viernes, 5 de febrero de 2016

¿Recuerdas el último momento de tu vida en el que fuiste feliz?

Escuche una vez que cuando no esperas nada, todo llega. Era un 23 de diciembre de 1916, en la estación de tren que se encontraba en  Whithmore, Rockwall. Sólo esperaba a que se llegara la hora de partir y mi boleto para el tren estaba programado a las 9:15 am y eso era lo mejor. Podría estar de nuevo en casa y poder disfrutar la Navidad con toda mi familia, sólo imaginaba el momento para volverlos abrazar a todos, y cada uno de ellos. 



El tren llegó a la estación, empezamos a abordar como es de costumbre. Mi asiento era el número 13, mi número favorito, me senté y no podía esperar a ver el maravilloso viaje que tenía ante mis ojos. Me fascinaba el paisaje de camino a casa, era increíble ver la naturaleza a ese nivel; todo era invierno, los arboles tenían una vista peculiar y el cielo no era del todo azul. Minutos después, un chico se sentó a mi lado y me dijo, "¿Estás leyendo Los tres mosqueteros?" y, tímidamente, le contesté que si. Me platicó que amaba ese libro, era uno de sus favoritos, porque habían pequeñas cosas que lo hacían grandioso. "Mi nombre es Jordan" me dijo y le dije: "Yo soy Katy". Todo iba muy bien con él, era agradable para ser de nacionalidad extranjera pero muy inteligente para ser francés. 

Jordan, era ese tipo de chico que te hablaba de todo sin sentir que tenía que disculparse por lo que salía de su boca. ¡Dios mío! Su boca, no creí estar observando sus labios mientras él recitaba la siguiente frase: "Las decisiones y los sacrificios no te cobijan por la noche, la vida es demasiado corta y demasiado larga para pasarla sin alguien a tu lado a si que, elige bien y pelea por amor; que el resto se cuidara por sí mismo". Cuando terminó me dijo, "esta pequeña cita es mi favorita porque sino peleas por amor, ¿por qué más sería?". 

Eso que me dijo, me dejó pensando en muchas cosas. Porque él tenía razón, sino se pelea por amor, ¿por qué más sería?. Se supone que el amor ya estaba sobre-valorado pero eso no quería decir que no valía la pena sentir un poco más.  Momentos después, Jordan, interrumpió mis pensamientos cuando llegó con un café para mi, la verdad es que tenía sueño, pero, el deseo de platicar con él era mayor. 



Cada vez me impresionaba más como era él, tenía un gusto impresionante sobre la vida. Le gustaban esas cosas excepcionales que a muy pocos le gustaban, como escribir, leer y, por supuesto, dibujar. Disfrutaba de esos pequeños detalles que hacía que las cosas fueran diferentes a lo común. Algo que realmente me gustaba eran sus labios, sé que probablemente está mal pero no podía dejar de verlos. También veía esos ojos cafés que hacían que me olvidara del resto del mundo; así que lo besé. Lo besé como si no me hubiese quedado otra opción, lo besé y fue en ese momento cuando entramos en túnel oscuro, pero no volvimos a salir de éste. 

L.M. 

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