Abejas,
cuantas analogías no se han hecho referenciando a estos insectos como fuerza de
trabajo, comparando una y otra vez el trabajo enajenado realizado por éstas y
los humanos, manifestando inconformidad por la labor de ambos seres siguiendo a
una colmena que solamente les acabará pagando con muerte a los obreros y vida a
la reina; en cambio, esta vez se tratará de evitar lo más posible éstas comparaciones
humano/abeja, para así no malgastar el tema de crítica social por uso excesivo
en éstas columnas.
Por
otro lado, las abejas son la combinación perfecta para la naturaleza, pues son
pintoras de campos floridos, proveedoras de alimento para el más hambriento y
pequeñas elegantes en vestidos negro y amarillo; casi podría resultar irónica
la visión de muchos, denigrando, temiendo y destruyendo a estos pequeños seres
artistas.
Tal
como las arañas, hay muchas personas que no pueden evitar sentir repulsión por
su aspecto y miedo a si agujón; sin antes pensar en lo bellísimo que hay en su
aspecto o reflexionar en su muerte casi poética mientras tratan de proteger
todo lo que les es preciado; todo lo que tienen. Este pensar no ha llevado más
que a desastre y muerte de miles de inocentes abejas que viven con la intención
de llenar los campos con flores mientras levan polen a casa.
A pesar
de éste reciente odio existente en contra de las abejas, uno no puede evitar evocar
a los clásicos griegos, donde si bien se llegó a comparar a la mujer perfecta
con uno de estos insectos, se admiraba de cierta forma la figura y el trabajo,
pues más allá de ejemplo para agricultores, la abeja casi era un símbolo de
esperanza para todos los seres humanos.
Como se
ha hecho costumbre, se volverá a pedir una nueva reflexión en lo que respecta a
estas preciosas criaturas polinizadoras, para que se vea con amor su trabajo y
se admire con pasión su estética natural; se pide que se trate de cuidar con
toda el alma a éstas pequeñas, pues con muy mala suerte nosotros seremos los
destructores finales de la corta vida de todas las abejas, lo cual nos dejaría
no solo sin el arte de las flores, si no, con la posible destrucción de nuestra
propia “humanidad”Aldo Arteaga Estrada
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