Por Wendy Ortiz
No es muy común, en los autobuses
de esta ciudad, encontrar personas que vayan leyendo. El ajetreo de la gente
que sube y baja en cada parada; el sonido de los motores de otros autos; la
música favorita del chofer ambientando el lugar; y las difusas voces de los
pasajeros que van hablando, hacen que se torne difícil, y hasta imposible, el
ejercicio de una buena lectura en silencio.
Aun así, y a pesar de las cortas
distancias que normalmente se recorren en autobús, me ha tocado mirar a una que
otra persona disfrutando (o sufriendo, tal vez) de lo que les dice el
periódico, la revista, o en casos menos frecuentes, el libro que llevan en la
mano. Por supuesto, estos lectores urbanos, suelen ser los que alcanzan un
asiento libre antes de que el camión se llene, ya que si les tocara ir de pie,
seguramente terminarían en el piso a cada momento que éste arrancara o se detuviera.
Pero me he dado cuenta, además,
de que esta práctica de lectura en autobús es en demasía un asunto privado; desde
el señor que lleva el periódico abierto como un gran abanico, hasta la
adolescente que cuidadosamente coloca sobre sus piernas un best seller del
momento. Todos suelen experimentar una especie de molestia cuando notan que
otro está tratando de mirar aquellas letras que tanto les entretienen.
Por otro lado, cuando encuentro a
algún lector urbano en el autobús, me es difícil resistir a la enorme
curiosidad que me provoca el saber qué demonios están leyendo, por lo que he
podido sentir en carne propia el peso de aquella mirada inquisidora clavándose en la mía antes
de cerrar tajantemente su lectura, para luego voltear el rostro indignado hacia
la ventanilla y dejarme en la incertidumbre, más que en la vergüenza de haber
sido descubierta.
¿Qué es lo que le da carácter de
privado a la lectura que se hace en silencio? ¿Es acaso el hecho de sentirse
apartado del resto cuando se viaja en el transporte público? Como sea que
fuere, hay cosas más interesantes que observar en el autobús, sin necesidad de
disgustarse con otro pasajero.
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