear, permite que al lector indagar en sus propias conclusiones sobre el destino del padre y el hijo.

“No tardan otras dos mujeres en acercarse a él. ¿Qué quieren tomar?, dice B. Su papá de usted es muy simpático, dice una de ellas, la más joven, de pelo largo y negro, tal vez la misma que me lo chupó hace un rato, piensa B. Y recuerda (o trata de recordar) escenas en apariencia inconexas: la primera vez que fumó en su presencia, a los catorce años, un Viceroy, una mañana en que los dos esperaban la llegada de un tren de carga en el interior del camión de su padre y hacía mucho frío; armas de fuego, cuchillos; historias familiares. Las putas beben tequila con coca-cola. ¿Cuánto rato estuve afuera vomitando?, piensa B. Parecía moto, dice una de las putas, ¿quiere un poquito? ¿Un poquito de qué?, dice B temblando pero con la piel fría como un témpano. Un poquito de mota, dice la mujer, de unos treinta años, el pelo largo como su compañera, pero teñido de rubio. ¿Golden Acapulco?, dice B dando un trago de tequila mientras las dos mujeres se le acercan un poco más y le acarician la espalda y las piernas. Simón, para tranquilizarse, dice la rubia. B asiente con la cabeza y lo siguiente que recuerda es una nube de humo que lo separa de su padre. Usted quiere mucho a su papá, dice una de las mujeres. Pues no tanto, dice B. ¿Cómo no?, dice la morena. La que atiende la barra se ríe. A través del humo, B observa que su padre da vuelta la cabeza y durante un instante lo mira. Me está mirando con una seriedad de muerte, piensa. ¿Te gusta Acapulco?, dice la rubia. El local, sólo en ese momento lo percibe, está semivacío. En tina mesa hay dos tipos que beben en silencio y en la otra están su padre, el ex clavadista y los dos desconocidos jugando a las cartas. Todas las demás mesas están desocupadas.” (Bolaño, 2001)

La guía básica vacacional, propuesta por el excéntrico chileno con lentecillos circulares, deja elementos claros: Un libro de poesía, un espíritu de apertura y un distanciamiento hacia la familia. Sólo así la proximidad hacía un cierre que nos permita observar los Últimos atardeceres en la tierra será cada vez más cercano, tal como el contacto de una desconocida arrodillada en la oscuridad.
Isadora Cabrera.

*Tenemos el placer de presentar, a nuestro estimado lector, el alter ego del escritor Roberto Bolaño. Personaje que ha realizado diversas apariciones en sus obras. Al igual que en otras de sus creaciones, en Últimos atardeceres en la tierra Arturo Belano será identificado como B.

**Invitamos a comprobar nuestra afirmación con la lectura del cuento Llamadas telefónicas o, en caso de presentar interés en  textos con mayor extensión, Estrella distante y Los detectives salvajes

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