domingo, 21 de febrero de 2016

Retazos de existencia.


A través del bosque. 
                                     
"Capture all the wonder here. 
 And through the glow we'll stand so still." 
 Wake th earth - The honey trees.
                                                                                   
“Así que ¿de verdad esto está sucediendo? Sí, estoy sorprendida, me imaginaba algo más… lúgubre. Por supuesto, no me molesta para nada, incluso me siento aliviada ya que venía bien predispuesta a encontrar solo sufrimiento. ¡¿Puede sonrojarse?! ¡Eso si es nuevo! Disculpe mi atrevimiento pero me resulta muy tierno; perdón de nuevo, mediré mis palabras.  Entonces… ¿podría decirme que hago aquí?... Me halaga y por supuesto contestaré, de cualquier manera amo contar historias. Durante mucho tiempo me reservé esta anécdota pues me parecía demasiado fantasiosa, claro que no siempre lo creí así pero al única persona que se la llegué a contar me dijo, de la manera más tierna y sin intenciones de herir mis sentimientos posible, que sonaba como a una historia inventada por un niño pequeño. Después de eso no volví a tocar ese tema, hasta ahora.

Mi infancia fue una época mágica, literalmente. Al ser hija única recibí todas las atenciones y mimos posibles de parte de toda mi familia; mis padres eran recién egresados y con carreras brillantes en progreso, así que con mi nacimiento su vida se tornó perfecta (siempre me repetían aquello como si fuera un mantra). Puedo presumir que mi educación se basó en el respeto y amor por todo lo que me rodeaba, así que siempre que podían me llevaban de excursión a los lugares más remotos y hermosos que encontraban. La víspera de mí cumpleaños número ocho hicimos un viaje al sur del país, según lo que pude escuchar decir a mi papá, existía un pueblo escondido en un bosque que no aparecía en ningún mapa; no recuerdo cómo llegamos, ya que me quedé dormida durante todo el trayecto.

Se decidió que pasaríamos una semana en aquellos parajes, conviviendo con los nativos del pueblo. Al tercer día de nuestra llegada mis padres emprendieron una excursión en busca de especies de insectos nunca vistos, como lo consideraban peligroso para mí me dejaron al cuidado de los pobladores, prometiéndome volver aquella noche. De todos mis recuerdos de infancia, los más nítidos comprenden aquél día y los dos siguientes; al medio día me encontraba jugando a las escondidas (que yo había enseñado a los niños del lugar), el estar el pueblo rodeado de bosque por todas sus fronteras habíamos acordado un perímetro específico para que nadie llegara a perderse. Me tocaba esconderme y para resultar vencedora decidí adentrarme solo un poco más del lugar establecido, aún escuchaba la voz de quién contaba. Encontré una pequeña cueva y me escondí en ella, sin darme cuenta me quedé dormida. Al despertar me sobresaltó el silenció a mi alrededor, salí rápidamente de la cueva y contemple el paisaje, a mi corta edad comprendí que estaba perdida en un bosque que se me mostraba inmenso y sin salida.

Cualquiera puede pensar que una niña de ocho años que se encuentra sola y tiene conciencia de eso se pone a llorar inmediatamente, pero en mi caso eso no sucedió. Comencé a caminar por aquel bosque y pronto descubrí que era… inusual. ¿Cómo describirlo? Parecía como si la naturaleza tuviera vida, conciencia, si esa es la palabra, la naturaleza parecía tener conciencia propia, como cualquier otra persona. ¿Imaginación infantil? Bueno tal vez al principio si lo percibí de esa manera, pero sucedió que mientras recorría el bosque comenzó a darme una sed terrible, de repente un lago comenzó a formarse y puede saciarme, lo mismo ocurrió cuando tuve hambre: una “lluvia” de frutas apareció sin que ninguna llegara a dañarme y aún conservo aquella dulzura en la boca, jamás probé algo parecido. Todo en ese lugar respondía a mis pensamientos y deseos; era como mi patio de juegos privado. Terminé perdiendo la noción del tiempo y me quedé dormida, al volver a abrir los ojos me encontré de vuelta en aquella cueva, con los rostros de todos los niños observándome.


Esa noche no dormí pensando en si aquella experiencia había sido solo un sueño. No le comenté nada a mis padres; a la mañana siguiente volvieron a partir y yo corrí de nuevo a buscar aquella cueva, dispuesta a averiguar que había pasado. Una vez acurrucada en aquella humedad esperé y esperé hasta no escuchar sonido alguno, al salir volví a hallarme en ese paraje mágico; no recuerdo cuanto tiempo estuve jugando pero volví a dormirme y de nuevo desperté en la cueva. Al día siguiente volvió a ocurrir lo mismo, sin embargo, aquel sería mi último día tanto en ese bosque como en el pueblo, la naturaleza percibió mi tristeza y una ramo de flores surgió, como un recordatorio de mi pequeño secreto. Pasaron los años, aquel ramo no llegó a marchitarse y me recordaba constantemente que debía volver a aquel bosque. Al cumplir 20 años mis padres me regalaron un viaje a donde quisiera, y si, volví a aquel lugar. Sin embargo, nunca hallé de nuevo aquella cueva, traté incluso de preguntar a los pobladores por si a alguien le había ocurrido lo mismo que a mí, pero nadie sabía de qué hablaba, demasiado triste me volví a preguntar si no había soñado, pero de nuevo, al volver a mi hogar, aquellas flores me recordaban que todo había sido real.”

                                                                                                      Andrea Hernández Álvarez

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