¿Quién dijo que la Friendzone era exclusiva
para perdedores? Sólo aquí, saber perder es sinónimo de ganar y si además
quienes pierden son capaces de sacar algún provecho de la adversidad,
sencillamente se van al cielo. ¡Bienvenidos al nivel de élite de la Friendzone!
El de los amigos con derecho. Algunos se preguntarán por qué los llaman así,
¿qué derecho o privilegio los distingue del resto de los amigos? ¿Qué premio de
consolación puede ser lo suficientemente bueno para que valga la pena quedarse
en la zona de amigos? En este mundo pocas cosas suplantan mejor al amor que el
placer, especialmente cuando el amor se ha frustrado. Una vez más, la
Friendzone tiene algo con que sorprendernos: perder no es tan malo como
pensábamos.
Encajar en el grupo élite de la
Friendzone no es fácil, pero hay distintos caminos que nos llevan a este nivel.
Número uno, el que intuitivamente traspasó los límites naturales de la amistad
y, dos, el que, tras fracasar en su intento de ser “más que amigos”, no se
inhibe y acepta felizmente las sobras de amor que su amigo o amiga le dedica.
El primero usa y abusa de la confianza que la amistad le brinda para desvivirse
en afectos, que pueden ir desde las caricias y los abrazos hasta donde usted,
respetable lector, sea capaz de vislumbrar; mientras tanto, el segundo busca
ganar la compasión de su amigo o amiga que, al no poder corresponder sus
sentimientos, no pone reparo en ofrecer todas las formas de consuelo posible
para reafirmar que, a pesar de todo, la amistad continúa. ¡Y vaya amigos tan
cariñosos! Ambos tipos tienen en común su persistencia: Sólo los más tercos
pueden hacerse un lugar entre la clase preferencial de la Friendzone.
Pero no todos son amigos con
derechos porque así lo buscaron. Entre el abolengo encontramos a los amigos de
utilería, excelentes recursos para provocar supuestos celos en la persona
codiciada, pero también ideales para aliviar las punzadas hormonales sin
adquirir compromisos incómodos. Ellos se rebajan a satisfacer los deseos
egoístas de sus supuestos amigos, justificándose en su lealtad o dejándose
martirizar. Cualquier persona con un poco de amor propio se negaría a aceptar
un trato así, pero estos amigos de utilería no les importa dejar de lado su
dignidad con tal de tener unos minutos en el paraíso, y es que sólo los amigos
con derecho gozan al hacer como que que la Friendzone no es realmente el
infierno.
Nadie puede salir solo de la
Friendzone. Por generaciones, los amigos con derecho se han creído mejor que el
resto de las personas al fundar su propio reino en las fronteras entre la
amistad y el amor; sin embargo, cuando las caricias se han enfriado y las
marcas de los besos se han borrado, sus mentiras se vuelven obsoletas y no
pueden evitar sentir su soledad. El placer puede mitigar el dolor por un rato,
pero el placer no dura para siempre. ¿A quién quieren engañar? La verdad es que
la lujuria no es amor de la misma manera que los amigos con derecho ni siquiera
son verdaderos amigos sino unos mediocres, incapaces de dar el cien por ciento
ni en ningún aspecto por miedo a la gran responsabilidad que es amar a alguien.
Los amigos con derecho rechazan los compromisos sin darse cuenta que, al
hacerlo, rechazan a las personas a quienes dicen amar.
Para ser un buen perdedor en la
Friendzone, es necesario respetarse a uno mismo, ¿cómo podemos aspirar al amor
de alguien más si no somos capaces de amarnos a nosotros mismos? Además, hay
que dejar en claro que el amor se gana, no se mendiga, y aunque los amigos con
derecho crean que el placer es gratis, siempre les llega la hora de descubrir
que invirtieron lo más valioso que tenían en comprar ilusiones que se deshacen
en el aire. Las amistades con beneficios pueden ser divertidas y fáciles, pero
rara vez valen la pena, la mayor parte del tiempo los amigos terminan
haciéndose daño y separándose, olvidándose. Es una salida fácil de la
Friendzone, pero quizá la del precio más alto: perdiendo la dignidad.
Ana Laura Bravo
No hay comentarios:
Publicar un comentario