A través del bosque.
"Capture all the wonder here.
And through the glow we'll stand so still."
Wake th earth - The honey trees.
“Así que ¿de verdad esto está sucediendo? Sí, estoy
sorprendida, me imaginaba algo más… lúgubre. Por supuesto, no me molesta para
nada, incluso me siento aliviada ya que venía bien predispuesta a encontrar
solo sufrimiento. ¡¿Puede sonrojarse?! ¡Eso si es nuevo! Disculpe mi
atrevimiento pero me resulta muy tierno; perdón de nuevo, mediré mis
palabras. Entonces… ¿podría decirme que
hago aquí?... Me halaga y por supuesto contestaré, de cualquier manera amo
contar historias. Durante mucho tiempo me reservé esta anécdota pues me parecía
demasiado fantasiosa, claro que no siempre lo creí así pero al única persona
que se la llegué a contar me dijo, de la manera más tierna y sin intenciones de
herir mis sentimientos posible, que sonaba como a una historia inventada por un
niño pequeño. Después de eso no volví a tocar ese tema, hasta ahora.
Mi infancia fue una época mágica, literalmente. Al ser hija
única recibí todas las atenciones y mimos posibles de parte de toda mi familia;
mis padres eran recién egresados y con carreras brillantes en progreso, así que
con mi nacimiento su vida se tornó perfecta (siempre me repetían aquello como
si fuera un mantra). Puedo presumir que mi educación se basó en el respeto y
amor por todo lo que me rodeaba, así que siempre que podían me llevaban de
excursión a los lugares más remotos y hermosos que encontraban. La víspera de mí
cumpleaños número ocho hicimos un viaje al sur del país, según lo que pude escuchar
decir a mi papá, existía un pueblo escondido en un bosque que no aparecía en
ningún mapa; no recuerdo cómo llegamos, ya que me quedé dormida durante todo el
trayecto.
Se decidió que pasaríamos una semana en aquellos parajes,
conviviendo con los nativos del pueblo. Al tercer día de nuestra llegada mis
padres emprendieron una excursión en busca de especies de insectos nunca
vistos, como lo consideraban peligroso para mí me dejaron al cuidado de los
pobladores, prometiéndome volver aquella noche. De todos mis recuerdos de
infancia, los más nítidos comprenden aquél día y los dos siguientes; al medio
día me encontraba jugando a las escondidas (que yo había enseñado a los niños
del lugar), el estar el pueblo rodeado de bosque por todas sus fronteras
habíamos acordado un perímetro específico para que nadie llegara a perderse. Me
tocaba esconderme y para resultar vencedora decidí adentrarme solo un poco más
del lugar establecido, aún escuchaba la voz de quién contaba. Encontré una
pequeña cueva y me escondí en ella, sin darme cuenta me quedé dormida. Al
despertar me sobresaltó el silenció a mi alrededor, salí rápidamente de la
cueva y contemple el paisaje, a mi corta edad comprendí que estaba perdida en
un bosque que se me mostraba inmenso y sin salida.
Cualquiera puede pensar que una niña de ocho años que se
encuentra sola y tiene conciencia de eso se pone a llorar inmediatamente, pero
en mi caso eso no sucedió. Comencé a caminar por aquel bosque y pronto descubrí
que era… inusual. ¿Cómo describirlo? Parecía como si la naturaleza tuviera
vida, conciencia, si esa es la palabra, la naturaleza parecía tener conciencia
propia, como cualquier otra persona. ¿Imaginación infantil? Bueno tal vez al
principio si lo percibí de esa manera, pero sucedió que mientras recorría el
bosque comenzó a darme una sed terrible, de repente un lago comenzó a formarse
y puede saciarme, lo mismo ocurrió cuando tuve hambre: una “lluvia” de frutas
apareció sin que ninguna llegara a dañarme y aún conservo aquella dulzura en la
boca, jamás probé algo parecido. Todo en ese lugar respondía a mis pensamientos
y deseos; era como mi patio de juegos privado. Terminé perdiendo la noción del
tiempo y me quedé dormida, al volver a abrir los ojos me encontré de vuelta en
aquella cueva, con los rostros de todos los niños observándome.
Esa noche no dormí pensando en si aquella experiencia había
sido solo un sueño. No le comenté nada a mis padres; a la mañana siguiente
volvieron a partir y yo corrí de nuevo a buscar aquella cueva, dispuesta a averiguar
que había pasado. Una vez acurrucada en aquella humedad esperé y esperé hasta
no escuchar sonido alguno, al salir volví a hallarme en ese paraje mágico; no
recuerdo cuanto tiempo estuve jugando pero volví a dormirme y de nuevo desperté
en la cueva. Al día siguiente volvió a ocurrir lo mismo, sin embargo, aquel
sería mi último día tanto en ese bosque como en el pueblo, la naturaleza percibió
mi tristeza y una ramo de flores surgió, como un recordatorio de mi pequeño
secreto. Pasaron los años, aquel ramo no llegó a marchitarse y me recordaba
constantemente que debía volver a aquel bosque. Al cumplir 20 años mis padres
me regalaron un viaje a donde quisiera, y si, volví a aquel lugar. Sin embargo,
nunca hallé de nuevo aquella cueva, traté incluso de preguntar a los pobladores
por si a alguien le había ocurrido lo mismo que a mí, pero nadie sabía de qué
hablaba, demasiado triste me volví a preguntar si no había soñado, pero de
nuevo, al volver a mi hogar, aquellas flores me recordaban que todo había sido
real.”
Andrea Hernández Álvarez
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