jueves, 21 de abril de 2016

Divagaciones en la Geografía Metafísica: economía amorosa

No se dejen estafar: la Friendzone es un destino gratuito, lamentablemente, aquí no sólo encontramos incontables corazones rotos, sino también muchos bolsillos vacíos, saqueados y arrasados. El dinero no es la diferencia entre ganar o no el amor de una persona, y si lo fuera, ¿qué clase de amor ganaríamos? Asumir que podemos conquistar a una persona entre más gastemos en ella es como si quisiéramos regir nuestra vida de acuerdo a un folleto de publicidad del banco; no obstante, las cosas más importantes no se pueden comprar ni con todo el dinero del mundo. No es el precio lo que determina el valor de lo que compramos. Si las cuentas no les están redituando intereses, tal vez deberían reconsiderar qué es lo que realmente cuenta para enamorar a alguien.

Parece que la mercadotecnia ha salido de los comerciales para instaurarse directamente en nuestros cerebros. “Compra esto, compra aquello… te hará guapo, popular y… amado”, Promesas tan falsas como las sonrisas en la publicidad y, aun así, caemos en la trampa. En la mayoría de los casos, son los hombres quienes gastan más tratando de impresionar a las mujeres (un rasgo de inequidad que suele pasarse por alto). Sin embargo, ¿qué clase de amor es el que se puede comprar? Probablemente el mismo que se acaba en cuanto los problemas económicos empiezan. Hablando específicamente de los chicos de la Friendzone, un verdadero amigo no debería de exigirles gastar sólo por satisfacer sus caprichos ya que, en principio, la amistad es una relación desinteresada (y generalmente más económica que el noviazgo).

Cuando uno se enamora es natural querer obsequiar a la persona amada con tal de hacerla sentir nuestro cariño y hacerla feliz. Cuando el amor no es correspondido, todos o la mayoría de los regalos terminarán en la basura o en manos de otra persona; pero, sin importar lo que compremos o el dinero que gastemos, el verdadero significado de las cosas no radica en su precio, sino en su significado. Los sentimientos de la otra persona hacia nosotros no crecen en proporción inversa a nuestro déficit económico, sino en proporción al tiempo, la atención y la confianza que le brindamos. El dinero, por el contrario, entre más se usa se hace menos y eso no cubre ningún seguro que nos indemnice por caer en la Friendzone.

¡A quién no le gusta el dinero! Con él no sólo se pueden comprar cosas caras y bonitas, sino también experiencias únicas (volar en globo, por ejemplo). Pero pagar por algo no garantiza el corazón de la persona que queremos. La diferencia no radica en lo gigante que sea el oso de peluche, ni en cuantos millones de rosas hagan un ramo, ya que la manera más inteligente de regalar algo es sin esperar nada a cambio. Se trata de evitar los extremos: si bien, no brindar detalle alguno a la persona amada puede parecer indiferencia, por otro lado, saturarla de regalos puede resultarle abrumador. Es mejor ser auténtico: hay suficientes opciones disponibles por ningún costo para esas personas que están verdaderamente interesadas en enamorarse y no solamente en impresionar al otro.


El problema no es el dinero, sino la manera en que lo usamos o, mejor dicho, la manera en que nos dejamos usar por él. La publicidad puede hacernos creer que cualquier cosa se puede comprar (en algunas películas he escuchado la frase “todas las personas tienen un precio”); sin embargo, la mercadotecnia está pensada para vender, no para traer la felicidad al mundo. Entre más ostentosos y caros sean los regalos que compremos, no hay garantía de que el plan funcione y no caigamos en el abismo de la Friendzone. Un manirroto puede impresionar, pero una persona que utiliza su dinero con prudencia y eficacia es algo admirable. De cualquier manera, no hay una tarifa para no caer en la Friendzone, y si es que éste es su destino, les será más reconfortante disponer de su dinero para ustedes mismos, como escribió el Arcipreste de Hita: “Si tienes dinero, tendrás consolación”. Bienvenidos a la Friendzone: No cuesta nada.  


Ana Laura Bravo

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