sábado, 27 de febrero de 2016

Estudiando el escarlata - Navajas y pasteles


Me atreveré a decir que muchos de nosotros conocen o ha escuchado la mención del despiadado Sweeney Todd, “el barbero demoniaco de la calle Fleet”, ya sea en sus representaciones como teatro musical, o bien, en la relativamente reciente película de Tim Burton que lleva este mismo título. Sin embargo, esta entrada no trata exactamente del personaje que algunos pensarán ficticio, sino que será revelada la verdad que reside en la historia del sanguinario asesino. Sí, este temible barbero existió, así como su fiel cómplice, “El pastelero de carne humana”.






Sus nombres eran Bernabé Cabard y Pierre Miquelón, ejecutores de tan terribles asesinatos que causaron terror en Paris entre los años 1410 y 1415; carniceros y sádicos sin remordimientos que inspiraron a la popular historia que surge en el Londres victoriano. Los hechos reales tuvieron lugar en la calle Mont Saint-Hilaire por aquél entonces, donde se dice residía y trabajaba el reconocido barbero Bernabé Cabard.

Monsieur Cabard fue un hombre exitoso; tanto ricos como plebeyos acudían a su barbería por igual, quedando maravillados por sus impecables servicios. No obstante, su habilidad como barbero no era lo único que atraía a la clientela: Cabard tenía una bella hija, Marguerite, de la que no pocos hombres se enamoraban al verla y se atrevían a pedir su mano ante el mismo Bernabé. Comenzó entonces a correrse el rumor de que la pobre chica de aspecto frágil era víctima de una maldición, ya que todos aquellos que se acercaban a cortejarla desaparecían misteriosamente.

Cabard no era la única celebridad de Mont-Hilaire; no era una casualidad que justo al lado su barbería se hallara el establecimiento del pastelero más aclamado de la ciudad, Pierre Miquelón. Este personaje recibía su fama por sus exquisitas pastas y pasteles de todo tipo, pero principalmente por sus deliciosas empanadas de carne –cuya receta era un rotundo secreto que ni sus empleadas podían revelar. Miquelón resultó ser fiel socio de Cabard en sus crímenes.





Ambos negocios se unían en el sótano a través de trampillas, que se accionaban con un mecanismo especial instalado en la barbería, por donde Cabard arrojaba los cuerpos de sus víctimas luego de degollarlas brutalmente con sus letales navajas de afeitar. Allí, Miquelón tomaba los cadáveres como el ingrediente secreto de sus tan famosas tartas y empanadas, así como otros embutidos que vendía a sus inocentes clientes. Ambos criminales pasaron desapercibidos hasta el Octubre de 1415, cuando fueron arrestados por los múltiples asesinatos cometidos y condenados a muerte. Y así fue como nació la leyenda.


Por: Marissa Sigala A.

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