jueves, 21 de abril de 2016

Cuéntame un cuento, cuéntame qué hay.


El cuento del jueves: El día que terminó mi niñez (Cuba)
De mentiras mágicas y verdades paternales.
No existen los Reyes Magos, tampoco el Ratón de los Dientes, sus padres compraban los regalos y colocaban el dinero bajo la almohada. No hay súper héroes y a su mascota de la infancia la atropelló un camión. Su amigo imaginario jamás fue real, usted hablaba sólo. El partido de fútbol, con piedras como portería, era basura y sus dibujos con crayola parecían vomito. Le mintieron si le han hecho creer lo contrario, su infancia fue una enorme farsa…
¿Cuántas líneas son necesarias para hacer llorar al niño interior de un lector? Para la pluma maestra del cubano Guillermo Cabrera Infante, basta con un diálogo. El día que terminó mi niñez, cuento del libro Así en la paz como en la guerra (1960), posibilita un análisis singular. En esta ocasión hemos optado por enfrentar dos mundos: el mundo infantil y el mundo adulto. Después de  una cuba libre*, sólo uno se mantendrá en pie.

“[...] Sentí pena, rabia, ganas de llorar y ansias de hacer algo malo. Sentí el ridículo en todas sus fuerzas al recordarme mirando al cielo en busca del camino por donde vendrían los Reyes Magos tras la estrella […] Eso o algo parecido fue lo último que dijo, luego agregó: "Mi niño", pero yo sentí que no era sincera, porque esas palabras no le correspondían: yo no era ya un niño, mi niñez acababa de terminar."  (Cabrera Infante, 1960)

Nuestra historia comienza tres días antes del seis de enero**, en una ciudad cerca del mar. Los paisajes tropicales-cubanos que se exponen dentro del cuento son presentados a partir de una narración en primera persona. Silvestre, nuestro pequeño protagonista y narrador, expondrá los acontecimientos que desencadenan en la fatídica víspera a la llegada de los Reyes Magos. Cabrera Infante juega con las impresiones infantiles. Mezclando los espacios adultos con la visión del niño, logra una trama rica e interesante. 

“Salimos con ella a visitar un tío de mi padre que tenía algún dinero, pero a quien no le gustaban los niños, ni las mujeres, ni las visitas de los parientes. Mi madre durante todo el camino no cesaba de advertirnos cómo comportarnos, qué no hacer, cuál asiento ocupar, cuándo levantarse o pedir la bendición. Caminábamos por la calle que bordea los límites del pueblo y nadie podía haber dicho que era invierno. Soplaba un aire tibio, evanescente, que venía del mar y los árboles se recostaban contra un cielo pálido y brillante. A lo lejos, en la bahía se veían las velas blancas de dos o tres barcos cortando las aguas azul oscuro como las aletas de un pez inmaculado.” (Cabrera Infante, 1960) 

El juego de espacios entre el mundo adulto y el mundo infantil posee puntos en común. Aquellos que corresponden al mundo “maduro” serán cerrados: la casa del Tío Mariano, la tienda donde Evenzio habla con los padres sobre los regalos, la casa familiar, etc. Aquellos que corresponden al mundo infantil se desarrollan en espacios abiertos: las calles, los aparadores de las tiendas y el lugar donde juegan a los pistoleros. Finalmente, la señora María revelará a Silvestre el terrible secreto que guardan todos los padres cada seis de enero, dentro de la casa, durante la noche.

“Estuvimos jugando toda la tarde y no gané ni una sola vez. Mi hermano sacaba la cabeza del refugio cada vez y disparaba su "pistola" —dos pedazos de madera clavados en ángulo— a diestro y siniestro. Yo no sabía bien lo que era un avestruz, pero había visto su figura en unas postalitas de animales que coleccioné una vez y no podía dejar de pensar en la similitud del cuello de mi hermano, estirado por sobre cualquier parapeto que nos ocultara, muy semejante al pescuezo del avestruz en la litografía. Regresamos tarde y cansados” (Cabrera Infante, 1960)

Para nuestro narrador de ocho años, su rol como infante de familia es muy claro: Un niño sabe más de lo que piensan los mayores, pero él también conoce el doble juego y sabe qué parte le toca. El mundo del mayor golpea con fuerza, sin embargo el pequeño Silvestre se defiende y apunta: Todavía faltaban muchos años para hacerme hombre, así que debía seguir fingiendo que era un niño. Entonces, ¿quién ha ganado la batalla legendaria dentro del hogar?, ¿pequeños o mayores?, para El día que terminó mi niñez, irónicamente, la cruel realidad adulta no imposibilita seguir siendo niño. Un niño sin niñez.
Isadora Cabrera.


*Invitamos a nuestro estimado lector a disfrutar el cóctel cubano resultante de la mezcla del ron con refresco de cola, mientras lee esta entrada.

** En varios países de Hispanoamérica existe la costumbre adoptada de los españoles de que los niños reciban regalos de los Reyes Magos, bien en la víspera, es decir, a la medianoche del 5 de enero, o en la mañana del 6 de enero. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario