domingo, 28 de febrero de 2016

Infierno grande


V

"En la tarde del 21 de mayo, día de la muerte de Carranza, la noticia le fue notificada al general Juan Barragán en la Hacienda San Juan de Banegas (hoy Vanegas, S.L.P.). El general permanecía en ese lugar por órdenes de Carranza. La noticia, como uste' sabrá, produjo una sacudida nacional, una tristeza inmensa y una desolación tan monstruosa, ya que tres años antes se promulgo la Constitución del '17, cuando el mismo Venustiano era presidente. Pero el país no estaba en condiciones para una constitución, además todo aquél que llegaba al poder se sabía que moriría pronto. Pareciese que nunca estamos listos para un gobierno firme.

"Después de una semana y media, el general se dirigió a Actopan para ver a su pequeña Leticia y a su amor eterno. Aunque era una travesía peligrosa, ya que en aquel tiempo los carrancistas eran blancos fáciles, al general no le importó y se marchó de Vanegas para ver a su mujer y a su niña. Y tuvo mucha suerte ya que en su viaje no hubo tanto problema para llegar a Hidalgo, aunque esto demuestra lo que produce el amor; la insensatez de jugársela para ver a sus amores. Se arriesgó, le fue bien pero le duró poco el gusto.

"Con apenas seis años cumplidos, Leticia era una chica tímida, callada, con un rostro hermoso, ya que había sacado los ojos miel de Catalina y los rasgos hermosos del papá. Cuando vio al general, Leticia no interactuaba mucho con él pues no lo conocía físicamente. Por otro lado, el general se sorprendió al ver la belleza y la dulzura que producía la timidez de la pequeña. Pero este sentimiento, decayó al percatarse que el 'titulo' de papa le era asignado a su abuelo, el padre de Catalina, don Juventino. Para la pequeña Leti le era sumamente complicado llamarle papa al general ya que era la primera vez que hablaba con él. A pesar de estos obstáculos, gracias al desenvolvimiento del general y la dulzura de la niña, su relación se fue fortificando por más de medio año. Hasta que, una vez más, el general fue llamado para trasladarse a la capital del país.

"A Catalina le produjo un dolor terrible el ver como la relación entre su hija y el general iba a debilitarse por la partida de éste. Pues varias veces la había escuchado decirle a Juan como papá. Además, la ilusión de la pequeña Leticia de jugar en el patio con su padre, platicar con él, escuchar las risas de su mamá y verla feliz en los brazos de su papá, de escuchar historias antes de dormir; se esfumó. A finales de noviembre, el general se despidió de sus dos grandes amores; pero esta vez fue la despedida final, ya que nunca se supo de él más nada. Las semanas transcurrieron, las cartas no llegaban y las preguntas de '¿dónde está mi papá?' de parte de Leticia, abrumaban el hogar de Catalina.

"Las epístolas, que normalmente llegaban las mañanas de los miércoles, nunca llegaron. En aquellos meses, al no tener noticia de su padre, Leticia se dio cuenta que la palabra papá le perteneció a su abuelo. De esta manera creció la pobre Leticia: en una vida de penurias, tristezas y desilusiones. A los nueve años su abuelo fallece por causa de su longevidad; en aquel entonces ella estudiaba en la primaria de Actopan, donde su mama era maestra. A los doce años entró a la secundaria y dos años después murió su madre y ella quedo totalmente sola, puesto que su abuela había fallecido siete años antes del nacimiento de Leticia. No tenía a quien recurrir.

"Desde ese punto, la vida de Leticia no fue más que una muestra clara de que la vida no siempre es bienestar. Para ella fue todo lo contrario."


J.A.N.H.

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