Esta columna no es sobre peces
La inspiración humana nos motiva a seguir; es la inspiración
de otras personas la que nos permite emprender, en ocasiones, nuestro propio
camino guiado a aquello que en verdad se desea. Así surgen los ídolos, esa
clase de personas que nos inspiran, por las que sentimos una admiración poco
usual: antes, escritores, inventores, pensadores, intelectuales;
posteriormente, y debido a la proximidad con la que se trató el surgimiento del
cine y del resto de los medios audiovisuales, por la demanda que estos
mantuvieron por sobre el consumo de los diarios, de las revistas, los libros,
boletines, etc.; aquellos ídolos fueron evolucionando, convirtiéndose en los
actores, productores, guionistas, comunicólogos, presentadores, conductores…
Todos ellos parecían tan inalcanzables, tan idílicos
que era casi imposible que una persona cualquiera pudiera obtener aquella fama,
aquello que los motivaba a idolatrar a todos ellos. Posiblemente en eso
consistía exactamente la idolatría, en anhelar una vida tan cómoda y
“tranquila” como la que mostraban esos personajes; mas es necesario agregar
que, con la llegada de Youtube, esta frontera de lo inalcanzable parecía
eliminarse a cada instante, como si con cada uno de los adelantos que
produjeron aquellos ídolos de antaño, la idolatría se fuera simplificando a un
mundo superfluo y sin sentido.
El mundo inalcanzable que era esbozado por las
sonrisas, las fiestas, la buena vida presentada; ese mundo pareciera eliminarse
de las ansias de aquellos que idolatran. Se sabe que esta faceta es sólo una
máscara, que realmente la vida no es así y es por esa razón que las redes
sociales tuvieron tanto éxito; permitían a los pequeños mortales mantener
cierta atención en sus vidas y, de cierto modo, para tener más seguidores,
dichas vidas comenzaron a tornarse falsas con el afán de que la idolatría que
ellos guardaban hacia otros, se volviera hacia ellos. Youtube, brindó una
opción similar: cualquier individuo estaba en su derecho de subir un vídeo
realizado por él mismo. Con ello surgieron animaciones interesantes, vídeos de
protesta (o satíricos), vídeos informativos no censurados, vídeos de lo absurdo
dirigidos solamente a la entretención; y entonces surgieron, igualmente, los
videoblogs.
Los vídeoblogs, en específico de vidas, son los
que más llaman la atención para el tema de dicha columna, aquellos que hicieron
los vídeos destinados al entretenimiento se vieron tentados a seguir la línea
que se había seguido en Facebook. ¿Por qué limitarse al entretenimiento y a la
idolatría de una faceta suya, si con Youtube se podía contemplar también la
faceta que no se ve de los anteriores ídolos? Pues bien, la respuesta fue
fácil, y se inauguró la tendencia de grabar vidas: una especie de Reallity-show
pero en el que se sacaba a la luz la vida íntima de estos ídolos, sin la
necesidad de la invención de chismes como pasaba con los ídolos anteriores. En
teoría es una buena opción, el problema viene en el momento de la imitación.
La imitación de estos ídolos resulta más sencilla
porque se ve expuesta su vida rutinaria, una vida que no resulta muy distante
de la de cualquier mortal que se encuentre en la clase media, posea una cámara
y ganas de ser idolatrado. Sin embargo, esta clase de vidas también requieren
trabajo. Cualquiera diría que es sencillo simplemente sentarse y grabar el
desayuno, la comida, la cena… el andar, el correr, la pelea, el chisme, etc.
Pero existe también el trabajo de edición, el saber grabar, el saber hablar y,
sobre todo, tener en claro el por qué se hace y cómo. La imitación de este
nuevo tipo de ídolos tampoco es fácil, en gran medida porque la mayoría cree
que lo es y se sumerge en el mundo virtual sin siquiera saber usarlo, mientras
pretende nadar, pero luego naufraga sin un rumbo fijo. Los ídolos están por
algo y no es malo tener ídolos, motivan a realizar cambios; mas no es opcional
tener en claro hacia dónde nos guían esos ídolos y si se tiene lo necesario
para ser como ellos.
Adriana Gasca L.
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