jueves, 18 de febrero de 2016

Divagaciones por la Geografía Metafísica: amor de a mentiritas

 ¿Quién dijo que la Friendzone era exclusiva para perdedores? Sólo aquí, saber perder es sinónimo de ganar y si además quienes pierden son capaces de sacar algún provecho de la adversidad, sencillamente se van al cielo. ¡Bienvenidos al nivel de élite de la Friendzone! El de los amigos con derecho. Algunos se preguntarán por qué los llaman así, ¿qué derecho o privilegio los distingue del resto de los amigos? ¿Qué premio de consolación puede ser lo suficientemente bueno para que valga la pena quedarse en la zona de amigos? En este mundo pocas cosas suplantan mejor al amor que el placer, especialmente cuando el amor se ha frustrado. Una vez más, la Friendzone tiene algo con que sorprendernos: perder no es tan malo como pensábamos.

Encajar en el grupo élite de la Friendzone no es fácil, pero hay distintos caminos que nos llevan a este nivel. Número uno, el que intuitivamente traspasó los límites naturales de la amistad y, dos, el que, tras fracasar en su intento de ser “más que amigos”, no se inhibe y acepta felizmente las sobras de amor que su amigo o amiga le dedica. El primero usa y abusa de la confianza que la amistad le brinda para desvivirse en afectos, que pueden ir desde las caricias y los abrazos hasta donde usted, respetable lector, sea capaz de vislumbrar; mientras tanto, el segundo busca ganar la compasión de su amigo o amiga que, al no poder corresponder sus sentimientos, no pone reparo en ofrecer todas las formas de consuelo posible para reafirmar que, a pesar de todo, la amistad continúa. ¡Y vaya amigos tan cariñosos! Ambos tipos tienen en común su persistencia: Sólo los más tercos pueden hacerse un lugar entre la clase preferencial de la Friendzone.


Pero no todos son amigos con derechos porque así lo buscaron. Entre el abolengo encontramos a los amigos de utilería, excelentes recursos para provocar supuestos celos en la persona codiciada, pero también ideales para aliviar las punzadas hormonales sin adquirir compromisos incómodos. Ellos se rebajan a satisfacer los deseos egoístas de sus supuestos amigos, justificándose en su lealtad o dejándose martirizar. Cualquier persona con un poco de amor propio se negaría a aceptar un trato así, pero estos amigos de utilería no les importa dejar de lado su dignidad con tal de tener unos minutos en el paraíso, y es que sólo los amigos con derecho gozan al hacer como que que la Friendzone no es realmente el infierno. 

Nadie puede salir solo de la Friendzone. Por generaciones, los amigos con derecho se han creído mejor que el resto de las personas al fundar su propio reino en las fronteras entre la amistad y el amor; sin embargo, cuando las caricias se han enfriado y las marcas de los besos se han borrado, sus mentiras se vuelven obsoletas y no pueden evitar sentir su soledad. El placer puede mitigar el dolor por un rato, pero el placer no dura para siempre. ¿A quién quieren engañar? La verdad es que la lujuria no es amor de la misma manera que los amigos con derecho ni siquiera son verdaderos amigos sino unos mediocres, incapaces de dar el cien por ciento ni en ningún aspecto por miedo a la gran responsabilidad que es amar a alguien. Los amigos con derecho rechazan los compromisos sin darse cuenta que, al hacerlo, rechazan a las personas a quienes dicen amar.


Para ser un buen perdedor en la Friendzone, es necesario respetarse a uno mismo, ¿cómo podemos aspirar al amor de alguien más si no somos capaces de amarnos a nosotros mismos? Además, hay que dejar en claro que el amor se gana, no se mendiga, y aunque los amigos con derecho crean que el placer es gratis, siempre les llega la hora de descubrir que invirtieron lo más valioso que tenían en comprar ilusiones que se deshacen en el aire. Las amistades con beneficios pueden ser divertidas y fáciles, pero rara vez valen la pena, la mayor parte del tiempo los amigos terminan haciéndose daño y separándose, olvidándose. Es una salida fácil de la Friendzone, pero quizá la del precio más alto: perdiendo la dignidad.  

Ana Laura Bravo

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