Me atreveré a decir que muchos de nosotros conocen o ha
escuchado la mención del despiadado Sweeney Todd, “el barbero demoniaco de
la calle Fleet”, ya sea en sus representaciones como teatro musical, o bien,
en la relativamente reciente película de Tim Burton que lleva este mismo título.
Sin embargo, esta entrada no trata exactamente del personaje que algunos
pensarán ficticio, sino que será revelada la verdad que reside en la historia
del sanguinario asesino. Sí, este temible barbero existió, así como su fiel
cómplice, “El pastelero de carne humana”.
Sus nombres eran Bernabé Cabard y Pierre Miquelón, ejecutores
de tan terribles asesinatos que causaron terror en Paris entre los años 1410 y
1415; carniceros y sádicos sin remordimientos que inspiraron a la popular
historia que surge en el Londres victoriano. Los hechos reales tuvieron lugar
en la calle Mont Saint-Hilaire por aquél entonces, donde se dice residía y
trabajaba el reconocido barbero Bernabé Cabard.
Monsieur Cabard fue un hombre exitoso; tanto ricos como
plebeyos acudían a su barbería por igual, quedando maravillados por sus impecables
servicios. No obstante, su habilidad como barbero no era lo único que atraía a
la clientela: Cabard tenía una bella hija, Marguerite, de la que no pocos
hombres se enamoraban al verla y se atrevían a pedir su mano ante el mismo
Bernabé. Comenzó entonces a correrse el rumor de que la pobre chica de aspecto
frágil era víctima de una maldición, ya que todos aquellos que se acercaban a
cortejarla desaparecían misteriosamente.
Cabard no era la única celebridad de Mont-Hilaire; no era
una casualidad que justo al lado su barbería se hallara el establecimiento del
pastelero más aclamado de la ciudad, Pierre Miquelón. Este personaje recibía su
fama por sus exquisitas pastas y pasteles de todo tipo, pero principalmente por
sus deliciosas empanadas de carne –cuya receta era un rotundo secreto que ni
sus empleadas podían revelar. Miquelón resultó ser fiel socio de Cabard en sus
crímenes.
Ambos negocios se unían en el sótano a través de trampillas,
que se accionaban con un mecanismo especial instalado en la barbería, por donde
Cabard arrojaba los cuerpos de sus víctimas luego de degollarlas brutalmente
con sus letales navajas de afeitar. Allí, Miquelón tomaba los cadáveres como el
ingrediente secreto de sus tan famosas tartas y empanadas, así como otros
embutidos que vendía a sus inocentes clientes. Ambos criminales pasaron
desapercibidos hasta el Octubre de 1415, cuando fueron arrestados por los
múltiples asesinatos cometidos y condenados a muerte. Y así fue como nació la
leyenda.
Por: Marissa Sigala A.
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