jueves, 18 de febrero de 2016

Cuéntame un cuento, cuéntame qué hay.

El cuento del jueves: Día domingo (Perú)    
 De tratamientos con cebada y amores en pugna.
Felicidades, si puede leer esto ha sobrevivido a los peluches gigantes, las flores odiosas y los “ME ALQUILO PARA SAN VALENTÍN”; entre otras propuestas de índole sexual ocultas y mal escritas en las redes sociales. Somos conscientes de la lamentable resaca amorosa que conlleva esta temporada, afortunadamente esta columna posee la cura para combatir los síntomas mentales que aquejan al ser de nuestro estimado lector. Ya sea en tabletas, jarabes, inyecciones o tés de la abuela, el tratamiento peruano vengador de las buenas costumbres amorosas ha llegado a nuestras manos; Mario Vargas Llosa nuestro salvador.

“Contuvo un instante la respiración, clavó las uñas en la palma de sus manos y dijo, muy rápido:
<<Estoy enamorado de ti>>.
[…]Ya te contestaré, primero tengo que pensarlo –dijo Flora, bajando los ojos. Y después de unos
segundos añadió-: Perdona, pero ahora tengo que irme, se hace tarde.
[…] -Esperaré todo lo que quieras -dijo Miguel-. Pero nos seguiremos viendo, ¿no? ¿Iremos al cine esta tarde, no?
-Esta tarde no puedo -dijo ella, dulcemente-. Me ha invitado a su casa Martha.
Una correntada cálida, violenta, lo invadió y se sintió herido, atontado, ante esa respuesta que
esperaba y que ahora le parecía una crueldad. Era cierto lo que el Melanés había murmurado,
torvamente, a su oído, el sábado en la tarde. Martha los dejaría solos, era la táctica habitual.
Después, Rubén relataría a los pajarracos cómo él y su hermana habían planeado las circunstancias, el sitio y la hora
[…]Era posible competir con un simple adversario, no con Rubén […]” (Vargas Llosa, 1959) 
Cuento del año 1959, Día domingo es un integrante del único libro de cuentos, Los Jefes, escrito por la genialidad de Vargas Llosa. En éste, nos encontramos frente al conflicto amoroso entre dos amigos, Rubén y Miguel, por la conquista de una chica, Flora. No es casualidad que nuestra nueva entrada sea posterior a la dedicada a La mujer que llegaba a las seis del escritor colombiano Gabriel García Márquez; la polémica desatada entre estos dos escritores, irónicamente, posee ciertas similitudes con la narración. Omitiendo, por supuesto, el ojo morado y el insulto con la palabra “macho”. Evitando caer en el escándalo y  fascinación que generan las peleas de escritores, pasaremos de lleno al análisis de nuestro cuento.
“-Me provocó verlos -dijo Miguel, cordialmente-. Ya sabía que estaban aquí. ¿De qué se asombran? ¿O ya no soy un pajarraco?
[…]-Apuesto a que fuiste a misa de una -dijo el Melanés, un párpado plegado por la satisfacción, como siempre que iniciaba algún enredo--. ¿O no?
-Fui -dijo Miguel, imperturbable-. Pero sólo para ver a una hembrita. Nada más.
Miró a Rubén con ojos desafiantes, pero él no se dio por aludido; jugueteaba con los dedos sobre la mesa y, bajito, la punta de la lengua entre los dientes, silbaba La niña Popof, de Pérez Prado.
-¿A qué adivino quién es? -dijo Francisco-. ¿Ustedes no?
-Yo ya sé -dijo Tobías.
-Y yo -dijo el Melanés. Se volvió a Rubén con ojos y voz muy inocentes-. Y tú, cuñado, ¿adivinas quién es?” (Vargas Llosa, 1959)

La reunión en el bar vecino al cine Montecarlo por parte de Los Pajarracos, es el ejemplo perfecto de la construcción de personajes masculinos. Las relaciones de camaradería, celos, lealtad y competencia tendrán gran predominio dentro del grupo; las anécdotas, cargadas de testosterona, y la interacción mutua de los integrantes, serán el atractivo estético-empático durante la primera parte de la narración. De igual forma, podemos rescatar la lucha por el dominio del “macho alfa”; el primer desafío encaminado a herir la virilidad de Rubén, y con la intención de evitar su encuentro con Flora, surtirá efecto. Miguel el más joven, demostrará ser el más astuto.

“Me voy -dijo Rubén.
-Lo que pasa es que estás borracho -dijo Miguel-. Te vas porque tienes miedo de quedar en ridículo delante de nosotros, eso es lo que pasa.
-¿Cuántas veces te he llevado a tu casa boqueando? -dijo Rubén-. ¿Cuántas te he ayudado a subir la reja para que no te pesque tu papá? Resisto diez veces más que tú.
-Resistías -dijo Miguel-. Ahora está difícil. ¿Quieres ver?
[…]
-¿Te rindes, mocoso?
Miguel se incorporó de golpe y empujó a Rubén, pero antes que el simulacro prosperara, intervino el Escolar.
-Los pajarracos no pelean nunca -dijo, obligándolos a sentarse-. Los dos están borrachos. Se acabó. Votación. El Melanés, Francisco y Tobías accedieron a otorgar el empate, de mala gana.”(Vargas Llosa, 1959)

Al llegar a la segunda parte del cuento, la cual coincide con el cambio de diégesis, ocurrirá una transición a partir del intercambio de aquello que es considerado como el sentir y eso que es llamado la acción. Es lazado, entonces el segundo desafío, en esta ocasión Rubén será quien enuncie la mentada frase: “se volvió hacía los demás, abriendo los brazos- Pajarracos, estoy haciendo un desafío.” Un poco por los efectos del alcohol y otro tanto por el simple gusto de competir, nuestros personajes emprenden una apuesta mucho más grande que consumir una docena de cervezas. En este punto el espacio y la relación entre la sensación y la acción determinará el resultado final de la competencia, sólo uno logra consagrarse como el “mejor”.
“-Este no es campeón de nada -dijo Miguel, con dificultad-. Es pura pose.
-Te estás muriendo -dijo Rubén-. ¿Te llevo a tu casa, niñita?
-No estoy borracho -aseguró Miguel-. Y tú eres pura pose.
-Estás picado porque le voy a caer a Flora -dijo Rubén--. Te mueres de celos. ¿Crees que no capto las cosas?
-Pura pose -dijo Miguel-. Ganaste porque tu padre es Presidente de la Federación, todo el mundo sabe que hizo trampa, descalificó al Conejo Villarán, sólo por eso ganaste.
-Por lo menos nado mejor que tú -dijo Rubén-, que ni siquiera sabes correr olas.
-Tú no nadas mejor que nadie -dijo Miguel-. Cualquiera te deja botado.
[…] -Permítanme que me sonría -dijo Rubén.
-Te permitimos -dijo Tobías-. No faltaba más.
-Se me sobran porque estamos en invierno -dijo Rubén-. Si no, los desafiaba a ir a la playa, a ver si en el agua son tan sobrados.
-Ganaste el campeonato por tu padre -dijo Miguel-. Eres pura pose. Cuando quieras nadar conmigo, me avisas nomás, con toda confianza. En la playa, en el Terrazas, donde quieras.
-En la playa -dijo Rubén-. Ahora mismo.
[...]
-Eres pura pose -dijo Miguel.
El rostro de Rubén se iluminó de pronto y sus ojos, además de rencorosos, se volvieron arrogantes.
-Te apuesto a ver quién llega primero a la reventazón -dijo.
-Pura pose -dijo Miguel.
-Si ganas -dijo Rubén-, te prometo que no le caigo a Flora. Y si yo gano tú te vas con la música a otra parte.
-¿Qué te has creído? -balbuceó Miguel-. Maldita sea, ¿qué es lo que te has creído?
[…] -Ha aceptado -dijo Rubén-. Vamos.
-Cuando un pajarraco hace un desafío, todos se meten la lengua al bolsillo -dijo Melanés-. Vamos a la playa. Y si no se atreven a entrar al agua, los tiramos nosotros.
-Los dos están borrachos -insistió el Escolar-. El desafío no vale.
-Cállate, Escolar -rugió Miguel-. Ya estoy grande, no necesito que me cuides.”(Vargas Llosa, 1959)


Las relaciones de camaradería y competencia planteadas por Vargas Llosa, poseen un detonante común; el amor. Estamos frente a la crisis entre dos hombres (sensación y acción) por una mujer (amor), las apuestas idiotas y la lucha de egos se hacen presentes; la gran incógnita que resuena en las relaciones interpersonales, se revela frente a nosotros a partir del ingreso a un mundo masculino. Para este momento el tratamiento de nuestro estimado lector ha sido completado, la cura peruana surtió efecto, sin embargo ha dejado secuelas. El nuevo malestar que aquejará su ser, genera más que una simple discusión entre escritores y brincos duales al mar en invierno; se resume en una simple pregunta: ¿se elige el amor por sobre la amistad?. 


Isadora Cabrera.

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